lunes, 6 de agosto de 2012

From now on

JOHNNY COGIÓ SU FUSIL

Dalton Trumbo
Bruguera. Barcelona. Mayo de 1981. 215 pp

Es fácil empezar a hablar de relecturas a cierta edad, más por acumulación que por destacamento o solidez de esa que tanto hablan los doctos.

Confieso, ahora que reviso el video de Metallica por Youtube que recordaba esa primera vez -y única- en aquellos finales de los 80 en la tele colombiana, que la novela de Trumbo se volvió tan imperante en mi camino de vida que al no estar en la Biblioteca Pública Gabriel Turbay devoré con no poco entusiasmo "La noche del Uro", obra de la que difícilmente recuerdo algo excepto ese diálogo en el que el niño futuro oficial nazi le miente a su compañerito de juegos y gracias a la oscuridad puede ocultar la lágrima del rompimiento de ese algo estructural en su emoción que manifestaría su no tan lejano lío moral o ético -si algo de eso existe- en una segunda guerra mundial o algo así que llaman.

Pero pasadas las décadas, y eso que me vanagloriaba de recordar detalles enteros de la novela, me topo con un lío temporal del que no puedo menos que pretender escapar, porque la obra de Trumbo es un fiel reflejo de eso a lo que el mundo corporativo nos empuja: a obedecer incapacitados para desear algo más allá de lo que las "regulaciones" lo permiten. Y así reír es más fácil, aunque cada rostro ya sea hechizo de un FB o TW o página de turno que nos endilgue el beneficio de la fama, así sea para manifestarnos como Freaks de circo.

Y aparte del dolor que se puede llegar a sentir, y de la rabieta y del postestructuralismo anarquista -hoy convertido en un desodorante-, la novela la leo como un caminito táctil para sí mismo y no dejarse huir por las hendiduras que acechan cual arpías para llevárselo a uno in corpore a la perdición desasosegada del que fue uno mismo, antes o después de.

"Entonces comenzaron a despedazarle", "Siguió pensando en la piel", "Y sintió sus manos manipulando su cuerpo y la cama", "Sintió sus lágrimas sobre el pecho a través de la camisa de dormir", "Sintió la piedad en la suavidad de su contacto"....

Porque más allá del fracaso, que diría Vincent, del proyecto humano, ese tejidito que perfectamente puede unirnos, tal como se escucha en su capítulo final, nada de nada, pre hecatombe por supuesto, y en el silencio de la virtud porque si me salvo yo me podré, quizás, salvar también yo.
Fracaso que me deja, sin más argumentos, alguna sonrisa equívoca, y el doble recuerdo de una gana del porvenir por repasar tanto "1984" como "Opio en las nubes", ambas obras en las que el también dolor o eco finito de bombas que caen de aviones me incita al pecado de la misteriosa forma de soñarme sin equivocación en medio de un batalla real, sin esperanza de acabar, por supuesto, pero vital.

Johnny nos recuerda lo que duele creer en un océano vasto de mentiras y autoextinción....

Pero nadie nos salva de vivir para ver apagar la lucecita roja de los ojos de nuestros pares, amén

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