sábado, 1 de diciembre de 2007

“ASCENDER MIENTRAS LOS GIGANTES DESCIENDEN; DESCENDER MIENTROS ELLOS SON LA CÚPULA”

MAIASTRA

Lucía Estrada

El Tambor Arlequín. Medellín. Marzo de 2004. 74 pp.

I. MOUTH OF GHOSTS

Lo mejor no es cuando se busca, sino cuando se encuentra.

El Petardo de Baja Intensidad que, literariamente, se ha estado viviendo en Colombia, desde hace un poco menos que una década tiene sus gratas sorpresas: escritores que le huyen a la rimbombancia de la farándula cultural, y narradores que, sin un asomo de vergüenza, se sienten incapaces desde su orilla natural y le endilgan la Misión de salvaguardar la escena (¿la esencia?) a la Poesía. La propuesta no es nueva, y para rastrear sus primeros atisbos, tendría que asomarme a la historia misma de la humanidad, y como ya el bueno de T.S. Eliot lo dijo, repetiré sus palabras: “Todo comenzó con el sonido del tambor”.

La situación en la que me encuentro, y aquellos que siguen con leve atención esta sinuosa figura lo saben muy bien, es un tanto crítica. Supongamos que soy un anfibio y estamos en temporada de sequía. Mi condición natural me hace sobrevivir en condiciones extremas pero, claro, todo tiene un límite. Supongamos que he cruzado esa línea de fuego y misterio. Y, supongamos, si algo no sucede en las próximas dos horas, los inclementes rayos mortales del sol harán mella con mi recipiente orgánico. Soy un anfibio, recuérdenlo, así que es posible que me interese o me importe un comino el que vaya a morir. Es decir, me importa un pito sí tengo que seguir leyendo o no Lit. Col. Porque justo eso era lo que me sucedía. En esas dos horas de última espera llegó, gota de agua o en palabras de ella, “bosque de huesos”, Lucía Estrada, visitante ya de esta casa.

Tratar de entender en un seminario el significado de la palabra Poesía, es un atrevimiento. Ni siquiera llevando un tenaz registro de aquello que va aconteciendo tras las lecturas de los principales bardos que hayan pisado este planeta de arena. Pero, volviendo a la frase inicial de este issue, aunque no logré alcanzar una definición, sí logré ubicar una diferencia y, eso, para estos tiempos que corren, es lo más cercano a una conclusión, sí es que las hay.

Lucía Estrada es una Poeta, y aunque su corta edad le esta desarrollando una cruel batalla con su espíritu y el resultado va en tablas, es claro que sus poemas pueden llegar más alto, atendiendo, por ejemplo, que “Maiastra” está firmado en 2001. Y esa catalogación, Poeta, lleva a, tras leer a muchos de los narradores que promedian la edad de nuestra invitada (1980), comprender lo que aquellos renunciantes habían predicho cuatro o cinco años atrás: “Sí esperan algo literario digno de ser conservado para la posteridad, búsquenlo en la poesía”. ¿Está muerta la narrativa? No, simplemente, aquí en Colombia, mucha de ella esta en estado de coma, tal como sus autores, claro está.

A veces, buscar un silencio natural para desarrollarse como autor, equivale a encontrar su propio destino.

II. THE PERFECT DESIGN

“Entro en la fiebre. Desde mi ventana veo el nacimiento de los mares, colinas que la espuma reviste, novias muertas, sumergidas. Temo ser encontrada con esa visión.”

57 capítulos de esta intensidad y, tras romper la superficie, ya no se es la misma persona. Sobrevivir es un enigma. ¿Cómo recoger los pedazos que van quedando en el camino? Las mismas palabras son las encargadas de formar el tejido arácnido que coagula la caída. Leucocito simbólico, “palabra de hueso”, camino o recorrido humano, poesía.

La escritora yace transformada, forma vital para alcanzar esta sustancia y transmitirla limpia, pura.

“Mira dónde apareces, sujeta al muro, entre las hendijas, tan pequeña que sólo el ojo de la poesía te percibe.”

“Maiastra”, que en rumano significa maravilloso, es un recorrido, acaso, onírico, que parte desde lo orgánico, toca lo espiritual, y aterriza, de nuevo, en el cuerpo, dormido aún de quien cuenta, de quien camina.

Recientemente, Carlos Monsiváis decía, ante la pregunta de sí ya había otra Rosario Castellanos, que era lo más probable, y sumaba a esa lista, los nombres de Alfonso Reyes y de Carlos Fuentes, pero aclaraba que importaba poco si había seres capaces de reemplazar a esos originales, si no encontraban a los lectores que los elevaran a la categoría que se merecían.

¿Se descubrió lo suficientemente a Lucía Estrada, o simplemente se le destapó?

El camino que debe seguir una escritora es largo y arduo, y todo parece apuntar que, tres años después de publicado este tomo, el velo ha quedado muy bien guardado y las palabras están viajando con una fuerza y un ímpetu tal, que se clavan en las pieles desnudas y dispuestas de los afortunados lectores que se hallan en estado de gracia listos a atender los poemas de la antioqueña.

¿Pero a quién reemplazará Lucía Estrada si atendemos el llamado de Monsiváis? Espero que a nadie, es decir, que lo haga con ella misma y continúe agotando las etapas diversas que se le van presentando como pruebas de supervivencia en el terreno exacto de la vida.

“¿Cuánto tiempo estuviste esperándonos?”, parecen preguntarle las mismas palabras. Y ella, tras esperar lo suficiente, responde “nada ha cambiado, salvo el momento de mirar y comprender”, lo que explica lo que me preguntaba en el primer capítulo de este issue. “Mirar y comprender” quiere decir, ser lo que se es, buscar la propia voz, atender el llamado natural, luchar por el propio camino, ser, al fin de cuentas, “hijos de la intuición”.

III. CALCULATING INFINITY

“Cada tiempo, alguien reinventa las ciudades, las que amó, las que imaginó. Somos ese tiempo. Es nuestro turno.”

¿Quién despertó a Lucía Estrada de esta modorra literaria que nos cubre casi por completo?

¿En dónde estarán aquellos magos y magas que han escapado de la maldición del ensueño y hacen lo que deben hacer, y en ocasiones, hasta más?

¿Estaremos vivos para cuando alguien o algo los descubra?

¿Sabremos atender ese, su, llamado?

Por el momento, el turno de los Verdaderos Guerreros de las Palabras esta saliendo a la superficie con esta bella y joven chica, y sólo puedo agradecer que tal acción haya ocurrido, y que de alguna manera, mi espíritu, haya pedido alcanzar dicha orilla y haya quedado contento, y, como en el ejemplo de mi yo anfibio, haya sido, el llamado, vital para continuar con vida y con la suficiente fuerza, a través de esta sequía, hasta que vuelva a habitar el palacio de las lluvias.

Es un desierto, parece ser un desierto.

“Dentro de ti mi vegetación”

Y así, sobrevivo.

Gracias, Lucía.

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