jueves, 25 de enero de 2007

“EL PODER EVOCADOR DE LAS PALABRAS”

El Olvido Que Seremos
Héctor Abad Faciolince
Planeta Editorial. Bogotá. 2006. 273 pp.

“Lo que yo buscaba era que mis
memorias más hondas despertaran”

Frente a “El olvido que seremos”, mis intenciones no son las de revisarla desde un punto de vista tradicional, puesto que esta es una obra convertida en peligrosa debido al fenómeno social que la acompaña y que la acompañará durante un largo trayecto temporal.

“El olvido que seremos”, una obra de género incierto, marca una etapa colombiana al mostrar no solo el rostro del padre asesinado por manos paramilitares, al expresar por diversos medios sus pensamientos humanistas, sino que perfectamente acoge en su seno los espíritus de los cientos de miles de asesinados en idénticas circunstancias y por las mismas tenebrosas manos, ocultas detrás de las sillas del poder.

Abad Faciolince se dice a sí mismo un “cobarde con nombre de valiente”, refiriéndose a la labor que su progenitor llevó a cabo desde su capítulo pedagógico y académico, enfrentándose a cada una de las generaciones de proto médicos de la Universidad de Antioquia, conduciéndolos a las inexpugnables playas del desconocido territorio llamado Poliatría, el sanador de la polis. Pero con esta denuncia, cercana a la totalidad; aún no existe ningún acercamiento a la exactitud en este sombrío asesinato; el autor se encamina a remover las arenas que cubren el silencio que acompañan a este padre. Abad Faciolince, al respecto, llega hasta cierto punto. No el de una persona que quiere obtener el jugo poderoso de la verdad, sino el de aquel que por medio del cuento catarsiza los fantasmas que lo agobian desde el instante mismo en que las balas atravesaron la camisa del inmolado, que llegaría a quemar cuando las páginas del manuscrito eran ya mayoría. Abad Faciolince, en ese caso, no puede ser un héroe que quiere tocar el árbol que esclarece los hechos, pero al contar para que se sepa lo sucedido, su valentía permite que la identificación del pueblo lector se someta a su juicio, lo acate, lo entienda, lo asimile y lo divulgue.

Si Abad Gómez, el protagonista de este título estaba esperando a que su muerte sirviera de algo, nada mejor que estas 273 páginas enmarcadas en una clase de dolor inmortal que el mismo autor se encarga de mostrar, lacerando su herida infinita.

Pero parte de la descripción, por momentos exagerada, de la vida del padre, que llega a atosigar en su recorrido, lo que más llama poderosamente la atención, y lo que la hace una obra emblemática colombiana, es la difícil relación entre un pueblo en su mayoría cristiana y la muerte, sea esta última de la clase que se quiera presentar.

¿Me puedo aventurar a decir que la muerte de Marta fue un sacrificio para preparar a la familia para el porvenir?

Las dos muertes, en todo caso, merecen una atención de máximo respeto, porque ambos llegaron a un punto en que la sabiduría instintiva de sus espíritus anunciaban que ya pronto llegaría ese día. El Día.

Trátese de una enfermedad terminal en condiciones en las que a duras penas se lograba detectarla mas no tratarla; o de una enfermedad mucho más peligrosa y virulenta como lo es la violencia injustificada por el desconocimiento de lo otro, el acercamiento al borde de ese salto es lo mejor que se puede rescatar de este libro, dejando en el borde el ético asunto de la muerte violenta del padre.

Una muerte que, de nuevo, sirvió para hacer que un gran número de colombianos leyeran y sintieran el poder evocador de la palabra, y creyeran de nuevo en ella.

Sirvió para descubrir que las sombras de la muerte están aún latiendo entre los círculos más poderosos, y que callan para sostenerse en su trono.

Y sirvió para encabezar la lista mayoritaria de tantos luchadores, anónimos, que se encargan de sostener este mundo cíclico y único con sus gestos, sus aromas, sus actos y sus verdades.

“El olvido que seremos” es una proyección ritual de la vida santa que cada uno de nosotros llevamos latiendo debajo de la piel.

Y para develarla, a veces, como en este caso, se necesitó del uso del arte para obtener una respuesta.

De esta forma, alguien estará mucho más orgulloso, y perfectamente consciente de que el sacrificio valió la pena, y que miles de millones de luces espectrales que se mueven por el mundo, tienen el valor real y lúcido de contar con la palabra para dar a conocer la fuente de donde mana la verdad que hace que las sombras continúen replegadas dentro de su perversos círculos a la espera de dar su siguiente zarpazo.

El mensaje de este libro es ese: el respeto por ese otro que no conocemos. El acercamiento al propio temor de lo desconocido, o de algo más terrorífico aún, lo diferente.

La guía, no es más, nos conduce y nos convence de ser lo que seremos.



1 comentario:

Horgen M'Intosh dijo...

xlacoloniax dijo...

publicado originalmente el "El Cotidiano", en la columna "Lector Ritual"

06-01-07