sábado, 27 de septiembre de 2008

LABERINTO DE HUESO

LAS HIJAS DEL ESPINO

Lucía Estrada

Premio de poesía Ciudad de Medellín 2005

Cobalt. Medellín. 2006. 62 pp.




“Esto que me lleva/lejos de mi amor/es

un árbol, el preferido de las reinas,/y

somos nosotras/del Espino/sus raíces.”

Annabella Byron



Caminar sobre esta superficie. Mundo alterado. Visitante tocado por una clase de fuerza misteriosa. Luz de abandono que acompaña. Dolor mítico que seduce. Guía perpleja. Silente. Maga. Mágica. Historia sujeta a la espalda. Y el paisaje disonante, cayendo como una cascada de lava irresistible. El daño permanente por ser curioso. Bífido. Adicto al amor. O seguir alimentando esa herida del costado. Goteando. La señal. El rastro para salir de nuevo. Vivo. Aunque diferente. El manto pecoso que se asoma tras cada roca o palabra. Mudo. E infinito. Atrozmente bello. Y tremoroso. Nunca quieto. Nunca entregado. Nunca ella.“Fruto ambulante,/corteza, fisura hiriente”. Explosión de insumisas. Canon anómalo. Frío o palidez, en el centro, para luego derramarse por los costados. Y señalar. Lo oculto. Abrir la memoria. Quitar lo prohibido. Exigir el diálogo a través de la verdad. Tablero de ajedrez con figuras que no saben que lo son. Partida desarrollada por la mano de invisibles dioses antiguos y sonrientes, a los que no les da asco el olor de la sangre ni el sonido de la espada que va a decapitar. Ecos, apenas, de carcajadas sucedidas como estrellas. A veces no queda más que creer. “La batalla no se gana fácil”. La Colonización. Lo perpetuo. Par. Místico. “Break on through”. Sin miedo. Paraíso orgánico apenas siendo reconocido por los ojos que se creen Dios. Y temen el desnudo. Color de encanto. Materia de verdad. Signo ‘e los tiempos. Y de repente, acompañado, esa bruja que entregó ojos y manos y lágrimas. Susurrando(me). Reino vegetal en estado puro. Mágico & Puro. Aunque la desolación se sienta en algunos atisbos, sombras, pieles, bocas, emergencias, corazones. Murmullos dilatados. Amor como presagio. Introyección o cubículos. Ese curioso ordenamiento del desorden emocional. “Las tres mil sombras de tus dedos”. Y tras la bendición y/o rendición. El miedo. Ojos cerrados. La distancia. “Lejanos, cada vez más lejanos/como la espera.” Barbarez. “Y mi espera se hace impronunciable”. En cada destino, la palaubra. La insistencia en los caminos que apuntan hacia distintas direcciones. No, no se tiene la culpa de eso. “Algo se detuvo/y siguió la senda contraria”. Pero el temblor se sostuvo por sí mismo. Y nada cambió. Después. El rostro, “levanté sobre su máscara/mi escritura de hueso/y ángeles terribles”. ¿Y yo? “Mi sombra es ese círculo”. Compuesto por las cenizas de los ausentes. Lo que fuimos. Lo que ya no somos. Señales por doquier. Hiriendo. Sosteniendo una lucha íntima con cada una de las heridas polares. No perder el camino. “Cada quien siguió atado/a la cinta mortal de su locura”. Ininteligible lenguaje secreto. “¿Seré yo quien pueda acompañarte? Con una mano me sostengo, y con la otra te acaricio. Noche inquieta y pálida que atenta contra mi voraz cordura de sueño. “No es fácil/tejer y destejer la bruma”. Como tampoco lo es saberse delicada y decididamente ardiente y entregado a la infinidad de la locura por cualquier causa. O sólo tú. Destino & Bendición. Coro telúrico. Párpado intermedio. Sostenido por el veneno extraído de cada visitante permitido. “Hay un lugar reservado para tu abandono”. No esperes nada de mí, cuando me acerco a lo que más me gusta. Grietas. Alfileres en las manos. Visiones no eclipsadas. Naturalezas raras. “El propio corazón es el oráculo”. ¿El Ángel? “No te asombres/si nuestras palabras/no son las de antes”. Camino a través de tu corazón una vez más. No olvidaré cerrar la puerta.

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