sábado, 28 de febrero de 2015

Einbahnstraße

MAUS

Art Spiegelman
Reservoir Books. Bogotá. Abril de 2014. 295 pp.

Vaya libro importante, no hay duda en ello. Ese enternecimiento filial, ese descubrimiento a través de un pasado desde su padre. Esa cruel relación de más que saberse hijo de un sobreviviente al holocausto, es saberse hijo, quizás lo peor de todo. Ese valor confesional. Ese manto de ritmo que va claudicándolo a uno, ignorándolo del todo, mientras va contando las dos historias. Ese aceptamiento en ser testigo mudo, inútil, la historia, todo ese recuerdo.
Entonces trataba de recordar quién había dicho que solamente se podría permitir la poesía mas no la narrativa después de Auschwitz, y creía que solamente por medio del cómic se lograría alcanzar a rozar el aura de todos esos seis millones de muertos.
Porque ya no vale decir que fue lo peor. Porque todo es lo peor. Porque ya no vale decir que todo poeta es judío o que toda filosofía es alemana. Porque todo es todo. Por más marcas que pretendan significar un límite, todos cargan tanta barbarie en sí, que parece ser la ruina emocional el único vestigio de camino posible para lograr sobrevivir a un océano cuántico que signa individualismos versus las equivocaciones que alentan per se el saberse vivos para lograr sobrevivir hasta cumplir con la cuota de misterio que a cada quien le ha sido signada en tan cortos intervalos de acción.
De ahí que creer se sienta tan bárbaramente inútil y así sea la razón de una creencia en sí, esperanza la llaman algunos, el motivo de ofrenda para mantenerse en pie.
Como cuando los que se mantenían adeptos al lenguaje lograban sobrevivir en las barracas.
Pero ese infinito no saber del otro...¿cómo se afecta?
¿Que papel juega la suerte o el azar o hemos de llamarlo deseo?
Mención aparte el valor de la documentación. Los dedos partidos, los brazos convertidos en lazos, la suerte de la hamaca, la nieve para paliar la sed, ¿cuánto olor ha debido soportarse?
Pero de cuántos ejes de abyección podríamos hablar documentados a causa de sus sobrevivientes?
¿No crecimos, no nos educaron en tercero de primaria con las historias de los suicidios colectivos de grupos indígenas que no querían someterse a los españoles?
¿Y si de la forma en que lo plasman, qué hacer al leer lo ocurrido en Trujillo, en El Salado, en Bahía Portete, en La Rochela?
¿El rastro de vergüenza del Urabá antioqueño? ¿Los demonios del control de las comunas en esa Medellín que no gana premios? ¿Todo el vasto sector derramado de Aguablanca? ¿Las dicotomías en Buenaventura? ¿Las fosas comunes de los Llanos?
Justo, al dejar pasar tantos años para poder leer "Maus", ese man publica ésto: https://www.youtube.com/watch?v=3e2dShY8jIo y más allá de la circuncisión de la que seguramente hablarán los filósofos, me basta un por qué? para seguir sin entender que pretender algo diferente a "la raza humana infectada" es lo anormal, porque desde la necesidad de sobrevivir están hechas las más minúsculas formas de vida que, para vivir, han de tener que arrasar con todo aquello que necesiten para poder vivir.
Joe Sacco es, entre otros, quien cuenta Gaza. Guy Delisle también. Y ese comienzo que lleva a Ari Folman con David Polonsky a contar lo que cuentan en "Vals con Bashir".
¿La gente de Gaza también son seres humanos? ¿O son una raza pero no humana?
¿Y tras lo de Charlie Hebdo, ¿podremos hacer chistes sobre el Holocausto?
El mundo siguió tras Auschwitz, como si nada. Sebald cuenta algo de eso en ese libro traducido al español como "Sobre la historia natural de la destrucción". ¡Natural!... y sobre esos bombardeos de los aliados sobre Alemania pienso en todo ese color rojo que aparece en las novelas japonesas de la segunda mitad del siglo XX. Y tiendo al abrupto imaginario pensativo de la razón de esa locura japonesa con tanta vaina ahínca que nos es tan atractiva pero inidentificable para nosotros, y recuerdo esa teoría del décimo hombre cuando Gerry Lane va en el auto con Jurgen Warmbrunn y porqué desaparecieron las familias a causa del hambre? ¿y sobrevivir en los trenes dejados al vacío de las semanas del invierno? que es como decir que los del estado de Israel deben masacrar a todo eso que posiblemente pueda entrar a infectarlos porque de lo que se habla es de la vida.
Es raro el odio que el señor Spiegelman le tiene a los negros. Es raro su autismo de tacañería. Es ¿entendible? el odio que le tiene a su siguiente esposa. Y ese suicidio de la mamá. ¿No cierto?

Lo más chistoso de esta obra, de tan importante que es, es que ni responde ni nisiquiera permite empezar a preguntar, porque invita a una mudez parapetada en un signo vacuo, quieto, traducible, me imagino, a ese sentimiento de estar vivo allá.

No sé.

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