Esa desgracia para los tiempos que van corriendo, que
poco a poco, sin apenas suspirar, nos cercan con una abrazo de púas para
extraer el resto de emoción que, coagulada, permanecía imbatible en aquel
cuenco, humano, lleno de sed no obstante, lleno de tal dolor, tan vivo, sin
embargo, tan.
“El desencanto redentor”, canta la banda en “(epidemia
mundial de desencanto)”, suerte de abrebocas para comprehender que allende el
silencio, el cúmulo lento de la lentitud aboga por permanecer en nos para
vigilar el cruce de la balsa a la siguiente estancia de paraíso, la fuga, la no
muerte, pero que no vida, la crueldad tibia del desacierto, de la voracidad
insensata, del combate contra la finitud, mas juventud en bucle, colapsante,
entre agobio, fantasmas ya, los unos, sin ardor, reemplazo mineral de la
pasión, entre paredes magmas de una fe que sin duda vira a sí misma a la
velocidad de la voz de antaño ya tan tolerada, ectoplasma.
“En las fracturas aún ajenas al control”, canta en “La
paciencia del cuchillo”. Lo importante es mantener viva la imagen del recuerdo
del embate de una lucha que insiste, moralmente, en llevarse a cabo, aún ante
el infinito fracaso de la mancha; una vez más, pero no más. Eso mismo, pero no
más. Eso mismo, hasta el no más.
“paisajes post industriales,
sin presentes, ni futuros”, canta en “Geografías”. Cuando
decía quietud, más allá de pretender un silencio, era la magnitud del feroz
olvido, ya sin siquiera una sombra a la cual acoger la esencia, que ningún
abrazo, que ninguna premonición.
De regreso de la repulsa inflación, ya sin alcance de
brazos estirados en una zona común negra por muerta, la comunión del crucial
metal con la palidez del hardcore ofrecía un miedo sin cabeza traducido a la
esencia de lo acústico, tan lejos ya del centro nuclear del peligro cuya
hoguera seguiría alimentando a tantos demás, con la nostalgia vigilante al
frente, quizás asumiendo algunos alcances minúsculos de los lados, más que
huyente, en perpetuo desarraigo, esa fe puesta en semillas muertas, esa voz de
cloaca que funde el ánimo, esta vez alcanzando la orilla idiomática del
español. El svr. Ya no habría otro lugar qué huir. Desde el svr
No hay comentarios:
Publicar un comentario