HOLOCAUSTO EN EL SILENCIO
Veinte años en busca de la verdad
Adriana Echeverry & Ana María Hanssen
Planeta + Semana. Bogotá. Octubre de 2005. 245 pp
Lo que empiezo a decir es la voz. El tipo de voces que se oyen acá. La súplica. La excusa. La solicitud. El murmullo que es incapaz de decir de frente que su vida vale huevo. La palabra que indaga. La voz que ha sido entrenada para decir mentiras. La voz que engaña. La palabra de supuesto mando que obedece ¿pero a quién? para mantener el sofisma del statu quo. La voz sombría. La voz del dolor. La voz lesiva. La voz que no se acaba con un brutal incendio que inicia menos de una hora después de iniciada la toma y justo por el costado donde no pueden entrar los tanques llamados Urutu. La voz que huye. La voz de mando que ordena el olvido. La voz que cree que triunfó. La voz de un error de plan. La voz que inquieta repetir y que no sabe que segundas partes no son benignas. La voz pausada mas indecisa. La voz en contravía de la ineptitud que se torna incómoda. La voz callada que persiste en la memoria colectiva. La fractura que sigue abierta. La actitud silenciosa. La voz cómplice y resguardada. La cobardía. La voz de la omisión. La voz que toleró. La necesidad de destruir desde el olvido el estado de derecho desde la mismísima legalidad. La voz mantenida viva durante un año para torturarla. La voz de esa búsqueda difícil hasta la Ciudad Escondida en el batallón de Fusagasugá en donde esconden a personas que nunca vuelven a ver la luz del sol. Voz de padre. Voz de hermano. Voz de jueza. Voz oculta que ha enloquecido porque no cree que pudo salir con vida. Voz pusilánime. Voz medrosa. Voz que dice que al frente en la primera línea los disparos entonces sí provinieron de. La voz que queda faltando poco para acabar con el M en el Cauca. La voz de esa oportunidad de creer que mediante le bombardeo todo se logrará para gratificar una paz de un mero costado y abierto y supurante. La voz de la que pende la trampa. La voz de la inquina. La voz que no puede permitirse dejar el rastro en el olvido. La voz de Parejo que define el suceso como una alocada aventura. La voz de Medellín Becerra que culpa al M de la toma y al ejército y gobierno de la matazón. La voz que reconoce el error de una idea absurda. La voz que señala al ejército de demente & desquiciado. La voz que señala a Belisario, es otra voz, como Cobarde. La voz que confirma el súbito golpe de estado durante aquellas 27 horas. La voz de Petro que dice que la orden provino del mandato de los megagrupos económicos de aquel entonces. La voz de Petro acusando o señalando a Castro de haber interrumpido el mandato constitucional de Betancur para dejarle el camino expedito a los militares. La voz que declaraba a los magistrados como antimilitaristas. La voz del acto incomprensible desproporcionado e inaceptable. La voz de la violación del DIH. Toda voz que sigue siendo fragmentada de un fragmento del que se sigue esperando la verdad completa. La voz para no dejarse ganar del olvido. La voz que prevaleció por encima del silencio que querían imponer disfrazado de triunfo
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