sábado, 11 de abril de 2015

The Absolute is Becoming

RUIDO

Álvaro Bisama
Alfaguara. Santiago. Agosto de 2012. 168 pp

Lo común es indicar que todos en suramérica nos parecemos, que todo destino sudaqueño es encargado de maltratar con semejante maldición de lo casi mismo.
Y no deja de inquietar la tribulación que el reciente tiempo, de dos décadas y media para 'cá se está tomando en confianza para con las naciones. Esa ligera alteración geográfica. Esa nueva medida contrabandeada que acabó con todo subsuelo, con todo pobre, con cualquier clase de subsidio.
Cuando Bisama habla de los fantasmas que no se dan cuenta de los tales que son, parece indicar que se trata cuando la gente está ocultecida o camuflada o invisible sin siquiera darse cuenta de que lo verdadero es que no importan.
¿Mejor?
"Ruido" parte desde la provincia chilena y termina felizmente allá mismo.
¿Se acuerdan de cierto regaño de Coetzee cuando lo pusieron a separar literatura de capitales con las de provincias?
Me late la sospecha de que la cuestión es abrumadoramente más compleja de lo que queremos creer.
Alguna vez, leyendo sobre el mundial del 62, se contaba de un muchacho que llegó, desconocido vaya a saberse desde donde ¡hablando una tanda de idiomas impresionantes!
Chile es un país desconocido para mí.
Y hablando de provincias, lo que Vargas Llosa dice de ggm acerca del maravilloso poder de semejante dicha por allá oculto entre la espesura costeña de un país tan rimbombante como Colombia.
La costa es un territorio prácticamente desconocido para mí.
"Aquello que a los otros les provocaba un sagrado temor, a nosotros no nos importaba.
Porque era una vida tranquila"
Y después dice, "Un pueblo de provincia donde ocurrían milagros a lo lejos"
Imaginaba esos escritores, de los que todavía deben quedar un par, muy pocos la verdad, de los que Lars Iyer habla al inicio de ese ensayo: "Vivían en las montañas, cual eremitas desahuciados o aristócratas lunáticos"
Pensaba en la velocidad de los zombies de The Walking Dead frente a la velocidad de los zombies en Guerra Mundial Z.
Ambas clases de escritores, finalmente, son vencedores vencidos de alguna clase de ente no infectado.
Por lo que mi recomendación es que desde provincia se han de estar escribiendo las toneladas del porvenir literario, previo a la implosión de nueva cuenta de los que ya van de salida, entre tanto caminaíto raro mientras se cuidan las cabezas de las luces a propósito.
Bisama recuerda. Y lo que extrae de ese apoteósico recurrir desde la memoria es un rastro de nube de ruido que lo cubre, a partir de entonces, de todo.
"Vivimos ahí, dentro del ruido. 
Nos pareció natural."
O
"Todo es brumoso"
La sensación veloz con que se recorre toda esa catadura del libro deja la sensación del retardo, como se siente desde la vitalidad preferida de la vida misma.
Esa extraña sensación de velocidad que a medida que transcurren los años apunta de capa caída a un golpe etéreo sin fin, hasta el desbarranco de lo que fue una historia.
Ahora que el equipo Colo Colo desea eliminar la nefasta sombra de ese dictador como falangista dentro de su hinchada, transcribo:
"No podemos pensar esos años sin él. No podemos pensar en la dictadura sin la luz de la Virgen que ilumina el cuadro desde el fondo. Tras la tela están los cadáveres, las salas de tortura, los agujeros donde fueron a parar los cuerpos de los muertos, el mar silente sobre el que volaron los helicópteros que lanzaban los cadáveres al mar. Tras la tela están los cerros donde enterraron los cadáveres cubiertos de cal."
Tendía a pensar en la tristeza que me daba el no poder leer la novela que iba a retratar la terrible época del mandato uribista; aunque toda ella ya estaba fielmente esperando desde tantos nichos de información alternativos.
Esa mano estrecha que aprieta con tanta gana el fundamentalismo político. Esa arrechera que otorga el poder. Esa inhabilidad moral para con la pulcritud.
Esa exoneración que queda tras quedar cubierta una sensación histórica, un "nada es para siempre", un colofón de inmundicias racionales.
Pero Bisama no lo sería sin el Metal, ya sea desde el Thrash, ya sea desde el Death.
"Empezamos a creer en el diablo o en la nada, en las plegarias sobre el apocalipsis de las canciones de bandas de death metal, en la idea de que el mundo está regulado por el azar, de que el futuro no existe. Algunos escapamos de ahí. Nos fuimos. Nos escondimos en el puerto, en las ciudades lluviosas del sur, en pensiones del centro de Santiago. Empezamos a disfrutar la soledad. Aprendimos a reconocernos a la distancia: una fuerza de gravedad común nos atraía a lo lejos. Nos emparejamos. Algunos seguimos bailando (..) El pasado no nos interesaba. El presente era nuestro (..) Algunos aprendieron a tocar instrumentos y fundaron bandas. Algunos se pusieron a coleccionar discos. Construimos una mitología ahí, con esos pedazos, con ese sonido."
Se puede cambiar el centro de Santiago por Chapinero y todo queda casi igual.
Y después, y que quede claro que la culpa no es de ellos, es del tiempo.
"Algunos se metieron en política. Se volvieron concejales y gestores culturales, empezaron a negociar con los viejos capos de la política local. Las bandas empezaron a querer sonar mejor. Compramos equipos. Insonorizamos los cuartos y las bodegas que eran nuestras salas de ensayo. Nos mudamos a las nuevas poblaciones que crecían sobre los cerros pelados. Nuestra música se volvió más lenta, más consciente de lo que decía; empezaron a tener sentido."
El resto, así como cuando los hardcores empezaron a masterizarse y a doctorarse y dejaron que las bandas fueran una fotocopia galvanizada de una broma que había tenido su último murmullo ocho años atrás, o cuando los punks empezaron a darse cuenta de que sin el Polo no eran la mar de nadie y acuciando ya familias enteras y nuevas que alimentar, y amparados en esa veracidad de una nueva ola tan inquieta, desordenada, estúpida, corrupta y novedosa de izquierda, la convención contra el capitalismo era cosa de un par de décadas para dejar un mundo al alcance de los niños, benéfico, imaginario, "para todos".
Cuando lo único cierto es que todos iban a fallecer de alumbre.
Y es cuando todo pretende cobrar un sentido desde la ficción; desde la doble ficción: porque al final ya nadie recuerda. Excepto ella. Pero ella ya no puede hablar porque las circunstancias no son las indicadas para hacerlo. Ya el cerro, misteriosamente ha desaparecido. Ya las respuestas se hallan, como no, en el informalismo de un intersexual que ni quiere brillar ahora ni nadie desea volver a convocar porque si Jesús viniese con el doble sexo ahí mismo sería ejecutado nuevamente.

Bendito

Bisama

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