sábado, 4 de octubre de 2008

“TODOS ALREDEDOR VAMOS GIRANDO/LLENANDO LA GRAN BOCA/SIN MARCHA ATRÁS”

EL FUTURO NO ES NUESTRO –Narradores de América Latina nacidos entre 1970 y 1980-

Selección y prólogo: Diego Trelles Paz

VV.AA.

http://www.piedepagina.com/redux/category/especiales/el-futuro-no-es-nuestro/

“Dentro de mil años no quedará nada

de cuanto se ha escrito en este siglo.

Leerán frases sueltas, huellas

de mujeres perdidas,

fragmentos de niños inmóviles,

tus ojos lentos y verdes

simplemente no existirán.

Será como la Antología Griega,

aún más distante,

como una playa en invierno

para otro asombro y otra indiferencia.”

Roberto Bolaño



Le sucede a cada generación. Tiene que ser así. No hay más. No hay otra forma de dejar alguna clase de (extraño, bizarro, bárbaro) precedente. O huella. O atisbo para la memoria. O legado. U obra.

La necesidad de contar, de narrar, de romper esa fría barrera inquietante que no es otra cosa que el miedo aferrándose a esas paredes orgánicas que rodean un cuerpo escritural.

Siendo optimistas, diremos “es necesaria”, “útil”, “informativa”, “ya era justo”, “fenómeno”, “chévere”, “chido”. Siendo justos, nos quedaremos callados, leyendo –en esta ocasión- esa pantalla titilante que cada vez parece tener más vida. Es otra. Una más. La siguiente de la lista. El engorde. La proteína. Lo obligatorio.

Trelles Paz lo explica de forma breve y concisa: el enemigo está entre nosotros y se llama “Líneas Aéreas”; es decir, los escritores nacidos a partir de 1960.

Debo confesar que alguna vez aposté a que eran los nacidos a partir de la década de los 80 los que se encargarían de tal genocidio. Pero los tiempos no sólo van cambiando sino que avanzan más rápido de lo que cualquiera pueda imaginarse.

La pregunta básica es: ¿por qué?

No hace mucho, y quizás algo de ese rastro se pueda hallar todavía en la red, sucedió un evento maldito llamado Bogotá39. Una excusa para maldecir a una generación, reuniéndola para que respondiera a nombre de todos los sobrantes, unas preguntas verdaderamente idiotas en torno a la literatura.

Nada nuevo salió de ahí.

Ya todo estaba dicho.

A lo sumo, algunas heridas más para desafiar las respectivas Hojas De Vida de algunos –los más débiles- invitados.

Una o dos que se salvan, y ya.

Pero cuando ni siquiera las sombras de aquella reunión se habían evaporado, sale esto. Como una venganza sostenida. Como una forma de gritar con la voz de los no incluidos. De los que no fueron mostrados hasta la saciedad, pero que, con sus sonrisas vacuas, representaban a esos excluidos. Al resto.

Los árboles que no dejan ver el bosque.

El bosque que no deja ver los edificios.

El sonido –eco- ambiente del campo que no deja oír el ruido –vida- que sostiene la furia que nos marca.

63 autores, autoras.

“Latinoamérica unida una sola raza furia”

Y vuelvo a preguntar: ¿era necesario?

-Ninguna antología es prescindible.

Supongo que será cierto.

Es decir, no daré mi mano al fuego por esta, pero tampoco la condenaré a la hoguera.

Época difícil de contradicciones duras.

Márgenes borrados. Y al mismo tiempo, multiplicidad de límites. Como si de un juego twister se tratara.

-Se puede hacer lo que quiera, es decir, aquello que está en el manual.

Luego, la sombra que lo cubre todo, luego la siguiente generación que entrará sin apenas gesticular con algún arma blanca y luego el silencio. No muchos se acordarán de eso.

¿Qué? ¿Quién?

(Casi) Todos como figuras disecadas en un museo de cera hirviente.

Será pues, esta época, comida altamente alimenticia para los historiadores del futuro. No para el común de la gente.

¿Pero no sucede lo mismo con nosotros?

-El promedio anual de lectura en Colombia es de 1 libro y pico por persona.

Vaya.

¿Cuántas páginas tendrá, entonces, este volumen en la versión impresa, incluyendo a los ausentes remilgados que no quieren jugar en la red?

-¿Lo leyó todo?

Y quedé como mareado. Como con ese dejo de tristeza, de desasosiego, de preocupación empática.

¿Realmente se lo creen?

-Bueno, supongo que el título lo dice todo, ¿no?

Pero el –puto- título es de esa clase de asesoría publicitaria, es decir, de gritar para escandalizar, mero engaño, llamar la atención, berrinche disfrazado de aullido.

-¿Realmente crees que nadie del grupo vale la pena?

Es fácil detectar lo bueno. Basta con la intuición. También se requiere de cierta necedad. Terquedad, mejor dicho. Aprovechar los momentos de alegría, de dicha, y apostar. Después uno no se puede echar pa’ trás.

-¿Darías algún nombre?

Pensé hacerlo, pero ya lo dije alguna vez. La lista, mi lista, ya está. Entran y salen autores, autoras, como fantasmas, como ruidos, como sensaciones distantes, como recuerdos de algo que nunca sucedió realmente. Ahora pienso en lo fácil que es traducir un misterio. La palabra, esa herramienta. Ese track. Ese click. Ese bang. Es como algo que se parte. Es algo que rompe lo que antes no estaba. Porque entra. Y se queda. O parece que se quedara durante mucho tiempo. Pero en realidad flota. Frente a nuestros ojos. Agitando sus alas. O sostenidas por sus fibras propias. Pero cuando se quedan absolutamente silentes, y no tiemblan, ni se mueven, es ahí donde lo auténtico reside. Y claro, es difícil. Un reto hallarlo entre tanto…árbol. Como tan joven y lleno de savia. Pero con una colonia de insectos ya pudriendo su interior. Ese es el verdadero destino de todo bosque. Sobrevivir a los diminutos bichos que arden –en una clase diferente de fuego- por dentro. Y eso que se descubre ya en los griegos, esa falsa sumisa fuerza frontal de ataque silente es lo que se busca en estas noches, linterna en mano, botas de protección contra el veneno verde, red finita, un maletín, la guía transparente de esos Virgilios, y –no me da pena repetirlo- la intuición.

Caer en las trampas es muy fácil, y sobrevivir dentro de ellas también, por lo cómodo.

Luego vendrá, si se sabe solicitarlo, la salvación.

-Es decir, el mito.

Y añadiría esa literal traducción del laberinto fragmentado, del espejo que no traduce lo que esta frente a él. Un sospechoso más allá infranqueable o intraducible.

-¿Inenarrable?

Sónico, sería mejor decirlo.

Pero ya fue suficiente por hoy.

A veces vale la pena esperar, a veces la resignación, a veces el delito de hacer caso y la quietud.

Pero a veces sencillamente todo lo contrario.

Entonces uno se aleja, sin mirar atrás, y luego de un par de pasos, esas vocecillas que se posan suavemente sobre el hombro, son las que verdaderamente valen la pena. Porque a estas personas (nacidas entre 1970 y 1980) en una zona convulsionada que parece no apuntar a ninguna parte y a todas al mismo tiempo, no hay que darles bombo, porque se lo creen. Así de sencillo. Entre menos cámaras, micrófonos, mesas redondas, firmas de autógrafos tengan, mejor. Porque así sudan lo real. Lo verídico. Lo sustancioso. Aunque dentro de mil años no sean ni polvo. Pero por lo menos alguien allá afuera lo recorrió con el tibio pálpito de una mirada inyectada en fuego.

-¿Un bosque quemándose?

A lo mejor….Quizás un bosque virtual. Uno de mentiras mientras llega el tomo a posarse con ampulosidad en nuestras orillas.

1 comentario:

Horgen M'Intosh dijo...

Publicado originalmente en "El Cotidiano", en la columna "Lector Ritual"