sábado, 23 de enero de 2010

MACRO INTENSO

DÍAS DE PORNO: Historia de la vida breve del porno en Colombia

+

DICCIONARIO ARBITRARIO DEL PORNO

Simón Posada

Planeta. Bogotá. Febrero de 2009. 116 + 80 pp.

PG Porn es una serie desarrollada por los hermanos Gunn, especializada en no mostrar imágenes explícitas, por medio de historia hilarantes protagonizadas por las actrices más renombradas como Belladonna, Sasha Grey y Aria Giovanni, entre otras. El lema es: “Para las personas que les gusta todo lo del porno, excepto el sexo”.

Siempre marginal, como el hip hop o el reggaetón, la facturación anual cercana a los 13000 millones de dólares dificulta un poco entender quién es el rechazado.

Curso anexo en algunas universidades de Estados Unidos, lo cierto es que forma parte de ese elemento cultural que tan cercano resulta a las personas.

Y debate intelectual eterno entre qué distancia hay desde el aceptado erotismo y la denostada porno.

Simón Posada se aventura a contar la “vida breve” del porno en Colombia, haciendo una aproximación desde su experiencia como cronista del género en la Revista Don Juan, y aunque su trabajo de pregrado –bajo la batuta de Arturo Alape- fue publicado: “Las barbies también sueñan con muertos y otras crónicas de jóvenes desesperados” (Norma, 2007)-, lo cierto es que el libro que nos ocupa el día de hoy mantiene un problema y es la ausencia de resistencia para mantener despierto al elemento hasta el final de las páginas, por no decir faena.

Liviano, fugaz, impregnado de esa aura light que tanto daño le hace hoy en día a la genialidad, se lee de un tirón –por el lado histórico-, mientras que la arbitrariedad –gesto bastante subjetivo, por cierto: las actrices escogidas mantienen el prototipo de la dama blanca, flaca, alta y rubia, de grandes tetas por supuesto, amén de las actrices obligadas y las históricas- es como un anexo obligado para hacer el libro más gordo.

Bizarro o exótico, el panorama pornográfico colombiano está formado por sospechosos de siempre, personas ligadas al narcotráfico, asesinados en misteriosas circunstancias y elementos escondidos dentro de las grietas de una sociedad que, la mayoría de las veces, parece cómoda en una burbuja del siglo XIX.

Édgar Roberto Escobar Taborda se hacía pasar por el primo de El Capo cuando le convenía; era quien se encargaba de redactar los comunicados de Los Extraditables y paralelo, producía mensualmente una serie de revistas que compiten con las japonesas en el capítulo de rarezas.

Hernán Hoyos, un escritor de novelas astutas que poseen el tierno encanto de lo innombrable. (Se merece un libro para él solo y su múltiple producción narrativa).

Gustavo Castaño, quien sostuvo durante finales de los 90 la productora caleña Calisex, paupérrimo ejemplo de amauterismo amateur.

Marco Aurelio Posada, alias Michael Spring Danger, que desde su bitácora de alquiler de películas en Medellín llevó hazañas insospechadas con gente del común.

Y Cristián Cipriani y Andrea García, quienes desde la productora 1726 han sido quienes han llevado más lejos la industria incipiente colombiana: sobrevivientes desde 2006, parecen entender los medios especificados tácitamente por los tiempos que corren, es decir, el POV y mujeres atractivas extraídas del común capaces de hacer un triple salto para entrar a una piscina.

Osado, el libro de Posada Tamayo permite plantear una pregunta con respecto a las personas que gravitan el halo de las revistas del corazón desnudo en nuestro país: ¿por qué la mayoría de escritores –Andrés Felipe Solano, Margarita Posada, Mauricio Becerra- quedan ausentes de una furia mayor y dejan sus obras en un subsuelo parecido al que exudan las empresas en las que trabajan?

Distante a los libros del experto Lucas Soler, la opción es la de dejar pasar el tiempo para descubrir el libro en uno de los rincones de alguna librería de viejo por los pasajes ocultos de la décima, en Bogotá, y luego, confrontar la verdad en alguna página como Freeones y comparar, objetivamente, las verdades.

Lo cierto es que la pornografía es uno de los regalos que hoy en día nos podemos hacer como atentos cultores del arte y es esta clase de objetos los que ayudan a elevar el nivel de esa expresión que lo reúne todo: imagen, anhelo, palabra, gesto, sombra, sangre, exquisitez.

1 comentario:

Horgen M'Intosh dijo...

Publicado originalmente en "El Cotidiano", en la columna "Lector Ritual