sábado, 10 de noviembre de 2007

THE LAST ACT OF DEFIANCE

PRIMERAS PÁGINAS

VV.AA.

Arcadia/Juan Valdez. Bogotá. 2007. 86 pp.

I. A LESSON IN VIOLENCE

Es risible esto que hago hoy. Es como tolerar el máximo absurdo que se pueda soportar y aun así, continuar blandiéndolo en el aire.

Pero visto desde cierta perspectiva secreta, puede servir como un majestuoso abrebocas para lo que será el resumen total de aquella ya lejana reunión de un cierto número de escritores latinoamericanos menores de 39 años. Y desde esta arista, el asunto se vuelve menos pendejo.

Arcadia, a mi humilde modo de ver las cosas, es la mejor publicación que mete sus narices dentro del marco inmanejable de la Literatura que se practica hoy en día. Y claro, deja mucho que desear. Para que algo medianamente llene mi gusto, tendría que transformarse en una especie de fanzine revolucionario dirigido por alguna mujer escocesa del tipo Irving Welsh, que no tema enfrentarse a sus propios temores o espacios oscuros, y una vez hundida hasta el cuello, proceder a sacar o extirpar el siguiente issue.

“Primeras páginas” no es más que las primeras páginas de los libros más recientes –o aquellos que quedaron como tales dentro de los límites de la edición- de los convocados por la Capital Mundial del Libro. Así que lo que se puede extraer de allí es un coágulo fractálico de algo que se debe terminar de formar en la cabeza, mientras que no se tope uno con el tomo real y completo que brilla por la fragilidad de cualquier comienzo.

Así que leyendo cada primera página, empiezo a encontrar esa violenta fuerza que hace que la motivación a la lectura sea natural, casi como si de un requisito fisiológico se tratara.

El cuadernillo no es más que una especie de material de consulta tal como lo es una muestra de tapetes o una colección de colores de temporada para pintar alguna pared de la casa.

Y el cuadernillo, viniendo de quién viene, no deja de ser también una apuesta al conocimiento, al lanzamiento a la pista de lectura en clave free para aquella persona que se atreva a hacerlo sin cumplir ningún previo extraño bizarro requisito de antemano.

Ya lo había mencionado la directora de dicha publicación cuando, por motivos pasionales, trató de enviar a la basura de la escogencia de sus lectores un libro de título secreto, saliéndole el tiro por la culata, puesto que tras dicho Editorial, la volumen aumentó sus ventas en cerca de un 35%. Así que los antecedentes de promoción de lectura, con o sin crítica, que vienen de Arcadia, deben ser vigilados con la seriedad que se le brinda a cada nuevo Premio Nobel.

Las controversias que nacieron tras el fugaz paso de los 39 escritores, aun no han quedado sanadas del todo. Pero varias cosas quedaron claras tras cerrar el telón del evento: Apenas empezaba el espectáculo. Las deudas que dejaron para quiénes, inocente y banalmente pretendemos crear un mapa literario de la contemporaneidad, es asombrosamente indigno por el tamaño abisal que presenta. Ir más allá del bien o del mal es parte del juego. La comprensión basada en la multiplicidad de signos que yacen en la primera capa del suelo literario no es suficiente, aunque ayuda. ¿Y la diversión? Buen punto, aunque de puertas para afuera será tan mal visto como proclamar otra total independencia.

Pero, claro, no deja de ser un divertido juego.

¿A quién le damos el honor de la salvación?

Mairal, Pedro. Nazarian, Santiago. Stigger, Verónica. Bisama, Álvaro. Vásquez, Juan. Guerra, Wendy. Enrigue, Álvaro. Volpi, Jorge. Alarcón, Daniel. Arroyo, Yolanda.

¿A costa de qué o basados en qué?

Ya lo había dicho antes, en ese golpe que me profirieron esas pocas palabras que pude beber en algunos contados segundos.

Y quizás, un riesgo, una tejida, una novedad, la lejanía para con el miedo al golpe al caminar por la cuerda floja sin malla de seguridad.

¿Pero quién tendrá la palabra final sino el mismísimo tiempo?

Así que vano intento el mío por promover el buen uso de la vista en tiempos de ocio que son casi todos.

Pero tiré ya mis cartas, y he de esperar a que el polvo de mis huesos se muevan por algún viento favorable cuando acierte, al menos en uno, dentro de cien años, cuando ya sean todos sólo sombras largas y casi amargas.

II. WITHIN THE WALLS OF CHAOS

Supongo que todo se debe a la lucha de egos que son las verdaderas esencias de cualquier escritor.

Las repetidas palabras hasta la saciedad de que todos apuntan hacia lugares dispares e inimaginados, alejados años luz de cualquier asomo de par, no hacen más que confirmar mis sospechas de que la diferencia y la distancia no hace más que agruparlos en un solo sitio que es precisamente eso: la desintegración de las barreras, de los márgenes, de las clasificaciones, de las aventuras.

“No pertenezco a este lugar” y “¿qué somos nosotros aquí sino poco menos que anónimos?”, es el aporte de Adriana Lisboa, desde su “Rakushisha”. ¿Cuántos autores que viven en sus países de origen o que han salido a probar suerte en otro lugar del mundo pueden identificarse con alguna de esas preguntas?

Sigamos adelante: “El orden se empeñaba en serme esquivo”, dice Santiago Nazarian. ¿Pero ya no lo había pronosticado Adorno tras el Holocausto?

El chileno Álvaro Bisama no es menos optimista: “Todo lo que conocemos se va a acabar de un momento a otro”, o el no menos esperanzador: “Yo sueño cada noche con el fin de todo”. Sí los psicoanalistas dicen que el ojo ya vio todo lo que podía ver, ¿será una de las excusas por las que no se entrometen con la escritura? ¿Porque ya todo se dijo alguna vez y todo lo que leemos hoy en día sobra o estorba?

Desde la isla de Cuba, Wendy Guerra se siente “fuera del mundo”, y nacionalizado como norteamericano, el (aun) peruano Daniel Alarcón no ofrece un distanciamiento mayúsculo: “Y cuáles eran todos esos sitios que me esperaban”, como si ese tiempo presente y cargado de angustia no fuera más que el eco futuro de un pasado que clama por ser vivido.

III. AND THEN THERE WERE NONE

Así que las conclusiones no seremos nosotros quiénes las demos.

La función que cumplimos es solamente la de lectores de un océano que dudamos en ver en sentir en comprender.

Tras el paso del hongo de la diversión, algunos seres acapararán lo verdadero, lo certero, lo vital.

Pero algunos de nosotros ya estaremos riendo sobre los restos del siguiente capítulo de un (terrible) mundo que se niega a fallecer de pie, por lo que lo está haciendo sentado frente a una pantalla de TV gigante.

Y es poco lo que podemos hacer al respecto.

Excepto divertirnos.

Excepto leer.

1 comentario:

Horgen M'Intosh dijo...

Publicado originalmente en "El Cotidiano", en la columna "Lector Ritual"