sábado, 31 de octubre de 2009

MINORÍA DE EDAD

¿POR QUÉ SOMOS ASÍ? ¿QUÉ PASÓ EN COLOMBIA? ANÁLISIS DEL MESTIZAJE

Emilio Yunis Turbay

Editorial Temis. Bogotá. 2003. 230 pp.

“Nadie sabe con certeza que ocurre”

Alguna vez, ante la pregunta de la solución para Bogotá, a primeros de los 90, Eduardo Arias dijo que lo único que podría recomponer la ciudad gris eran 9 grados en la escala de Richter.

La escogencia de una serie de alcaldes, incluyendo a la persona que mandaba en la capital mientras Arias se descargaba con dicha solución, ayudaron a cambiar la cara a una ciudad que parecía precipitada hacia el abismo, con los ojos cerrados.

La historia, lo sabemos, tiende a repetirse más de lo permitido.

Claude Levi-Strauss decía que era la cultura la que determinaba las razas y no al contrario.

Yunis lo dice así: es la cultura la que determina los genes y no al revés.

El ambiente, finalmente. O toda esa marea estática que nos rodea en una tierra firme incomprensible, aunque a nuestra entera disposición.

La complejidad del territorio colombiano hizo que desde el principio, los invasores españoles destinaran toda su energía a extraer la mayor cantidad posible de oro y hacer desaparecer a los indígenas.

La orden genética debía responder a dos jefes: al reino de granada y al dios que seguían desde ciertos preceptos cristianos.

Ese saqueo, impartido desde todas las esferas posibles, empezaron a introducirse en esa realidad cotidiana, mientras unos morían, otros llegaban y algunas cosas cambiaban.

Aunque nada volvería a ser lo mismo, empezaba todo a ser igual para nunca jamás cambiar. ¿Porque para qué?

Homero Simpson decía que el derecho de elegir a un político implicaba que esa persona pensara por los ciudadanos.

Algo de ese espíritu ladino se nota en la historia que hemos de cargar sobre nuestras espaldas como partícipes de este país.

Sagrado Corazón que llaman.

Aunque la fe, la fe es otra cosa.

La lucha viene desde por cuál país decidirnos: el real y original, o el ideal y para la muestra.

El segundo, una élite pequeña y corta que detenta ese poder confiscado y heredado por generaciones sucesivas –AIS, por ejemplo-. El miedo a desprenderse de una riqueza o de una tradición. O el temor a saberse parte de un paisaje variopinto, que incluye algo llamado diferencia.

Lo monocromático que viene de lo monoteísta.

Así que la posible explicación es que pretendían aplanar el paisaje.

Pero eran tan quisquillosos, que en el período mundial de mayor migración, “Colombia para los colombianos” fue la consigna porque los orientales eran un peligro biológico, los italianos eran pobres y los alemanes muy librepensadores.

Viendo las encuestas de popularidad de ciertos (Falsos) “Mesías”, se entiende que dicho porcentaje favorable es el porcentaje promedio de intolerancia histórica incapaz de aceptar al otro.

Esa incapacidad genética de ver que el paisaje es montañoso y fracturado hace que la señal para asimilar la idea malformada sea mediante la mutilación, el desplazamiento, el engaño, la corrupción y la miseria ética.

El procurador, por ejemplo, atosigado por los variados y múltiples demonios de la cristiandad, blasfema contra el género femenino por permitir el derecho al aborto. Un funcionario fractal de los conquistadores a quienes les entregaban docenas de indígenas para su gusto personal, aunque la sífilis carcomiera ya sus frágiles pieles.

No había tiempo para nada más.

Ya mañana, es decir, seis o siete siglos después, se llegaría a saber la verdad.

Falta tiempo, pues.

La gloria del infierno, la sangre que cae del cielo, mentiras que crecen como verdades, la tolerancia patrasiada de ese 80% de compatriotas, el hedor debajo de las sillas de palacio, las máscaras infinitas ya sin ánimo de luchar, el fuego que lo consume todo, los subsidios a los ricos.

Electra dijo: “las desvergüenzas tienen por maestras a otras desvergüenzas”.

La larga y lenta epifanía farandulera hace que hasta eso lo celebren.

“Así se me consume mi patria con infinitos muertos tendidos en tierra sin piedad y difundiendo la muerte yacen sus hijos sin nadie que los llore; y en tanto, acá y allá, refugiados al pie de los altares, tratan de conjurar con gemidos sus horrendos males las jóvenes esposas, y con ellas las encanecidas madres. Resuenan las plegarias de salud y acordes con ellas los lastimeros ayes. Vuelve, pues, ya a nosotros, ¡oh dorada hija de Zeus!, tu protectora sonriente faz”

Sófocles, Edipo Rey.

La herencia seguirá….

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