sábado, 20 de octubre de 2007

ORDER OF THE LEECH

-PERO ¿ Y QUÉ BUSCAN NUESTROS NIÑOS EN SUS LIBROS? –M. PETIT

-LEER ¿PARA QUÉ? – X. PUENTE

-LAS PLUMAS DEL OGRO. IMPORTANCIA DE LO RARO EN LA LECTURA – G. MONTES

-UNA EDAD A FLOR DE PIEL –M. COLASANTI

CONACULTA+ASOLECTURA. México D.F.+Bogotá. 2004-2006. 44-67 pp.

Trataré de ser un poco desordenado. Y para ello, como suele suceder en este tibio espacio, empezaré por desnudarme. Lentamente, es cierto, pero de manera firme y continúa. much@s de ustedes ya sabrán lo que irán a encontrar y seguramente pasaran la hoja. No los culpo. Yo también haría lo mismo. Pero en este momento, en el que comienzo a ver reflejada mi piel en la pantalla de un aparato que aun no domestico, la emoción me hace permanecer en el sitio…enfrentándome al desnudo, a lo atrevido, quizás a lo prohibido, y al fin de cuentas, a mí mismo.

Graciela Montes, la argentina kamikaze se pregunta: “¿Por qué hacer literatura? ¿Por qué leer literatura? ¿Por qué editar literatura? ¿Por qué enseñar literatura? ¿Por qué insistir en que la literatura forma parte de la vida de las personas? ¿Dónde está esto que llamamos literatura? ¿Dónde debemos ponerla?”, sin que nadie le respondiera en el momento en que formuló las preguntas. Y no lo hicieron –ella tampoco se quedó en silencio aguardando las respuestas- porque eran preguntas para no ser respondidas. Es lo que se llama el Valor de la duda, es decir, el incierto sitio en el que se puede decir, valientemente, no sé. Además, con esa clase de preguntas, cualquier persona que aún sostenga un interés claro, apabullante y bífido por la Literatura, puede perfectamente dedicar toda su vida a responderlas, y aún con un posdoctorado a bordo, estará lejos de dar con alguna simple respuesta.

Y eso es lo bello.

¿Qué hace que aquellas personas como las que nos ocupan el día de hoy –la mayoría de ellas mujeres- sean tan optimistas?

Con las estadísticas que muestran como van disminuyendo los índices de lectura en el mundo entero, con la situación social y económica que no da para comprar un pan mucho menos para “perder el tiempo” frente o dentro de los libros, con la violencia creciendo de las formas más míticas posibles, estas señoras son capaces de sostener una sonrisa al final de sus artículos, y lo más macabro, hacen que uno, lector desnudo, se sienta de igual manera.

¿Hay algún truco en alguna parte?

No. Todo es más sencillo de lo que aparenta.

¿Por qué estamos vivos?

¿Cómo evolucionó eso para llegar a convertirse en ser humano? O mejor: ¿Para qué evolucionó? ¿Para ensancharnos contra el resto de las especies incluyendo nuestros congéneres? ¿Para atender a los adelantos tecnológicos de punta y dedicar nuestras vidas a ellos? ¿Para coincidir en que hay un sentimiento apaleado llamado amor? ¿Para ver o respirar o presenciar un amanecer? ¿Para leer?

No entiendo tal alegría. Pero al momento de sumergirme en esas claras aguas de dicho club, algo empieza a suceder por sobre mi piel, y esas reacciones bioquímicas, más pronto de lo que puedo controlar, hacen que todo mi ser se sienta resplandeciente, aunque aún no tenga esa respuesta precisa.

¿Algún caso de adicción distante y subrepticiamente profana?

Palabras como “curioso”, “alteralidad”, “nuevo”, “investigación”, “los demás”, “personalidad”, “creación”, “posibilidad”, crean otros significados.

Son palabras que de repente, asumen una posición mágica, son ellas magas en sí mismas, y son transmitidas al lector de la forma en que comúnmente se transmiten las palabras escritas: señales, códigos, figuras, formas, dibujos. Excepto que, en este caso, los productores de esas palabras, magos también, los embadurnan de esa peligrosa esencia que permite, frente a frente ese vocablo, aparentar que se está con algo total e imprescindiblemente nuevo. Y he ahí una parte sustancial del truco. Y claro, el lector, sin darse cuenta apenas, forma parte de ese espectáculo, siendo más que un ayudante o un canal, un progenitor de la nueva sustancia. Y ya nunca podrá ser igual a lo que fue antes.

Lo más curioso, es que no hablo de literatura. Algo tiene que ver ella en todo esto. Quizás el término apropiado sea Investigaciones en torno a. pero mi palabra favorita para designar esto es: Pasión. Y como bien se sabe, la pasión implica también dolor. Y la lectura, ese placer monstruoso, también permite los ecos de la dificultad dentro de sus vastas e imperceptibles murallas.

Michele Petit, Graciela Montes, Marina Colasanti y Xavier Puente, cada uno de una nación diferente, son investigadores de esa extraña actividad llamada Lectura, y de manera inseparable, la Escritura. Y lo hacen con niños, y algunos de ellos escriben para niños, y de manera aún más atractiva y sospechosa, lo ejercen de manera longitudinal, para que algo se pueda extraer de allí, de esa periferia muchas veces marginal y caótica. Lo que ellas nos traen, con sus resultados, son acuerdos tácitos entre una parte de la evolución humana y la persona en sí: esa relación simbiótica llamada Yo Leo Y Las Palabras Me Forman, entendiendo Palabra como frase, forma, viaje, tema, árbol, océano, escritor, vida, luz, noche, voz, compañía, salud, correspondencia.

Así que, como si de un pequeño se tratara, tras leer esta clase de Literatura, algo se renueva. Y soy parte de un experimento, nuevo por lo demás, que consiste en modificarme por las palabras. Y no puedo negarme a esa clase de cambio. Así como los ejemplos que cada uno a su manera ponen en los resultados ensayísticos han experimentado previamente.

Y es cierto. Uno deja de ser para empezar a Ser. Y algo se torna nuevo. y algo muy adentro dice que sí, que vale la pena, que lo importante es sentir y mojarse y nadar en ese flujo de palabras que son capaces de cambiar. Porque si una gota de agua es capaz de labrar un caverna, una gota de palabra es capaz de labrar el destino de cualquier persona, siempre y cuando tenga la posibilidad de acceder a ese elemento perfecto llamado libro, incapaz de ser depuesto en esta época fronteriza con la estupidez total de los adelantos tecnológicos y la obligatoriedad televisiva.

El camino sigue, y es ardua la batalla. Pero las armas están ahí. A disposición de casi cualquier persona. De quienes acepten el desafío, y lean. Y después de ello, crean. Y sean capaces de volar. Y para empezar, se necesita algo sencillo, básico e inmortal: un libro.

1 comentario:

Horgen M'Intosh dijo...

Publicado originalmente en "El Cotidiano", en la columna "Lector Ritual"