PLUP!
VV.AA.
Tarántula Ediciones. Bogotá. 2007. 150 pp.
Profesores de diversos niveles educativos, investigadores, documentalistas natos, promotores culturales, coordinadores de talleres de análisis cinematográfico y hasta desempleados confesos conforman Plup!, un grupo de escritores que deciden promover su trabajo creativo con la publicación de un libro que recoge las primeras muestras de sus integrantes, casi todos, llegados a este planeta de arena durante la década de los 80 del temible siglo XX.
“Plup!, palabra que en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua significa acción y efecto de caer de bruces”, también se emplea como un cómodo anagrama de la palabra pulp, que traduce pulpa, y como última acepción, “dícese de todo aquello de singularísima naturaleza.”
Lo que de aquí en adelante, el lector se encuentre, correrá, como mucho de lo contemporáneo, bajo su propia & absoluta intensidad.
Los nombres que lo conforman, por el momento –en esta reseña-, no importan y ya pronto –en unos lustros- llegaremos a ellos.
El contenido ataca con el brío juvenil que se posa sobre las almas de estos protagonistas.
Un rompimiento con (casi) todo lo conocido dentro de la Lit. Col., pero también una vibración natural y ritual con los ecos de una era que, a lo sumo, ya (nos) desapareció, aunque sigamos con la leve esperanza de sostener y probar bajo nuestra pálida capa de piel.
El presente es tan agobiante, asombroso e inquietante, que no queda otra opción que elevar la bandera de la ficcionalidad tan alto como –inspirador- sea posible.
Las barreras, los posibles límites, la palabra frontera han desaparecido en algún punto entre una generación (alguna, cualquiera) y ésta.
Pedofilia, asesinos múltiples, tecnología criminal-sangrienta e incompatible con el ser humano, paisajes fantasmales, mundos tan distantes pero tan cotidianos, reconstrucciones de alguna Historia sucedida en algunos años más adelante.
No riñen, sin embargo, con elegantes aproximaciones a hechos susurrados por un espíritu apócrifo, revoltoso, revolucionario.
El prologuista, Aristizábal Gáfaro, lo describe así: “locura, furia, miedo, velocidad; delirio, angustia, música, velocidad; horror, humor, violencia, velocidad; amor, ternura, poesía, velocidad, velocidad…”, como si no existiera la más mínima posibilidad de escapar de esas letras, de esos textos, de esas personalidades creadoras.
Quizás, con poco esfuerzo, sí se pueda salir de ahí.
Aún son espíritus demasiado jóvenes que han decidido apostar por un oficio que lo dicta, generalmente, el tiempo, y la fuerza inaudita que han de ejercer con el lector de turno, carece de la manía sangrienta, real y compleja que ha de detentar un maestro del oficio.
Pero muchas veces la curiosidad exige completar la dosis dictaminada por el Dios de turno; así que en esta ocasión, lo leemos todo.
Algunas entradas atrás hacíamos la pregunta ¿qué lleva a alguien a dedicarse al arbitrario oficio de las letras? Sin que nunca nadie se atreviera a dar una respuesta.
La “joven literatura colombiana” enloquece, parece rezar la escena con ésta demostración.
Excluyendo la avanzada Maestría en Creación Literaria, de la UN, ¿cuántos talleres de creación de esta naturaleza tienen sus raíces vivas en este preciso momento en el territorio nacional?
Y lo más importante, ¿qué se está haciendo? ¿a dónde nos van a llevar? ¿qué terreno nos darán a colonizar? Porque algo valioso saldrá de alguno de los talleres, de eso no cabe la menor duda.
El sabor es endiabladamente diferente.
No esperan, solícitamente, a que les pasen las llaves sino que rompen las puertas con las herramientas de la autoedición.
¿El descreimiento?
¿El comienzo del fin de la industria editorial, tal como sucedió con el capítulo musical?
¿El retorno al scriptorium?
No deja, definitivamente, de poseer un atrevido elemento lírico que hace que sostener este bello libro en las manos resulte un acto bastante cercano al vandalismo, sin los acostumbrados logos y promociones multimillonarias que acompañan a los habitantes del mainstream.
Aunque este sueño de independencia, lo sé, en la literatura dura muy poco.
¿Quién tendrá el valor de continuar con la bandera freak bien alto?
Títulos como “El hombre que había visto todas las películas”; “Botín de guerra”; “London cigarretes” o “Sueños vesánicos” destilan un sugestivo encanto bizarro y atractivo o adictivo.
Ejemplos de algunos de los episodios: “antes de escapar a la guerra”; “la próxima será una generación muy triste, igual que todas las generaciones de niños rotos”; “el mundo ha desaparecido”; “un armazón de cuerpos incompletos ensangrentados de témpera en mil tonos grises”, conforman samplers que, quizás, en un futuro cercano sirvan de muestras virtuales para promover la palabra escrita en un océano sólido que no se puede vislumbrar muy bien si avanza o permanece con los ojos abiertos gracias a un vetusto respirador artificial.
Los protagonistas de Plup! Se saben ubicar en el sitio que, al día de hoy, les tiene reservado este núcleo indivisible creativo: “seres especiales, escogidos como receptáculo de todo el caos circundante”; “soy un pájaro improvisado intentando su primer vuelo” o “”aunque pude ver que todavía estaba aprendiendo a volar”.
Miedo vs Atrevimiento hacen las delicias de los testigos invisibles.
Las dudad sólo hacen aumentar la creatividad, y desde nuestra posición, somos –los lectores- los ganadores.
Allá, lejos y quizás en la oscuridad, se retuercen de un dolor inabarcable, los escritores.
¿Reímos?
Pero no puedo irme sin destacar, a mi modo de leer, lo más sospechosos del volumen de Tarántula Ediciones: los datos biográficos de los narradores.
L.C. Hamilton, da sus coordenadas vitales: (1983-2017), y no es el único: Daniel Borja no posee, dentro de los registros, las fechas de entrada y salida (19??-20??), o Germán Torres, que va más allá -¿o debería decir más acá?- (1987-2005) “A la edad de diecisiete años al parecer él mismo acabó con su vida(..)”
Historias confusas, contradictorias, confesionales y furiosas que le dan una certera bofetada a esa solemnidad biográfica que parece debe acompañar a todo creativo con ínfulas de respetabilidad superlativa.
Ellos, por el momento, y desde esa bella diáspora, se dan una libertad verdadera y libre.
Marián Romero (..) “participa actualmente en la ilación de ideas espontáneas que más adelante, con la venia del tiempo, dejarán de ser torpes orugas.”
Lopardo (..) “optó hacia la vocación literaria por no poder manejar vestiduras más complejas.”
María Monroy (..) “escribe para exorcizar demonios que la atropellan y acompañan en la labor de vivir.”, y
Olga Álvarez (..) “convirtió el oficio de escribir en su mejor amante.”
“Para varios este es su primer libro, para todos, con seguridad no será el último”, dice Daniel Bonilla en la Presentación.
Un asalto, un acto vandálico, un performance “transgresivo-experimental”.
Sólo el tiempo lo dirá.
¿Alguno de ellos ya tendrá la prueba de sus alas lista para dar ese salto necesario al abismo del oficio literario? Único camino demostrado que conducirá a un futuro por el mundo de las letras.
Todo lo demás, como diría Capote, constituye la útil demencia del arte.
La decisión, feroz en todo caso, queda en las manos –acústicas o eléctricas- de cada uno, y sólo queda tener la certeza de que, ahí afuera, el laberinto sanguinario donde yace, nunca solitario y algunas veces muy bien iluminado, el ring donde se demuestra quién es quién en el maravilloso mundo de nuestra literatura.
Y en esta ocasión, por lo menos, muchos de los involucrados se sentirán acompañados en el inicio de este angustioso oscuro camino, para pronto darse cuenta de que sólo tendrán la compañía de ellos mismos como propios individuos certeros, y quizás, a lo sumo, la iluminación de la fuerza que campea desde sus corazones. Aunque no todos lo descubran en el momento adecuado. Ese único instante en que la persona sabe, para siempre, que es un agitador de la palabra.
Para más información, visite plupbook.blogspot.com
2 comentarios:
Publicado originalmente en "El Cotidiano", en la columna "Lector Ritual"
Hola! Soy colaboradora de Tarántula Ediciones en Barcelona. Mi inquietud es saber el correo de Jorge Caicedo y cómo obtuvo el libro, cómo se enteró de él y cómo terminó esta reseña publicada en la revista Número, todo esto para agradecerle el que nos haya abierto una puerta con su escrito. Saludos y abrazos desde BCN.
Nadia González.
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