ESCRIBIR
Marguerite Duras
Tusquets. Barcelona.. Octubre de 1994. (leído hasta la página) 56
¿Será cierto eso de que la gente que escribe es rara?
Hace poco empezaba a ver una peli. No soy muy bueno aguantando pelis. No soy muy bueno asistiendo a restaurantes tampoco. No voy jamás a una fiesta en lugar público y menos iré a una fiesta en un entorno privado. Quizás ya he hecho mi vida acorde a no conocer a nadie para no tener que recibir invitaciones. Parafraseando a alguna terapeuta que a mediados de los 90's decía que era quizás porque me daba miedo el rechazo. Y no es el rechazo es el pavor a participar. A la felicidad. Al disfraz. ¿A confiar? ¿A entregarse? Y en la peli decían que la gente fallece y que la música se termina pero el arte es para siempre. La soledad también diría yo. Sosteniendo una hipótesis de paisaje en una mano mientras en la otra hay una taza de café recalentado. Y pensaba en Cheever. En sus Diarios. En la parte final de sus Diarios. O cuando el man ya es maduro y hace un montón de cosas que es estar muriendo
Me parece grato cuando Marguerite dice que está sola muy lejos de todo. O cuando dice que siempre he llevado mi escritura conmigo, dondequiera que haya ido. Me da risa recordar las agenditas que empezaba a rellenar en mis años de colegio y sobre todo cuando mi primera incursión al espacio exterior de mi familia que fue la vida en Tunja. Aprender a domar un horario. No me atreveré nunca a denominarlo un talento como lo llamaría Capote. Pero Capote era un vil alcohólico
La soledad de la escritura es una soledad sin la que el escribir no se produce
Me gusta cuando deja la palabra exacta en un verbo y no sustantivo
Me gusta cuando coincide en la vida de alguien que a punta de intuición deseó en algún punto de su vida ser manifestado como alguien que escribía mas no llamarse escritor. Alrededor de la persona que escribe libros siempre debe haber una separación de los demás. Y vuelvo a traer a la mente a la terapeuta que decía que yo había construido una muralla alrededor de mi corazón para que por entonces Pilar no entrase. Y el problema era yo. Pero no sabía que ya estaba construyendo la fortaleza para poder desarrollar mi misión. El fastidio que da la vida social. La patética perdedera de tiempo que son los viajes. La soledad no se encuentra, se hace. Y hacerla cuesta un mero montón
La lucha continua que es dejar que esa vaina fluya para que esa especie de Don que alguien tiene se reproduzca. Hallarse en un agujero, en el fondo de un agujero, en una soledad casi total y descubrir que sólo la escritura te salvará. Y conjugar ese nefando destino con la prédica del cuerpo y que no se enferme y sea capaz de responder y trazar esos mapas sin aparente sentido y sí sin una ubicación precisa para que sea un atisbo de futuro aprovechado por algunos ojos que destraben la clave insumisa a la que se ha destinado cualquier rango de palabra. Cualquier clase de apuesta desde el arte
Y al pasar los años. Editado o no. Vendido o no. Reconocer que la labor es mucho más allá de un resultado proclive a la calificación. La maravilla del error. La significancia de saber que alguien más lee lo escrito. Recibir un pago. Ser solicitado para un autógrafo. Una selfi. Un saludo desde la otra acera: ¡Maestro! La soledad es eso sin lo que nada se hace
Entonces hay una manera de escribir que viene desde una calma y otra que viene desde una rabia. Ambas podrían ser válidas. Lo mejor es ocultar el sentido torpe de la soledad bajo el éxito o los cuerpos o el alcohol. Derrumbarse y llegar aparentemente acompañado hasta un lugar en el que de la oscuridad únicamente saldrá de nuevo la soledad con mayor eco de valentía porque no hay mucha gente entre toda esa cantidad de miles de millones que deseen apostar a un destino tan quieto y maníaco pero tan brillante y cercano y untado de cuanta maravilla imaginada pueda servir de foco para no perder esa luz de un horizonte inalcanzable es cierto pero físicamente expuesta y que siempre como en el caso de las sirenas llama para devorar llama para encender como para que el alimento que es uno sea más nutritivo o sea una presa más prestigiosa de cazar de llevar a cabo
Y esa es la asimilación de un destino. Corto. Insignificante. Minúsculo. Peligroso en cuanto a las mareas fuertes que se suceden al interior. La palabra como fantasmas para qué. El monstruo está en mí
Y de ahí a la locura. Y de ahí a la soledad. Y de ahí al beneplácito de lo desconocido. El ámbito perpetuo para irse a una batalla "a sabiendas de saberse derrotado" para averiguar qué se siente al tocar esa luz y saber que al ser deglutido por ella nada ni nadie podrá declararlo excepto por la intuición que se ha dejado trazada a modo de castigo cual es la escritura. Esa maldad plagada de placer caótico terriblemente asfixiante
1 comentario:
ESCRIBIR
Marguerite Duras
Tusquets. Barcelona.. Octubre de 1994. (leído hasta la página) 56
¿Será cierto eso de que la gente que escribe es rara?
Me parece grato cuando Marguerite dice que está sola muy lejos de todo. O cuando dice que siempre he llevado mi escritura conmigo, dondequiera que haya ido. Entonces escribir es eso: un irse yendo a propósito para ir devanando un propósito. Una misión que no se desatenderá
La soledad de la escritura es una soledad sin la que el escribir no se produce. Me gusta cuando deja la palabra exacta en un verbo y no sustantivo
Alrededor de la persona que escribe libros siempre debe haber una separación de los demás. La soledad no se encuentra, se hace. Y hacerla cuesta un mero montón
La lucha continua que es dejar que esa vaina fluya para que esa especie de don que alguien tiene se reproduzca. Hallarse en un agujero, en el fondo de un agujero, en una soledad casi total y descubrir que sólo la escritura te salvará. Y conjugar ese nefando destino con la prédica del cuerpo y que no se enferme y sea capaz de responder y trazar esos mapas sin aparente sentido y sí sin una ubicación precisa para que sea un atisbo de futuro aprovechado por algunos ojos que destraben la clave insumisa a la que se ha destinado cualquier rango de palabra. Cualquier clase de apuesta desde el arte
Entonces hay una manera de escribir que viene desde una calma y otra que viene desde una rabia. Ambas podrían ser válidas. Lo mejor es ocultar el sentido torpe de la soledad bajo el éxito o los cuerpos o el alcohol. Derrumbarse y llegar aparentemente acompañado hasta un lugar en el que de la oscuridad únicamente saldrá de nuevo la soledad con mayor eco de valentía porque no hay mucha gente entre toda esa cantidad de miles de millones que deseen apostar a un destino tan quieto y maníaco pero tan brillante y cercano y untado de cuanta maravilla imaginada pueda servir de foco para no perder esa luz de un horizonte inalcanzable es cierto pero físicamente expuesta y que siempre como en el caso de las sirenas llama para devorar llama para encender para que el alimento sea más nutritivo o sea una presa más prestigiosa de cazar
Y esa es la asimilación de un destino. Corto. Insignificante. Minúsculo. Peligroso en cuanto a las mareas fuertes que suceden al interior. La palabra es como un fantasma. El monstruo está en mí
Y de ahí a la locura. Y de ahí a la soledad. Y de ahí al beneplácito de lo desconocido. El ámbito perpetuo para irse a una batalla "a sabiendas de saberse derrotado" para averiguar qué se siente al tocar esa luz y saber que al ser deglutido por ella nada ni nadie podrá declararlo excepto por la intuición que se ha dejado trazada a modo de castigo cual es la escritura. Esa maldad plagada de placer caótico terriblemente asfixiante
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