sábado, 25 de agosto de 2007

DE LADOS B EN BLANCO Y NEGRO Y OTROS MISTERIOS GENERACIONALES

CORTOS

Alberto Fuguet

Alfaguara. Santiago. Octubre de 2004. 319 pp.

¿Qué me sucedió con Alberto Fuguet?

¿En qué momento ocurrió esa suerte de tempos fugit en el que el viento arrasó con el chileno dentro de mi minúsculo universo personal?

El otrora autor de cabecera, a quien me acercaba reverencialmente a escucharlo, de rodillas, desde el púlpito de sus páginas marcadas con ese acento tan significativo, ha dejado de ser lo que fue, por lo que la tristeza que me embarga en este momento, en que escribo la columna semanal, está mezclada, viciosamente, con un desconcierto que me hace ver con la vista nublada, maldecir en silencio y luchar contra un ataque repentino de artritis que me dificulta, enormemente, el uso de este caduco sistema de escritura: el (puto) teclado.

“Cortos”, originalmente publicado en Chile en 2004, sólo recibió el aval de entrada a Colombia en 2007, justo para la Feria del Libro de Bogotá, que tenía como invitado de honor al país austral.

No en pocas veces se le oyó decir a Fuguet que se sentía extrañado por venir a presentar un libro que ya era viejo para él, justo cuando tenía entre sus manos un verdadero motivo para presentar: “Apuntes Autistas”, editado en el mes de enero de, precisamente, 2007.

La historia, vía farándula, dice que Fuguet quiso hacer su propio homenaje de despedida de la letras, antes de lanzarse a esa quijotesca empresa que dio como resultado el film “Se arrienda” (2005). El que sería denominado como Lado A, no sería otra cosa que ese resumen titulado “Las películas de mi vida” (Alfaguara, 2003), primera parte de la despedida y a color, siendo “Cortos”, el libro que hoy nos convoca alrededor de esta hoguera, el denominado “Lado B en blanco y negro”, con más visos de experimentación, de libertad, de confesión cúltica y de, por supuesto, riesgo sin premeditación.

Compuesto por ocho textos, se me abre una puerta confesional: el placer que sentía hace algunos años frente a (casi) cualquier obra del chileno, se transformó en la creación de un mapa mental, placentero y divertido, es cierto, tratando de indagar en qué momento, bajo que circunstancias y en qué condiciones había leído ya algún representante de éste libro.

Descubrí que cinco ya estaban en mi ADN lector, que una tenía ciertas dudas, y que los otros eran las verdaderas novedades sobre las que tendría que escribir algunas palabras, a lo sumo, amables pero distantes.

“Prueba de aptitud”, el hórrido cuento sobre un chico que termina mutilando a su compañero de estudios, fue hallado en ese infaltable libro que es “Líneas Aéreas”, la verdadera antología de toda una generación de escritores iberolatinos; “Santiago”, en versión resumida o editada o arreglada o acomodada, se leyó en una oscura copia fotocopiada titulada “Absolut”, donde la reconocida marca alcohólica había encargado una serie de guiños escriturales para darle cierto realce intelectual a su propaganda de carácter mundial; “Hijos”, aquella triste historia sobre la muerte de la hija gata dentro de una relación eterna de un hombre y una mujer, se obtuvo en aquel juego editorial donde algún escogido, menor de edad, tenía la posibilidad de completar un cuento segmentado, creado por alguna pluma viva y célebre, o por lo menos, medianamente conocida; sobre “Perdido” tengo mis dudas, pero creo que algo de ello ya lo leí en algún fascículo de esa revista extraña y morbosa llamada SoHo, en la que pedían a ciertos escritores escribir un pequeño artículo sobre familiares inolvidables que ya no estuvieran entre los vivos; “Más estrellas que en el cielo”, aquel guión cinematográfico experimental desde un Danny’s en Hollywood, entre dos cineastas chilenos confundidos con chóferes de megaestrellas del séptimo arte, se encontró en “Se habla español”, la antología hecha por el mismo Fuguet, en compañía del siempre presente Paz Soldán; y, la que creo la mejor del tomo, “Road Story”, era la contribución fugueteana a la ya inmortal antología de McOndo, aunque bajo otro nombre y otra edición mucho más…juvenil; igual, el espíritu es lo importante y es lo que prevalece, después de todo.

Sobre las restantes: “El far west”, la trasentrevista que le hace un periodista a un joven cuyo padre trató de asesinarlo por la espalda con una pistola; y “La hora mágica”, ese cortometraje escogido para ser filmado por toda una clase de cine en la universidad, es poco lo que puedo decir: Fuguet ha hecho que el trayecto para recorrer linealmente el texto, sea convertido en un controvertido método de bifurcación corporal, o transmigración intertitular, con personajes que van y vienen, en silencio la gran mayoría de las veces, de un cuento a otro.

Aunque la crisis de identidad que el escritor/director chileno provoca en los periodistas que lo asedian con la misma pregunta una y otra vez, sobre su papel de doble agente dentro del submundo creacional no es motivo de esta columna, debo aclarar que ambas personas, sostenidas por el mismo cuerpo, apuntan a la misma dirección, a ese sentido hipotético por descubrir que hay detrás de cada una de las dudas que agobian la personalidad a lo largo de una existencia, siempre y cuando, no se quiera establecer en ningún lugar. Las preguntas y los diálogos, amén de las frases mágicas que lanza el chileno, certeras y venenosas, sirven de muestra de belleza dentro de esta generación de ignífugos escritores estrellas y mensajeros de todo un espacio temporal cerebral que incluye a muchos miles de millones de jóvenes desquiciados que recorren las calles lectoras de un mundo a punto de sobrevivir a su quinta hecatombe en serie.

“Todos han encontrado su lugar y yo perdía el mío por salir a buscarlo”, o “Consejo uno: no es necesario recorrer el mundo para encontrar tu lugar; Consejo dos: no hay que conocer el mundo para tener mundo; Consejo tres: ¿de qué te sirve tener mundo si no tienes un lugar?”, ambas extraídas de “Santiago”, y siendo un poco ácido, y siguiendo la tendencia a atacar a Fuguet, incapaces de salir de un número de “Selecciones de Reader’s Digest”, necesarias para cuando el cuerpo lo pida, y siempre a mano.

Aún así, lo recomiendo con fervor suramericano, siempre es bueno tener presente a una de las figuras más emblemáticas de la Novísima literatura latinoamericana, si es que tal designación existe, aunque los océanos de certidumbre cada vez nos alejen más, estructuralmente, unos de los otros.

Ya otro chileno, el siempre inaudito Tomás Araya, la había dicho muchísimos años atrás: “no es lo mismo tener quince que treinta”, refiriéndose a esa manía necesaria del espíritu humano que implica el crecer, cambiar y modificar. ¿Qué hay del Fuguet de “Sobredosis” (1990) a éste?

La relación entre la familia y Fuguet, o entre el padre paterno y Fuguet o entre el tío perdido y Fuguet y la película “Perdido” –lo más interesante de todo el libro-, deja las puertas abiertas para, o bien repasar la obra completa del narrador chileno, o bien para continuar sosteniendo el vicio de su lectura, si es que se atreve a regresar al terreno que lo vio nacer.

Ya un norteamericano lo había dicho: “tuve que pasar una noche bebiendo con Bruce Springsteen, para que me aclarara muchas dudas que tenía con respecto a mi padre”, y Eddie Vedder, ya había pasado la primera parte de esa terapia: oír, con suma atención, toda la obra del newjerseyano para llegar con las preguntas adecuadas y exactas.

¿Pero qué autor recomendamos a Fuguet?

Y la más clave de todas: ¿Será que quiere salir de ese limbo adolescente o inmaduro (como lo prefiere llamar él)?

Quizás es algo que no nos compete a nosotros, sus lectores, sospecho que el efecto adolescente Caicediano lo ha tocado y habrá que esperar si es él o nosotros, quien primero abandona tal o cual barco, y si en unos años, o en unas obras, seguimos distantes o sencillamente invisibles el uno para el otro.

1 comentario:

Horgen M'Intosh dijo...

Publicado originalmente en "El Cotidiano", en la columna "Lector Ritual"