POSTALES URBANAS
Álvaro Bisama
ElMercurio/Aguilar. Santiago. Enero de 2006. 222 pp.
La distancia. Esa necesidad irrebatible de dar unos pasos atrás para ver/imaginar el cuadro completo. Cubrirse los oídos para percibir en su totalidad natural la canción. Cerrar los ojos para verlo todo. Sí para algunos lo esencial es invisible a los ojos, para leer este libro se necesita de cierta clase de movimiento que sólo lo puede dar la lejanía. Paisaje laberíntico. Cuando la nave aterriza, y según la memoria de cada uno, el camino se puede recorrer de una manera diferente, quizás brillante, o lo más cercano a una epifanía. Pero claro, los riesgos corren por cuenta del respetable lector. El umbral del dolor, es curioso, siempre es diferente para cualquiera que se atreva a acercarse a estas orillas.
Bisama es contratado por la revista Ciudad Y Arquitectura para que escriba una suerte de crónicas urbanas. Y eso hace. Mirar, vivir, caminar, recorrer, recordar, preguntar, robar, ¡sobrevivir atravesando! Poco a poco, de la mano de él mismo o ideado por alguien detrás de su figura, la idea se empieza a transformar, o a tomar la verdadera forma, y se vuelve un libro. Él mismo se ofrece a aclarar las cosas: “desconfiar de los cronistas. Leerlos como ficciones repentinas, como apariciones súbitas, como las memorias falsas de una ciudad que no existe.” Entonces empieza el camino. Dividido en cuatro capítulos: “Películas callejeras” o instantáneas de fragmentos muy precisos de tiempo real; “Paisaje en concreto” o un intento de aproximación (teórica) al espacio; “Apariciones súbitas” o el Bisama eléctrico sin ninguna conexión excepto con el papel, el movimiento y la escritura; y “Lugares” o lo canónico bizarro.
Lo que se encuentra adentro es surreal, directo, colombianamente comparable, exquisito, diplomáticamente arriesgado, repetitivo y sobre todo, catártico.
“Esto debería ser una novela. O un libro de cuentos. Nada más seguro, nada más deseable que las cálidas sábanas de la ficción para acurrucar los sueños o pesadillas de la ciudad. Nada más cómodo. Pero no lo es.”
Después, y es justo cuando la (necesaria) distancia empieza a solicitarse, llega ese Lado B de la realidad, esa somera apuesta a que será la crónica la representante digna de estos tiempos, porque tras cada calle, cada historia de personas o tribvs o edificaciones o gatos, el reflejo de absurda & absoluta soledad aparece como un fantasma poco feliz. Así que se escoge. Se sigue el patrón físico, o el emocional. Claro, lo ideal sería abarcar ambos, y de hecho es más llamativo trazar una línea imaginaria que raye las ciudades involucradas: Valparaíso, Santiago, Viña, Rancagua; porque lo otro se vuelve denso, opaco, miedoso, vacuo, desesperado.
“Escribo sobre la ciudad como un modo de entenderla, de comprenderla, porque en cierto modo se me aparece como un enigma.” Bisama va en pos de lo poético, pero se encuentra con que ello dejó hace rato de existir. Inconscientemente, oh, él lo crea al escribir. (La Poesía) Vive, aunque no nos enteramos de dónde, cómo, por qué. A veces el poema, para Bisama, es una nueva construcción demasiado blanca, como el espacio que queda en una hoja impresa con uno de esos artefactos tan humanos.
Y justo antes de la paranoia, de ver demasiada tele o muchísimo cine gore y creerse perseguido por extraterrestres, zombies, punkys, darkys o góticos, y sin poder huir pero si sobrevivir, esta esa ecuación temporal; porque durante todo el tiempo la lucha persiste. Un pasado que le abrió las puertas –fauces- a un presente moribundo, en el borde, o en el límite, siempre a punto de colapsar por culpa del peso de dolor que carga cada habitante, la incomprensión, la peor miseria de todas: la del corazón, la desesperanza que hunde sus raíces en la piel de cada marca humana y empieza a beber su sangre con la única pasión que se encuentra en el texto. Algún trecho hay de hacer el amor a sostener una erección en algún corredor oscuro o laberinto seco con algo, alguien, eso. Y por más gemidos, aullidos, llamados que se hagan, el silencio lo cubre todo, como lo hará seguramente en el verdadero futuro que muchos no veremos.
Antes de narrador, Bisama publicó crónica. Y detrás del disfraz de acranista, yace el del crítico. A todos les creo. Pero es innegable la ternura que exuda lo real, lo que es. A veces uno no puede huir de sí mismo por más que lo intente de todos los laberintos posibles. Bisama tiene esa clave para descifrar algunos elementos trátese de novelas, películas, comics, canciones, y después, las personas. Crear esos paisajes urbanos vivos mientras dura un parpadeo por medio del cut up, o seguir las sendas estrechas de su propio Ki, por medio de la vasta capacidad musical que lo acompaña: desde el soul de Barry White hasta el Thrash satánico de Slayer, o citar correctamente a Tori Amos, sentirse cómplice de Morrisey, acompañado de R.E.M. o de Bob Dylan o de Porno For Pyros.
¿Qué más hay? ¿Qué sobrevivirá a ese under the bridge downtown? ¿qué significará sí se cumplen esas profecías invasionales? ¿qué color tendrá el cielo cuando ya no podamos abrir los ojos? ¿quién será la última persona que se cansará de esperar nada? ¿quién llegará de último? “No hay ninguna razón para eso, simplemente una vida cotidiana que se desmenuza de una manera lenta y casi imperceptible”. Puro jet lag citadino. Eso ya es mucho. Pero la orilla más próxima se encuentra detrás del velo de la muerte, y aún no lo cruzamos. “Estás aquí para observar. Es imposible no mirar”. Es imposible no sentir. Es imposible no somatizar. Es imposible abarcarlo todo solo con la presencia. Es imposible tocar…….
No hay comentarios:
Publicar un comentario