sábado, 6 de junio de 2009

FURIA CONTRA LA MÁQUINA

TÁCTICAS CONTRA EL TEDIO
Mauricio Bernal
Villegas Editores. Bogotá. Septiembre de 2008. 287 pp.


Lo que pasa es lo que sucede, decía una vieja canción del repertorio de una banda de Rock colombiano de la segunda mitad de los noventa.
Lo que pasa es que mirarse el ombligo a veces produce sus resultados y esa sensación se traduce en una forma organizada –en lo posible natural- de crecimiento.
Tantos libros sospechosamente bajo el influjo de una infancia para nada inocente, y algunos libros de “tardía iniciación”, como los llaman en la solapa de este libro, muestran que el eje de la tierra se sigue moviendo sin importar si seguimos sobre ella o no.
El artista como receptor natural del estado de las cosas, de la plataforma de lanzamiento de un atisbo, de una corazonada, de la intuición.
El cazador de lo hiperreal. El cazador que ya no le importa estar escondido porque entre más visible, mejor para sí mismo. El cazador que caza lo muerto móvil. El cazador que es presa de su víctima.

La obra de Bernal va en pos de eso: tanto de la rutina, como del tedio, como de la relación entre un ser humano natural y el acoso por parte de los utensilios que le favorecen la relación con su entorno.
En “La dificultad de las cosas” (Villegas, 2006), leemos el proceso mental que lleva a un periodista a huir de todo lo civilizado en un país europeo. Algo que tiene algunos ciertos pares en otros países incluso más desarrollados como los escandinavos, pero lo que difiere es la decisión o el “porque toca”.
“Tácticas contra el tedio”, digámoslo, resulta ser más “familiar”, aunque el estado iconoclasta de los protagonistas se da la mano: el proceso no es tan mental como fisiológico en un afán desesperado por hallar la cura para ese desasosiego del que jamás se va a separar.
Aquí el protagonista es un profesor de bachillerato que ha perdido toda esperanza de ir más allá de lo que le presenta su vida. Las motivaciones son pocas cuando ese otro cáncer ha ido propagándose por todo su estado de ánimo. ¿Qué hacer o cómo sobrevivir? O dicho de otra forma ¿vale la pena hacer tal esfuerzo para seguir adelante?
Curiosamente la melancolía expuesta por el autor es diametralmente opuesta a la que plantea otra clase de salida, dejando el buen sabor de un humor pegajoso e incómodo en situaciones en las que sería, socialmente, mejor callar.
Y sin embargo, engolosinado Bernal en mostrar cómo la debacle llega cada vez más allá, algo queda ausente en sus dos primeras obras que es difícil de describir porque tiende a ser algo sumamente personal: tanto detalle intrincado para desatar un final que más que sorpresivo se mira como una fotografía plana, aunque sincera.

¿Alguna vez ha pensado en dejar todo tirado?
¿Aún permanece junto a esa persona que tras cada día siente que es más una carga o un estorbo?
¿Planea volver a luchar por lo que sumercé quiere sin importar el resto de mortales?
¿Ha jugado últimamente la lotería?
¿Tiene pasaporte?
¿Visa?
¿Habla más de un idioma?
¿Juega demasiado su propio cuerpo?
¿Necesita esconder algo vergonzoso de su pareja?
¿Necesita esconderse de lo vergonzosa que es su pareja?
¿Alguna vez ha huido?
¿Esta huyendo en este momento?
¿Sabe si su pareja espera un hijo no deseado?
¿Cuántos hijos no deseados ha tenido?
¿Ha tenido algún hijo planeado?
¿Sabe el germen sexual de sus hijos?
¿Su pareja tiene amante(s)?
¿Sabe el nombre de las estrellas del porno contemporáneas aunque tiene encima un matrimonio de 20 años?
¿Se siente atraído por su hija?
¿Ha tenido alguna erección al abrazar a su hija y no precisamente por un deseo carnal filial?
¿Pasa demasiado tiempo a solas sin especificar el por qué?
¿Ha cambiado de hábitos familiares últimamente?
¿Qué parte de lea esta novela bajo su responsabilidad no entiende?

A veces, simplemente, es difícil enterarse de que algunas cosas, incluyendo los tiempos, cambian.
A veces creo que todo sería más fácil si nuestro cerebro reptil permitiera un cambio de piel no tan monofónico y si más en dolby.
Y a veces es bueno, simplemente, tener un lugar sagrado al cual dirigir los pasos sin necesidad de despedirse de todo el mundo que bordea el aura.

Una novela llega y se va.
Otra se estaciona frente a la casa y no abandona el lugar hasta que se lee.
Las pocas se meten en la cama y no vuelven a salir de allí.
La mayoría, sin embargo, es solo una pieza de un rompecabezas eterno, o que dura lo que dura la vida lectora de una persona promedio.
Ésta es una de esas piezas…

1 comentario:

Horgen M'Intosh dijo...

Publicado originalmente en "El Cotidiano", en la columna "Lector Ritual"