MI EDUCACIÓN: UN LIBRO DE SUEÑOS
William S. Burroughs
Península. Barcelona. Noviembre de 1997. 213 pp.
I'm a street walking cheetah with a heart full of napalm
I'm a runaway son of the nuclear A-bomb
Search & Destroy
(Osterberg, Williamson)
La palabra exacta es atracción.
Y no, no voy a empezar a brindar explicaciones cargadas de anomalías académicas, ni siquiera con ciertos dejos influenciados por esos viciosos procedimientos de género psicoanalítico.
Allá ustedes si quieren entrar a tropezar con el vago tendido arropado por muebles que prefieren la comodidad del olvido y parece no se hicieron para ser usados por los humanos.
Lo repito: no hay segundas ni terceras intenciones. A lo sumo, sextas o séptimas, pero entramos en un terreno más peligroso todavía, en el que la visibilidad a duras penas sobrepasa la extensión de un brazo normal.
Parte del juego consiste en reconocerse tal cual y no indagar por posibles variables.
Las fisuras, se tratan en casa.
Y para efectos secundarios, consulten con el libro de cabecera, y empiecen a dejarse llevar por el torrente sanguíneo de
Hace algunos pocos años, una nueva especie surgió en nuestro Planeta para beneplácito de algunos dioses. Los otros estaban en contra de aquello y –sin violencia de por medio- simplemente se fueron a colonizar algún otro lugar espacial. Los residentes, cogieron sus formas de subsistencia y se sentaron a vernos, a gozar.
(Es frecuente escucharles sus adictivas formas de sonrisa, especialmente en días muy lluviosos, y se nos informa que algunos de ellos han sido vistos en los sitios más descabellados de nuestra esfera)
Algunos tuvieron la fortuna de evolucionar, otros de retroceder y quedar atrapados en un centro de polución brillante que los mantenía casi todo el tiempo frente a un espejo.
Unos pocos aprendieron a utilizar algo más de esa sustancia llamada cerebro y lograron llegar más allá de lo que cualquiera antes lo había hecho.
Y otros, quizás a los que más admiro, viajaron usando esa sustancia bizarra y siempre presentual llamada espíritu.
No siempre se necesitan ingredientes materiales para hacerlo.
A veces simplemente una palabra basta.
Y recuérdalo: “Cuando dejes de formular preguntas y borres de tu mente el concepto pregunta te será revelada la respuesta a todas las preguntas.”
“Anoche soñé que besaba a Neil Young”, y no me sorprendió. Debo confesar que lo disfrutaba y cuando me desperté, no sé, me sentí tranquilo, contento.
Besar a un Dios es una de las pequeñas oportunidades que brinda la vida de gozar un fragmento de inmortalidad. No parece ser más.
La mañana se notaba más calmada, con precipicios poco hondos o a lo sumo el beso me había proveído de alas invisibles que de repente podría empezar a usar a discreción. Como el fuego que sale de mis manos de vez en cuando.
Después atravesé una puerta bífida y me hallé en medio de una confusa calle poblada de damas cuyos labios estaban sellados con miel.
Me sentí ligeramente atraído. Pero la velocidad del vuelo impedía aterrizar. Posibilidad de frenar la sensación. Quizás. A lo sumo. Posiblemente.
De repente la figura de mi Padre se hizo presente en una esquina y me brindaba su mano. Olía a ajo, a cocina, a pequeño recuerdo de una órbita no simulada. Sonreía. Y su sombra se notaba exageradamente tierna. Él tenía la edad que tenía Neil Young cuando lo besé. Yo seguía teniendo mi propia edad. O la voluntad de un número cuya misión es llegar e irse.
Todavía había fuego en mis manos.
El olor de las luces era una agradable clase de desesperación. Como una caricia ajena. O un tropezón en un fugaz cuarto oscuro.
¿Pero quién o qué?
Las palabras no siempre son el último recurso de un escritor.
La voluntad de habitar unas entrañas desconocidas, también.
Subterráneas, o semisumergidas. O los ojos ocultos tras una manta roja de esa chica pequeña con la piel curtida de tantas inyecciones. Una tras otra tras otra.
Sabía que el juego continuaría a su debida velocidad.
“¿Qué prisa tienes para llegar a ninguna parte?”
La sensación de estar volando dentro de un laberinto.
“¿Alcanzaremos a ver crecer las flores en la ventana?”
“No te equivoques, y ven en mi dirección.”
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Publicado originalmente en "El Cotidiano", en la columna "Lector Ritual"
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