METAMORFOSIS DEL JARDÍN
Giovanni Quessep
Galaxia Gutemberg/Círculo de Lectores. Barcelona. 2007. 450 pp.
“El jardín es inmenso”
A veces es preciso el silencio. Se necesita como el sediento llama al agua. A veces es vital ese silencio. Quizás, el único silencio existente. Aquel habitante permanente del tiempo eterno. Aquel punto que cada vez es más terrible para hallar, para cazar, para atravesar.
A veces, como en esta ocasión, el silencio se convierte en un ingrediente para la comprensión de los textos que se posan frente a nuestros ojos. Aún con sus alas húmedas. A punto de ser disecadas por la memoria, el recuerdo, el vacío, el olvido.
Han debido pasar muchas lunas para que llegara a la poesía de Quessep.
Lo había oído infinidad de veces desde los más diversos flancos, y de alguna extraña forma inconsciente, esperaba este tomo. Su poesía reunida desde 1968 hasta 2006. No precisaba de otro tipo de búsqueda. Calvino ya lo había dicho: “La ciudad y el libro que necesites, caerán en tus manos”. Ya desde el principio intuía que algo podría suceder si lograba acatar las órdenes impartidas por el destino, en su subdivisión Juego Temporal. ¿Futuro? ¿Pasado? ¿Qué clase de Presente se puede nombrar aquí?
La labor que hace Nicanor Vélez en el prólogo, no sin cierta ayuda de la entrevista que le hiciera al poeta Piedad Bonnett (“Imaginación y oficio (Conversaciones con seis poetas colombianos) (Universidad de Antioquia, 2003)), para armar un mapa necesario en ésta ocasión para romper con los (in)ciertos moldes a los cuales se ha sometido la poesía quessepiana desde su (casi) inicio.
Nacido en San Onofre, en 1939, descendiente de libaneses expulsados de su territorio por los otomanos, tuvo la misión de traducir una realidad suya, muy propia , muy íntima, muy raizal –aljibes, almendros, cedros, azules, jardines, su abuela, el mar, el viaje, el exilio, la discriminación-, en una extraña y antigua forma fantasiosa, filtrada por un sabor datilar que convierte a sus palabras en un túnel temporal que lleva a una zona precavidamente protegida de un Mundo Oriental, tan bello como delicado, tan contemporáneo como antiguo, tan contemplativo como peligroso o doloroso…
El viaje inicia en 1961 con el impreciso “Después del paraíso”, único volumen descartado para la completud del tomo que hemos de detentar en las manos.
¿Se nace o se hace poeta?
Quessep opta por la primera opción.
A veces no hay duda de que tal designio es tan inaudito como celestial.
Claro. Puede ser un ángel o un demonio, lo realmente importante es el mensaje.
Y en esta ocasión, lo que queda es una clase de poesía perfectamente desconocida que empieza a hundir sus raíces en ese suelo colombiano, tan bien repasado por los autores canónicos imbatibles desde sus trincheras antologazas, claro, por las manos de otra clase de seres “poéticos”.
¿Qué seduce desde la orilla Quessep?
El ambiente, la atmósfera, lo cercano a lo humano con tan poquísimos elementos que sostiene con una fuerza natural, endeble como una rama.
¿Lo orgánico siempre es natural?
¿Lo solitario siempre apunta hacia una sola dirección?
¿La belleza es eso que transita frente a nuestros ojos impasiblemente?
¿Es la poesía una forma musical dictada desde algunos planos desconocidos por la ciencia humana?
¿Es la poesía la respuesta a nuestros interrogantes en torno a la existencia de seres superiores?
¿Se es pescador de poemas?
¿Se transfigura la palabra llevándola al poema?
¿Se alcanza la iluminación leyendo poemas iluminados?
Vanas preguntas para no hallar jamás la respuesta.
Sólo resta la apuesta a por el designio que cada uno de nosotros ha trazado para ésta vida, y gozar aquello que podamos leer mientras podamos.
Máxime, si viene con el encanto agregado de ser hecho con la pasión invisible de quién (no) se sabe seguro de su destino.
¿Es acaso Quessep el enviado?
¿Una brillante forma de entender que el desierto, el mar y el jardín son vectores que señalan nuestros corazones como cabinas dulces de luz?
¿Y volaremos?
Aún cuando tengamos nuestras alas extendidas, la palabra no nos será descubierta. No se necesita llegar hasta ese límite. No es necesario dudar, cuando la luz yace en nosotros. Seres perfectamente imbatibles dentro del campo de la lectura.
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