PÉTALOS Y OTRAS HISTORIAS INCÓMODAS
Guadalupe Nettel
Editorial Anagrama, S.A. Barcelona. Febrero de 2008. 141 pp.
Tiene que suceder. Cuando la perfección empieza a acusar recibo de uso reiterado, la misma naturaleza se encarga de engendrar células mutantes para que se encarguen de traducir rumbos centrales. Periferia hay hasta en las mejores familias, de eso no cabe duda alguna. Basta ver alguna película de Solondz, repasar Apocalypse Now –Redux-, oír ese par de perfecciones hermosamente autistas llamadas “Kid A” y “Amnesiac”, o infiltrarse dentro del sonido neurálgico de Valium.
A veces, cuando se tiene el ojo puesto permanentemente es la mirilla, se empieza tanto a alucinar como a presentir que el paso de los congéneres –a quienes no se les dispara- tiene una razón de ser.
Ya vamos para un año en que sucedió un evento de magnitudes épicas presentuales, es decir, de fácil olvido. Pero los sonidos, chiquitos por cierto, que detonaron en B39 todavía luchan con la voluntad de un eco.
La cacería, cuando es una necesidad, tiene una multitud de niveles que con el paso del tiempo y el desarrollo de las condiciones necesarias para practicarla, convierten la intuición en sabiduría.
¿A qué animal apuntar? ¿Cuál huella perseguir? ¿Qué título escoger? ¿A cuál autor permitirle la dicha de un título más?
La sordidez atmosférica, la tierna poética rara, la cálida rebeldía antisocial son las herramientas básicas con que la mexicana Guadalupe Nettel atrapa al lector, por más arisco que éste sea.
Es una tramposa, y ella misma lo confiesa en el cuento que le da título a la colección: “Las atmósferas mejor logradas son como estados de ánimo, se pueden sentir pero no descifrar”.
¿Qué sentirá un insecto que queda atrapado en una tela de araña?
Tras leer “Pétalos y otras historia incómodas” la sensación es parecida.
La colección empieza con un fotógrafo de párpados, sigue con una voyeaur devenida en observada por quien no sabe que es vigilado, brinda una clase sobre los outsiders del invernadero, cuenta ese momento en que se deja de ser una apestosa clase de adolescente para siempre, atiende las súplicas de un parafílico, y coquetea con la psicosis de una mujer que no deja, a pesar de todo, de ser hermosa.
Nettel cumple con una condición atractiva para ser tenida en cuenta: respeta lo tradicional, pero hunde sus pies en su propio estilo quebrantador con el tiempo. Y sigue caminando en silencio, oculta bajo un estilo que ya de auténtico, merece el perdón. Claro, siendo coherentes con la lentitud de su edad, o esa frenética manía por madurar antes de tiempo que resalta en parte de su material.
Lo repito, el arma está descargada, pero la mirilla permite hasta la opción de la marca infrarroja, y los latidos que marcan su furia son el objetivo a seguir en sus siguientes, ojalá, pasos cada vez más y más firmes.
Huellas de una chica que va a ser mujer pronto…..
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