sábado, 11 de febrero de 2017

~ 20 M☉

ALTO RENDIMIENTO -Las crónicas olímpicas completas-

Carolina Sanín
Matera libros. Bogotá. Diciembre de 2016. 136 pp

En una lista de lo mejor del año pasado, no tengo muy presente cómo llegué a ella, de una peruana, lo siento, no voy en pos de las listas de libros, leía "Los niños"entre las elegidas. El libro había sido publicado en 2014 y había tenido una edición española en 2015. Lo leí. No lo entendí. Leí algunos momentos elogiosos. Lo tildaban de terror urbano. Pensé dejar las cosas así
Cuando salió el libro sobre F González, entendí que no lo podría leer derecho, que tenía que disponer de tiempo para poder abrazarlo. Me gusta porque quién presenta no es otra que la Profesora. Por ética jamás pondría un pie en la Universidad de Los Andes. Suele decirse que trabajar en medio de gente de plata o de, muchísima plata, es cómodo. Y por cuestiones personales abandoné la posibilidad de pagar por cursos en librerías después de darle plata a un profesor benemérito que me dejó más vergüenzas y afanes que enseñanzas. Hay que cuidar la plata, así sea botándola. De Hernán Peláez aprendí que, pasados los 30's, si no es a la vida misma a lo que apunta el profesor (de turno) lo mejor es seguir solo aprendiéndolo todo
De la postura política de Carolina, en algún momento estuvo en una lista del Polo Democrático, y de su complejo sentido de la autoestima desde una puta red social no me interesa hablar. Es ella, es de ella, vuelve a ser ella y que siga siendo ella. Básicamente la única Carolina que conoceré y que singularmente quiero tener viva en mi mente es la escritora. Todo de ella, como lo de todo en nosotros, va a morir y por ende será todo pasto del olvido; pero desde su singularidad épica, anormal, rechoncha, por momentos facha y lujuriosa o lúbrica que es su escritura, sí que deseo untarme. Lo bueno es que no hace falta conocerla a ella en persona. Tampoco me interesa. Y una última advertencia porque sí o porque ya; urge la aparición de un libro que recopile sus columnas de opinión en El Espectador que, si mal no recuerdo, levantaron cierto tipo de ampolla, oh vaia vaia, en hombres que posteriormente entraron a formar parte del séquito de un futuro Nobel de Paz. Al parecer, su aura es de fuego. Ya fue algo que hizo o dijo o escribió o recomendó Andrés Caicedo. Ya todo parece haberse dicho o escrito. Insisto. Su lujuria. Insisto. Su lujuria

Ahora que trato de recordar quién putas dijo que no es uno quién escoje a sus influencias sino que son ellas las que lo eligen a uno, sostengo la tesis de que será Carolina o más bien, su Obra, la que nos representará según las canónicas generaciones posteriores. Cuando el paciente muere y es el momento de la verdad, desde las agrieras hasta la seducción de la autopsia, lo único que lo enfrentará al porvenir será su propia Obra. Soy reiterativo en ello. Por la sencilla razón de que ya pronto voy a fallecer y me gusta ponerme a pensar en las personas que leí y ejerzo el derecho al juego. Al recuerdo. A sentarme a pensar en la vida en setenta u ochenta años. Y Carolina está ahí. La obra de ella. Porque ella ya está muerta, como todos vamos a morir

La primera inquietud que me deja el libro es la inmediatez, la soltura, la irresponsabilidad, la chispa, la autodefensa, el desapego, la salvación, el recorrido, la tarea, la sobrevivencia
A Carolina hay que leerla lento, su prosa arrolla, musculosa, sólida, geolítica, densa, brumosa, marcadamente estirada, demasiado íntima en una hiperacionalidad de laberinto y asfixia, y aún así cordialmente amable desde la tribuna poética, bella, limpia
Aquí hay sudor, tiene que haberlo, no hay profilaxis, tal vez equivocaciones a posteriori, una resbalada, chascarrillos, la mitad más uno, un tricitico de aquello, posiblemente un poquito de morbo, la herencia humana, la vaga vastedad implícita de nuestra mezcla soberana, el blablabla, y no ganar de palabra, sino ejercer la velocidad del derecho al voto, y demás

Lo que se lee es un capítulo nuevo en la extraña saga de la literatura colombiana; como cuando MetallicA hizo en "Lulu" y sería su mejor trabajo en toda su apabullante historia. El libro de improvisación que va ahora adelante señalando el camino oscuro de una época maltrecha por sus protagonistas y la culpa tal de nuestra propia extinción que obedecemos a tachar la verdad para no deprimirnos más, aún. La urgencia, esa es la clave de todo, y atrás, la bella invención, el juego de azares, la emancipación lúbrica de historias posibles de encuentros, hallazgos, amores, celebraciones, triunfos, opacidades, y murmullos del tiempo que viene, que venía: el 'No', Fvckin' Amplio Donal'n, la vaga expulsión, la verdadera señora del destino era yo, dice; y cuando confiesa su cansancio de la mentira, cuando toda esta época malanga pase y ese forúnculo del poder sea un vago chiste, otra vez hasta que a una parte de la población proclive a la estupidez le de por abrir la cerradura de los putos nazis, otra vez

Ahorita que ya empiezo a repasar el libro, justo ayer que leía el capítulo doce del Ulises, donde aparece Gerryowen, me acuerdo que la protagonista de Los niños tiene un galgo, y acá vuelve a figurar Dalia, que ya había protagonizado un libro, Grupo Editorial Norma, Julio de 2010... es seductor, no puedo emplear otra palabra, pero es seductor invitar a los animales de uno a las obras, ella es Fernando Vallejo, esa línea que llamo rara, que involucra a Caicedo Estela, que es tan fácil de sentir, y ahí está también F González, dueños o poseedores de una obra tan particular, pero tan sinuosa según la línea del tiempo; las mujeres deportistas... y abro un paréntesis, porque me dio mucha risa ese artículo sobre la manera en que los comentaristas deportivos se refieren a las nadadoras, y aparecía, ¡jueputa memoria! Katie Ledecky -siento que debo ponerme de pie ante semejante deportista-, ¿sí era Ledecký? ¿O era la dama de Hierro? Definitivamente no era Maya, ni Simone; y es parte de la importancia pedagógica de Carolina, de poner el punto sobre la I en un asunto hoy en día, menos mal, extremadamente delicado y que ella ya ha tratado en muchas ocasiones anteriores, pero me daba risa porque a veces me imagino que el artículo no es contra o sobre advertencias, sino es más benigno, y lo confieso, osea, nunca antes me había permitido sentir algo por una voz de alguien así, y es que a casi un año de finalizado el certamen, conservo el palpitar de la voz de la única Sylvia Poll y ese diáfano tornado que se forma entre sus palabras, y la pronunciacion de cada participante, y la extensión del recorrido cuando salían a la pileta y antes de que apareciera el nombre en pantalla ella empezaba a decir, yo la vi en y compitió tal y tal y tiene éstos récords, y es esa fragilidad en la velocidad para llenar el respeto de cada una de ellas, y decía ¿por qué Carolina no escribió sobre Sylvia? Seguramente no le servía o no le gustaba o lo que fuera, a veces uno cree que por ser Carolina todo lo sabe y no, todos marcamos nuestros límites, como cuando se imagina la no competencia en un futuro, resultados cero, como si Goku participase en una competencia, en nivel sayayín summo, algo así, espiritual, la evolución... ¿qué efectos tendrá esa cuasi teletrasnportación en el cuerpo físico humano? ¿Ustedes se acuerdan del efecto cuando Bruce Dickinson, sí, nuestro Bruce Dickinson experimentó esa nave que viajaba, con forma de avión, entre NYC y Australia lo que se demora París-NYC? Carolina confiesa que no sabe mucho de deporte, de la ciencia del deporte, pero me quedé pensando en eso... en nuestras células.. como meternos en una licuadora... desaparecer, volver a aparecer... ser uno mismo... como el grupo, The Ghost Inside... Sigo leyendo lo subrayado, y cuando se encuentra con la delegación inglesa y nos echan la maldición del 'no', termina la frase con me fui de allí rápido para no sucumbir a la congoja, eso es puro Caicedo Estela... es increíble el potencial de Carolina, que después uno lee, ella es un tesoro nacional de su país, nada más cierto que la verdad total y certera y absoluta... es tan chévre, es como cuando Whitman dice que sus escritos van a durar muchas generaciones, como cuando Ovidio dice que gracias a la fama, vivirá...

Cierro con otra clase de capítulo aparte que la multitalentosa escritora se propone abrir, y es esa conexión ritual desde el deporte para con la vida, que es lo que nos enseñaba Peláez desde El Pulso... porque esa es ser Maestra... dejar regado o tirado o atrás lo que indica el plan de estudio y abrir las compuertas a eso único que tenemos, que llevamos siempre en pos de culminar, de ahí hasta la muerte, nuestro fallecimiento entero:

Que por cierto, bien podría, si es que ya no la hay, iniciar una clase en entidades universitarias que manejan la línea deportiva

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