sábado, 24 de noviembre de 2007

EL RECORRIDO SILENCIOSO

CINCO

Rodrigo Hasbún

Gente Común. Bolivia. 2006. 118 pp.

Hasbún, nacido en Cochabamba, Bolivia, en 1981, pertenecía a esa silenciosa dupla de menores de 26 años que asistieron al Festival Bogotá 39, lo que logró provocar el temor de unos cuantos latinoamericanos, igualmente seleccionados, que mediaban la tercera década de recorrido por este planeta de arena.

Recomendado hasta la saciedad por el escritor boliviano más reconocido de los últimos dos siglos: Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, 1967), Hasbún irrumpe silenciosamente en la inconsciencia del público con un gesto que merece ser tenido en cuenta: su palabra escrita.

Ni tan considerado un clásico vivo de la Lit. Bol., como le sucede en Argentina a Neuman, y a años luz de pretender emular al mexicano Volpi, la seguridad que proyectan sus relatos y cuentos es tal, que no queda más que estar al tanto de lo que pueda provocar cuando, condiciones naturales de por medio, crezca un poco más y madure su voz personal.

“Cinco” es una especie de primer compilado de su producción literaria. Tanto Paz Soldán, como el mismo escritor invitado hoy a este espacio, han dado múltiples declaraciones en las que explican que la selección final fue tan breve porque la perfección del joven escritor es tal, que casi tuvo que ser forzado a publicar este pequeño volumen.

La Literatura es una manera curiosa de saber que existe el azar, aunque no se crea en él. Ya en repetidas ocasiones, en este mismo espacio hemos formulado la pregunta sobre qué motiva a alguien a convertirse en escritor o en el menor de los casos, a escribir. No creo que deba hacer esta pregunta en esta oportunidad, puesto que algo de ella se manifiesta dentro del torrente sanguíneo del boliviano que, justo por la época en que se dedicaba a redactar los cuentos que leemos acá, no lo dejaba de incordiar.

Rodrigo, un hombre que pretende ser escritor, aparece como virtual protagonista de un par de textos. No se debe tomar todo al pie de la letra, las coincidencias pueden existir, como en este caso. Un nombre, dos personas diferentes. Y claro, un poco de diversión de por medio.

Un oficinista atraviesa el país en un automóvil para llegar a la boda de su prima, primer y único amor de su corta vida; una chica intenta, ante el desinterés emocional, que no sexual, de su amante proyecto de escritor, emularlo, escribiendo una obra erótica; un poco nostálgica reunión de ex compañeros de colegio que apenas empiezan su recorrido universitario; el diario de una sirvienta que ha pretendido un aborto; y las quejas de un angustioso inmigrante que no sabe cómo empezar a desarrollar su labor escrita mientras lo desgarran las dudas sobre el verdadero sentimiento que tiene, sobre él, su fugaz amante, otra inmigrante felizmente relacionada con algún fulano suertudo.

Temáticas muy cercanas a lo que un chico que apenas deja la adolescencia atrás está viviendo, sin mucha carga de esposas, hijos, deudas, encuentros desagradables, elementos vagos y políticos, en fin. Lo que lo hace honesto, algo de lo que muchos escritores se precian de tener. Saber o no saber acerca de lo que se escribe, pero dilucidarlo desde las mismísimas entrañas.

Pero más que la honestidad de Hasbún, lo que vale la pena al leerlo, es encontrar a alguien que tiene algo para decir.

Hace poco, leyendo sobre Yolanda Arroyo Pizarro, la puertorriqueña invitada al mismo certamen donde conocí al boliviano, decía que debería haber una venganza de cuota natural para con los hombres, por no tener que sufrir cada 28 días por los desgarramientos matrices.

De alguna forma, y sin responder a la propuesta de la caribeña, Hasbún muestra que la cuota se cumple, de alguna forma, desde la creación literaria auténtica, ósea, aquella que nace de un desgarro inverosímil.

Ciclos, naturaleza, hombre o mujer, necesidades, explosiones, pruebas de convencimiento, creencias, apologías, deseos, dolores, vivencias, ¡sangrar!, ¡escribir!

“¿Qué le diría? ¿Qué sentiría viéndola? ¿El futuro marido habría tenido noticias de él? ¿Por qué lo invitaron? ¿Cómo señal de que el pasado había muerto para siempre? ¿Había muerto? ¿Cuánto pensó en ella en esos casi ocho años? ¿Por qué nunca intentó localizarla después de las primeras treinta o cuarenta tentativas frustradas por una familia decidida a no permitirlo? ¿Ella habría intentado? ¿Por qué nunca logró querer tanto a nadie más? ¿Ella pudo? ¿El futuro marido le haría recuerdo a él?”, se lee en “Carretera”.

¿Cuánto tiempo puede, hablando de una hipotética vida real, llevarse para responder estas preguntas? ¿Qué tanto ha vivido alguien capaz de formular esas hipotéticas preguntas? Y ¿Es condición para ser escritor, el haber vivido previamente unas 20, 30 ó 40 vidas para alcanzar esta cuota de ingravidez?

Las inquietudes del joven Hasbún pueden ser tomadas prestadas de algunos de sus personajes literarios: “A veces hablaban del futuro. Ninguno quería llegar”, “Tiene veintidós años, no se siente en control de sí misma”, “Vivimos en una selva, estamos vacíos, el centro del mundo horroroso es una cama”, “Le encantaría escribir cuentos sin una sola palabra propia. A veces ya se ha dicho todo”.

¿Pero qué pasará por la cabeza, hoy en día del provocador de estas vitales polémicas?

“Cinco” es un primer libro altamente recomendable, y como algunos buenos grupos musicales, empiezan el largo camino de regreso a ninguna parte con un demo, un e.p. o un minilp. Esta es la importancia de los cuentos el día de hoy, que pueden servir tanto para preparar un camino como para pavimentarlo. Lo repito, desde que toda la operación sea honesta.

Así que como casi todos los miembros de esa coalición unida por su disgregación, hemos de esperar a que al joven vuelva a dársele la regalada gana de publicar algo, cuento o novela, me da lo mismo. No puedo dejar de pensar en una especie de Philip Roth que va contando su vida a medida que va creciendo, por lo que sospecho que Hasbún nos deleitará hasta que o sea él o seamos nosotros, sus lectores, quienes crucemos la orilla primero.

Ojalá sea así.

Que lo podamos seguir leyendo crecer.

1 comentario:

Horgen M'Intosh dijo...

Publicado originalmente en "El Cotidiano", en la columna "Lector Ritual"