sábado, 13 de febrero de 2010

ALL BLUES

VIRUS TROPICAL I

Powerpaola

La Silueta Ediciones Ltda. Bogotá, Colombia. Agosto de 2009.


El crítico peruano Gustavo Faverón, en el lento atardecer de la década pasada soltaba esta frase en su blog: “Hace bastante tiempo estoy convencido de que el género literario más saludable, el de mayor audacia creativa, el que experimenta la transformación más singular en la última década y, quién sabe, acaso se convierta en el género clave del siglo veintiuno, es el de la novela gráfica. Si el siglo XIX fue el siglo de la novela, el XXI será el siglo del cómic.”

Si bien los exponentes –marginales, vilipendiados, pordebajiados y afortunadamente ignorados- de ese género que se cuentan con los dedos de la mano en este país, desde esa orilla de fuego conformada por fanzines, revistas de limitadísima circulación, publicaciones mimeografiadas y la fantástica opción de la autopublicación en bitácoras virtuales, no dejan nunca de producir, provocar y protagonizar, es la adelantada Paola Gaviria la que se lazan al ruedo de la Novela Gráfica, un género que no todos los entendidos en la materia se atreven a dar –como las muestras valiosas capaces de trascender la razón- en su justo punto inicial. Para una parte de los entendidos, justo en la curda de la movida hippie, en el preciso instante en que el mundo secó las últimas gotas de inocencia que creía le quedaban, y cuando los movimientos contraculturales empezaron a ejercer su derecho a la apropiación de espacios, propuestas y mensajes, entre otras múltiples e indecodificados medios.


Powerpaola apela a lo que tiene más a la mano: su vida personal. Y contrario a esa forma patética de exculpación, delirios y confesiones vomitivas, la novela gráfica es una manera muy natural de ver desfilar por sobre la pasarela, ese gesto que de tan íntimo se logra colar por entre las microfisuras de la empatía, aceptándolo todo, por más visceral y patético que resulte.

Nacida en Ecuador justo cuando su madre había sido ligada de trompas, el título de la obra se refiere a una de las razones que dictó un galeno para distraer una verdad inapelable.

La historia inicia con una viñeta que en alguna otra época podría ser catalogada como de tabú en la que sus parentales hacen el amor, para luego servir sobre la bandeja una minúscula clase de biología sexual.

Tras tres capítulos: Quito, 1976; La Familia; y La Religión, Powerpaola cuenta sus primeros años justo hasta el accidentado evento en que es seleccionada por un diario nacional para entregarle un dibujo al Papa en su visita a Ecuador en 1986.

Tres capítulos suficientes que dejan la invitación sugestiva con puerta abierta a la continuación que finalizará cuando Paola llegue a la mayoría de edad y parta con un rumbo nómada que la ha dejado pisar tres continentes y una serie de países que también sirven como escenario para sus íntimas series.


Obras que pueden seguirse a través de la página http://powerpaola.blogspot.com/, incluyendo los siguientes capítulos de “Virus Tropical”, que completará un sólido cuarteto. Suerte de Work In Progress, es un fiel reflejo de lo que sucede por fuera del sacro estamento editorial que todos conocen muy bien: un paraíso de cultivos que no siempre son capaces de llegar a buen puerto, pero que, gracias a ese eje plural llamado internet, ha brindado las herramientas inesperadas para cambiar algunas de las plataformas conocidas hasta ahora como inamovibles o irremplazables.

Lo que en este caso no deja de resultar particularmente apropiado para los momentos que se viven frente a la llegada inminente del libro digital.

¿Para qué sirve tener una edición hermosa y entrañable cuando se puede leer en la red?


La literatura, es cierto, está hecha de fetiches en formato de títulos o de obras. Y esa es la base de una historia que sigue corriendo y cuyo epicentro no es otra que la llamada creatividad.

¿Vale menos una obra por estar dibujada?


No hace mucho, Ricardo Nieto, director del portal norma.com, hablaba embriagado de la emoción por la suerte que corremos al vivir en esta época de terroríficos avances tecnológicos y comunicacionales.

Avances que cobijan, por supuesto, a casi todos los exponentes de esa endiablada raza llamada humana.

Muchas veces y de múltiples maneras, los enemigos han pretendido ponerle la lápida al género novelístico, sin alcanzar a verlo fallecido.

Quizás porque es ridículo pretender acabar con algo tan enraizado en la cultura general.

Pero lo que sí es más factible, y se me vienen a la cabeza personas como Piglia, Aira, de Francisco y el mismo Caicedo Estela, es atentar contra los códigos decimonónicos –que siempre funcionarán según qué artista de la mágica expresión- y voltear las inciertas reglas del juego para que, los tácitos pretendidos enemigos, tengan la dicha de permitirse abrevar en esas aguas hasta hace poco desconocidas o ignoradas para las pocas grandes masas lectoras.


Hablar de riesgo, creo, es ridículo en este caso.

Y no es el tema de la reseña.

Pero es agradable entender la ecuación completa, y dejarse tocar por un juego destinado a esa zona marginal que cree y desea y espera y goza con lo raro, lo perverso, lo diferente, lo desigual.

En lugar de la ventura, es preferible apreciar las sutiles diferencias que dicta cada naturaleza y para ello, de la forma más comercial y apoyada por las más poderosas instituciones o desde los más recónditos abismos del mundo apoyado en sí mismo, siempre existirá una posibilidad de ver alguna de las tantas clases de luz que existen en este caso, esa luminosidad que se crea justo cuando unos ojos se posan delicadamente sobre la pista de una información que resulta, por lo general, novedosa, y más allá, entrañable.

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