sábado, 4 de abril de 2009

TEJEDORA DE VOCES

NOS QUEREMOS ASÍ (CUENTOS)

Emma Lucía Ardila

Fondo Editorial Universidad Eafit. Medellín. Junio de 2007. 81 pp.


I. “Of…


En el libro “El devenir de la creación. Marvel Moreno: escritura, memoria, tiempo” de Yohainna Abdala Mesa, aparece junto a Albalucía Ángel en un pie de página referido a algunos nombres de escritoras colombianas con el poder suficiente de la referencialidad o recomendación.

Ángel es una (oculta) obligación cuando de entender los asuntos literarios colombianos de la segunda mitad del siglo XX se trata. Quizás una voz tan poderosa dentro de su (sub)mundo poético, que sus novelas deben ser leídas con un cuidado especial, atento y despierto, como si se caminara por el justo borde recto del lado oscuro.

Cuando Moreno-Durán regresó de su autoexilio español, lo primero que hizo fue publicar un ensayo en el antiguo –y todavía extrañado- Magazín Dominical de El Espectador, titulado: “Por una escritura disidente”, en el que concluía que la calidad literaria colombiana era clandestina.

¿Pero no siempre ha sido así?

A veces no vale la pena quejarse, a veces lo único importante es conocer, acercarse, producir, significar. Ese “dejar obra” que tanto ha permitido hablar y escribir. Atraer a –aparentemente- insignificantes criaturas alrededor de una hoguera que, a lo sumo, arde bajo el amparo de algunas obras concientes o si se quiere, prefabricadas.

El tiempo, finalmente, todo lo vence.


II. “course…


O lo conserva o lo separa. O lo divide o lo acomoda.

Hace más de dos años preguntaba a algunas personas – todas relacionadas de una u otra manera con la difusión literaria- por escritoras recientes que se tuvieran que leer –el requisito obvio: la calidad- y las respuestas no fueron muy halagüeñas. Pocos o repetidos nombres de féminas a las que habría que seguirles la pista, pero cuyos resultados –afortunadamente parciales- no lograban traspasar ese pequeño primer obstáculo.

Parte del juego consistía en no mirar a esa línea de frente de una generación que permitió el sosiego al ataque desconsiderado del Boom en los –desde este punto infinito en el tiempo- ya lejanos años setenta.

(Elisa Mújica, Flor Romero, Rocío Vélez y Consuelo Triviño, por ejemplo.)

Pero al no salir como se esperaba, hubo que disgregar los límites, y beber de fuentes ya conocidas. Los despertares tardarían un tanto en ocurrir.

Los debates –tontos- en torno a sí existe una literatura femenina vs una masculina sólo dejaban personas heridas, algunas de ellas abandonadas a una suerte loca & ciega.

“¡La literatura es una sola!”, decían.

A veces escuchaba.


III. “this…


Otras no.

Autora de dos novelas cortas: la imprescindible “Sed” (Eafit, 1999) donde un cúmulo de voces se aglutinan en el cuerpo de una niña que va creciendo a su modo, y ese telar temporal llamado “Los días ajenos” (Universidad de Antioquia, 2002) en el que voces al unísono cuentan desde distintos puntos una saga familiar desde el amor y el camino que, en esta ocasión, vienen a resultar lo mismo. Y autora, como un altar escondido o regalo para sus hijos, de dos obras para el público infantil: la colorida “La cazadora casada” (Panamericana, 2003) y la proactiva “El gran temblor” (Panamericana, 2004), Emma Lucía Ardila (Bucaramanga, 1957) publica en 2007 su primer libro de cuentos que es el que nos convoca el día de hoy.

“Nos queremos así” es un título que denota tiempo. El amor es ciego, o tonto, o irracional. Y muchas veces, la mejor quizás, habita un presente atemporal, sin arriba ni abajo, sin izquierda ni derecha, adentro o afuera. Entre más coordenadas, entre más curiosidad cardinal, entre más ingravidez, mucho mejor.

Pero no todo lo atemporal se refiere al amor.


IV. “land…


Y no todos los cuentos de amor tienen por qué tratar de bailar alrededor de la pasión.

Las referencias siempre son inquietas, pero están ahí cuando se las necesita. Acuden al llamado y ayudan a formar ese rompecabezas que evita el que nos perdamos dentro del laberinto.

Los cuentos, es difícil buscar las fechas de creación, pero para hacernos a una idea, “La puerta” fue finalista del Concurso Nacional de Novela, Cuento y Poesía de la Universidad de Antioquia en el año de 1996, muestran un lado inédito de la –adoptada- paisa.

Un punto a su favor cuando los textos cortos no remiten simplemente a un precalentamiento para las largas distancias.

Aquí lo individual esta separado de lo grupal por un abismo.

Las diferencias, sin embargo, pueden ser imperceptibles.

Las excusas, en cambio, forman parte de un complot para confundir.

Temas por un lado.


V. “is…


Intenciones por el otro.

¿Qué pretende Ardila con estos quince cuentos cortos y al extremo de un borde del que nunca jamás recuperaremos la verdad que albergan?

La manipulación es una de las verdades inobjetables dentro del campo de la lectura. A mayor abuso, mejor atención por parte del ente lector.

Ya lo dije antes, dentro del laberinto, cada quien verá cómo arregla sus propias argucias para salir indemne, siempre y cuando esa fuerza de limpieza interna se pretenda efectuar bajo condiciones implacables.

De la pasión, el deseo y lo vedado –“lo prohibido tiene su encanto”-, los cuentos mutan sinuosamente a una clase de vivencias misteriosas o enigmáticas, insanas, críticas, muy reales o dolorosas, para después abandonar ese deseo a la vera del camino, justo cuando lo racional se presenta, nace, hechiza.

Excepto por “El pañuelo de gasa” –la seducción de un hombre mayor, “canoso” a una adolescente que va a comer helado al Centro Comercial, y “La Puerta” –la nulidad personal, la automatización total- que están construidos desde la tercera persona, en el resto de ejemplos habita la visión de la mujer: “No era necesario hablar, sólo atraerlo con la mirada”.

Pequeñas confesiones cuya intimidad nos refiere a la comunión. Auras rodeadas del poder de la incomunicación, “Conciente de la soledad inevitable, su elección le había proporcionado una tranquilidad que en vano había buscado antes en afectos engañosos.” De la decisión, “La pasión nos tomó de tal forma, o por lo menos a mí”. Del exagerado zoom sobre la realidad, “El dolor, el miedo de vivir, las dudas, los problemas, se volvían deseo, deseo urgente, ineludible”. De la sapiencia, “Se silenció y con su reserva, fue alcanzando un sosiego nuevo”. De los encuentros inesperados, “Se ve deliciosa, como tú”. De la inutilidad de ciertas clases de lucha, “Nos necesitábamos”. Del egoísmo constructor, “Había soñado con un desconocido que trastornara de pronto el engranaje de sus días y los volviera vertiginosos”. Y el del inevitable paso del tiempo, “Quizá se debió a la angustia que ahora era un agobio, al sentimiento de que el tiempo era un plazo vencido y de que los días estaban contados” o “Sintió que aquel embotamiento lo arrastraba, que todo el pasado se disolvía y sólo el presente brutal tenía rostro.”

¿Tiene algún rostro la mano que escribe?


VI. “dangerous.”


¿Importa eso, acaso?

Las historias crean un universo paralelo que puede resultar ser un solo camino, una sola larga y eterna –bucleada- Historia.

La huella buscada, palpable, está feliz de ser seguida. Nunca traducida. A lo mejor inquieta. Móvil o Dúctil. Enorme. Disfrazada. Directa o Real. Furiosa. Coloreada.

El tejido leído no se puede remitir solo a un título. Ni siquiera a lo que existe detrás de ellos. (Finalmente las risas se apagan cuando las luces empiezan a encenderse).

Cuando cada ficha de la pieza queda instalada en ese extraño rompecabezas, los nombres empiezan a cobrar vida. A cruzar, veloces, el tiempo.

Leer es construir, es dar el siguiente paso.

La significación. El sentido del gusto. El tacto visual.

Ardila Jaramillo, veloz en los cuentos, más inquieta y atractiva en las novelas, sigue navegando los mares de letras, en los que poco o nada hemos de hacer los lectores.

¿Existe eso todavía?

El sosiego, la independencia, la no novedad, la verdad desnuda y única. El ojo que apunta y allí pone la letra. El escondite.

El suceso que las luces cazadoras jamás alcanzarán.

“Read ‘em all!”

¿Pero quién se atreverá a llevar la cuenta de los días presentuales para saber el número aproximado de eclipses que nos perdemos?

¿Es suficiente con uno o dos?

¿Con los premiados y los frecuentes colaboradores de las revistas del corazón desnudo?

¿La curiosidad con espíritu de oasis?

Desafortunadamente todas las respuestas son evitadas para continuar por el camino elegido, quizás el más ancho, quizás el natural: “One must eat the other who runs free before him. Put them right into his mouth while fantasizing the beauty of his movements.”

“-Todo es desierto alrededor…”


Aunque la version de “Of Course… pertenece al álbum “Ritual de lo habitual”, de Jane´s Addiction, la versión transmitida durante esta reseña corresponde al cover que de ella hace la artista mejor conocida como MO(n)Q.

1 comentario:

Horgen M'Intosh dijo...

Esta reseña fue escrita para Número, pero parece que por coordenadas temporales la vuelta se cayó...