sábado, 13 de octubre de 2007

“NADA ES BELLO SINO LO VERDADERO”

EL PUENTE DE LA VISIÓN

Eugène Delacroix

Tecnos. Madrid. 1987. 151 pp.

La importancia de los Diarios de artista, es que permiten ver, y por lo tanto entender, aceptar y asimilar, la humanidad de tales sujetos, desprotegiéndose de esa aura divina que muchas veces se les impone por el hecho de ser creadores.

Sin pretender indagar en este espacio sobre la importancia de Delacroix –considerado un “auténtico genio”-, pretendo mostrar algunas de sus facetas expuestas a lo largo de un diletante recorrido visual-escritorial.

Desde 1822, hasta algunos meses antes de su muerte, en 1863, el francés se expresó por medio de un Diario acerca de todo aquello que le acontecía en la cotidianidad, pero también indagando sobre las relaciones con otros pintores, con artistas de diferentes tendencias, exponiendo sus gustos musicales o teatrales, y llevando a cabo un riesgoso proyecto para un Diccionario de Bellas Artes que, finalmente, no pasaría de los esbozos leídos desde la década de los 40.

¿Qué lleva a un pintor, que cree en la supremacía del impacto emocional causado por la pintura por sobre la literatura a escribir un diario?

En algún apartado, el prologuista, Guillermo Solana, da crédito a la versión de que dicho Diario no era tan íntimo, ya que algunos de sus contemporáneos lo conocían.

¿No es un diarista un exhibicionista total?

Pero con respecto a la primera pregunta, a lo sumo, lo que pretendía Delacroix a través de la inimaginable magia de la palabra, era darle un sentido a su vida y a su experiencia como habitante del siglo XIX, indagando en esos sectores rezagados de su labor como pintor, melómano y asiduo asistente a la corriente teatral de la época.

Y parte, a su vez, de esa manera consciente o inconsciente de aclararse el horizonte, es la indagación por territorios que llegan a ser clarificadores para las generaciones siguientes. Algo en lo que Delacroix tenía muy claro al optar por seguir la línea de la Verdad, de lo Audaz y de la Genialidad. Asuntos que no dejan de ser ciertamente radicales para cumplir un propósito, radical.

“Lo bello sólo se encuentra una vez en cierta época señalada. Tanto peor para los genios que llegan después de ese momento. En las épocas de decadencia, no hay posibilidad de subsistir sino para los genios muy independientes. No pueden volver a llevar a su público al antiguo buen gusto que no sería comprendido por nadie; pero tienen destellos que muestran lo que hubieran sido en un tiempo de simplicidad.” (1850)

Tras su viaje a Marruecos en 1832, el rompimiento se sucede en su vida. No queda más que seguir la senda dictada por su propia Misión para dar cuenta de todo aquello que debe preservar en caso de una hecatombe nuclear o atómica.

“¡Oh Rossini! ¡Oh Mozart! ¡Oh genios inspirados en todas las artes, que sacan de las cosas solamente lo que de ellas se ha de mostrar al espíritu.”

Tomando cierta distancia de sus compañeros pintores, Delacroix prefiere la compañía de otro tipo de artistas, sin que por ello afecte a su obra, aunque no le gustaba que le hablaran sobre lo literario en sus pinturas.

Pintor, columnista de prensa, viajero, gran lector.

¿Sería imposible contemplarlo después de la hecatombe anunciada en su intimidad escrita?

El riesgo contemplado en la audacia, he ahí la respuesta a parte del enigma.

Frente a esa mirada francesa, ¿qué es ser artista hoy en día?

El silencio al que tuvo que acudir en Marruecos, frente al vasto colorido que lo dejó perplejo, es tan diciente como que Paul Klee, bajo unas similares características, se descubrió pintor.

Pero la historia del arte a través de los Diarios de sus protagonistas se enfoca en otra clase de artículo. Necesario y muy interesante.

Ya lo habíamos dicho en una ocasión anterior: se es hijo de una época: “Los usos de una época difieren totalmente; la manera de ser expresivo, la de ser agradable, en una palabra, de expresarse, están en armonía con el carácter de los espíritus.”

El riesgo, el estilo libre, lo plural, lo audaz, tras la labor pictórica, imbatible, la palabra.

“La práctica de un arte requiere un hombre por entero; es un deber consagrarse a ésta para aquél realmente apasionado por ella.” (1860)

Capaz de poner a dudar a los geniecillos de su época, a los incomprendidos y a los opacadotes del verdadero mensaje, Delacroix, con furia certera, ayudó a aclarar las dudas que se asomaron en su tiempo, limpiando el camino hasta dar con aquellos que deber ser solicitados para la visita. Así sea a partir de ese arte menor o minúsculo: La Palabra.


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