SOHO-CRÓNICAS
VV.AA.
Aguilar. Bogotá. Mayo de 2008. 548 pp.
Hace algunos años, muchos quizás, escribí un artículo –ahora irremediablemente perdido en una vieja casa de paso- sobre la Revista SoHo: en una época en que todo parecía renacer para la Neoliteratura Colombiana, ponía a la Revista en cuestión como una especie de Revista Cromos: una publicación capaz de atravesar décadas y generaciones como si de un árbol o una cascada se tratara, y mientras va acumulando firmas colaboracionistas, va poniendo en el buen resguardo del olvido a aquellas personas que dieron parte de su vida por alcanzar un número más.
La Generación SoHo, pues, comenzaba ese lento proceso para acuñar algo que los representará en la Historia, sin saber que sería la Revista ese Sol que acuñaría a una legioncita de planetas privados.
Al atravesar la llanura, las sutiles diferencias del paisaje obligan a que aquello de gran impacto prevalezca sobre lo que será llamado maleza o rastrojo.
La naturaleza, igual, sigue su curso.
Y en campo abierto, muchas veces, uno no se da cuenta de lo que pisa o ha dejado atrás.
¿Cómo se llama ese árbol?
¿Recordaré ese atardecer y no se confundirá con los de más allá?
¿Y ese saludo campesino, tan líquido, tan fresco?
José Alejandro Castaño la pinta difícil con “La desenterradora de cuerpos”, el bosque detrás de los cuerpos cuidadosamente mutilados por los paramilitares para no gastar balas.
El casi siempre certero Efraim Medina Reyes con “Boxeador por un día” trepando al lector en una inverosímil ola de confianza, exactitud y dolor.
Alberto Salcedo Ramos con ese clásico inmediato titulado “El oro y la oscuridad-la vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé”, (Crónica mutada naturalmente a libro).
La pulcritud de Andrés Sanín en “El colombiano más bajito”.
La incontinencia, el vértigo y el eterno insomnio de Daniel Riera en “De gira con Charly”.
El lado femenino desde el punto masculino, y en la mitad, todo lo demás; Leila Guerriero y “El clon de Freddie Mercury”.
Y el sube y baja Antonio García Ángel? con una hilarante crónica llamada “Raelianos”, muy apropiada para su sistema de medida.
Lo particular de este libro es que se convierte en una muestra genial de aquello que la revista es: entrar por salir, mirarse al espejo, aprovechar las gangas, hundir la atención aquí o allá. ¡Y sin mujeres ni hombres ni desnudos ni cuerpos tal cual vinieron al mundo!
Lo que quiere decir que las inquietudes se resuelven por si solas.
La fuerza del paisaje, a veces, es la inquietud de la palabra.
Y a veces el recuerdo es lo que forma el pozo natural de dónde sale todo.
Que es lo que queda.
Sea a propósito, sea un dignatario del azar.
Al fin y al cabo, cada país tiene las Revistas que se merece.
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Publicado originalmente en "El Cotidiano", en la columna "Lector Ritual"
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