¡QUE VIVA
Andrés Caicedo
Verticales de bolsillo. Biblioteca Andrés Caicedo. Bogotá. Enero de 2009. 222 pp.
“Si, hagamos equilibrio encimita del infierno”
La ventaja de Caicedo no fue la de saber morirse joven, sino la de seguir viviendo, en contra de su propósito.
Paso a paso, la onda expansiva de su legado fue creciendo hasta formar un ghetto que tuvo que ser atendido por los cuarteles generales y darle el debido reconocimiento que cualquier sociedad, malsana por supuesto, brindaría.
Sus palabras, sin embargo, siguen tan palpitantes, que compiten con el lector en perspicacia y punto de encuentro, o centro mutuo.
Y esa baba que se forma justo debajo del libro, ayuda más de lo que se cree.
La exculpación a tanta soledad mal impuesta o adoctrinada con malos métodos, quizás.
O el sueño de ver derrumbado el muro, una vez más, cuando tras las ruinas de la belleza lo que quedaron fueron sus sombras.
Para algunos, el eco de su sonrisa.
¿Pero para María del Carmen?
¿Eso sería suficiente?
Son las ganas de apropiarse del conocimiento.
Lo que llaman Deseo.
El viaje, un precipitado descenso termina con unas advertencias felices. Se sobrevive.
Lastimosamente es un campo de concentración en medio de esa jungla inhóspita llamada Colombia en donde yacen secuestrados los escritores de la plana mayor.
¿Se nace capaz de quitarse ese respiradero artificial?
Sin dar vuelta atrás, por supuesto.
O la dificultad de morirse estando vivo.
Muchos serán los que, abrevando en la orilla, esperarán a por el cuerpo a recogerlo.
Se dice que devorar a un escritor, acrecienta el valor para empezar la misión.
Es la razón por la que en este espacio sacro las cosas no prosperan.
La lucha sigue, aunque la culpa no sea nuestra, sólo seguimos tradiciones, vocabulares o menos ortodoxas que las demás.
A veces, correr, se llama pionerismo.
Lo que se llamaba riesgo, es lo que hoy llaman suicidio.
¿Y qué hay de malo en pescar río arriba?
Lleve su propio alimento si no sabe descifrar el recorrido laberíntico que proponen en códigos de azar.
La única luz permitida es la propia.
Sustancia bebible, cuando no se tienen las costumbres típicas del acatamiento.
Pero, claro, el esquizismo tiene que ser una parte del código.
Porque la lucha no es para todo el mundo.
Esas redecitas que forman, o la palabreja, el ripio, o la espera. El olor falso a lavanda.
Porque la horizontalidad será imposible.
De eso estén seguros.
“Si vienen a mí dos veces, acá se quedarán”
El mundo nunca fue de Andrés Caicedo porque nunca se dio cuenta de que lo tuvo en la mano.
Pero ahora que su sombra se escucha por doquier y crece como selva, el mundo que soltó es de él, porque ahí estamos, tan arrepentidos de tanta tristeza en vano, como del amor que una vez creímos falso pero que no era otra trampa más de la arena infinita.
Y era cierto.
Ya los hermanos mayores, o los tíos locos tenían las respuestas.
Preguntas jamás formuladas.
Tags autistas.
El jardín de luz.
Por mi parte, Yo seguiré de frente, sea lo que eso signifique.
Ya nos darán la razón.
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