jueves, 4 de noviembre de 2010

“EN MI ALMA BROTAN SÍNTOMAS DE SABOTAJE”

CUENTAN – RELATOS DE ESCRITORAS COLOMBIANAS CONTEMPORÁNEAS


Luz Mary Giraldo: selección y prólogo

VV.AA.

Sílaba Editores. Medellín. Agosto de 2010. 218 pp.


Recuerdo “War” de Bob Marley.

Se me viene a la cabeza una serie de factores diferenciadores acordes a nuestra mente binaria, socialmente hablando.

Aquí o allá, de este lado o de ese otro.

Esas particulares clasificaciones que llevan a que todo tenga un cierto orden que, me late, se hace para gusto de quienes gozan desordenando las vainas.

Cuando la muerte, por supuesto, no está de por medio.

A lo sumo, una sonrisa, una cópula interracial, entrar a un sitio a resguardarse del frío sin permiso, burlar a un celador.


Ausente del canon, y explorando territorios nuevos, ajenos y bastante propios como para osar compartir con el público, ésta serie de informes corriendo y hundiéndose en lo desconocido no lograrán hacerme sacar algo indexado para publicar aquí o allá, siguiendo ese orden patrónico que hace sonrojar a más de uno.


Hace poco, ignorando por completo el lugar del que leí la cita, dijeron que la lucha de los gays en pleno siglo XXI era la lucha de las mujeres cien años atrás.


Escarbando o tal vez imaginándome todo eso, Venus de Milo y de Lascaux en el medio, recuerdo el miedo terrorífico que el hombre le ha tenido a la mujer tanto histórica como culturalmente hablando.


El orden de los factores ¿realmente no altera el producto?


Luz Mary Giraldo, exiliada por obligación en su propia casa por culpa de un enredo jurídico y burocrático, vuelve a sacar otra de sus maravillosas cartas en momentos en que el panorama literario parecía estar girando sobre su propia cola, como si nos olvidásemos que somos una Nación edificada en el desorden, lo insensato y lo desfachatado.


El serio orden no sólo perjudica nuestras esferas mentales sino nuestro protopatriotismo, enlodando, quizás, esa suma patrimonial que guardamos de manera tan obtusa en nuestro ADN.


Y en momentos en que las revistas culturales se vuelcan a aplaudir a esa industria editorial por su apoyo irrestricto al género del cuento y se alargan en discursos repetitivos y mamones acerca de la tradición llegada de otros hemisferios y blablabla y tanto tilín tilín y poca variedad en las paletas, uno revisa el trabajo editorial de esta señora ibaguereña, y se descubre que la última década y media ha pasado por su mano, por su ojo, por su cerebro, por su columna vertebral, y uno se la puede imaginar leyendo, subrayando, tejiendo cada uno de los nombres para bendecirlos de una manera apocalíptica, panídica y blasfema, pero bendición de mujer al fin y al cabo, lo que puede traducirse como la salvación del mundo de la ignorancia, la sacudida del manto de oscuridad o el destierro de la algarabía abismal de una vez por todas.


¿En serio quiere probar un bocadito?


-Nuevo cuento colombiano, 1975-1990 (FCE, 1997)

-Ellas cuentan, relatos de escritoras colombianas de la colonia a nuestros días (Seix Barral, 1998)

-Cuentos de fin de siglo (Planeta, 1999)

-Cuentos caníbales, antología de nuevos narradores colombianos (Alfaguara, 2002)

-Cuentos y relatos de la literatura colombiana (FCE, 2005)

-Una ciudad partida por un río (Instituto Cervantes, 2007)


Amén de la serie de libros en torno a esa indagación ¿inútil? sobre la literatura colombiana: buscando un nuevo canon, o leyendo ciudades y arcadias, o hurgando en la maleza más allá de Macondo o lanzando mensajes a ese otro lugar a ver si responden o no, si hay alguien o no, si hay señales de vida o de una inteligencia artificial capaz de producir los textos narrativos más hermosos esta noche, leer por ejemplo:


*


Cuando uno se enfrenta a una antología, la tabla de estadísticas sirve para descansar un poco de la lectura, y más allá, para planear los juegos proféticos que quedarán a merced de las polillas de la memoria.

22 mujeres nacidas entre 1934 y 1982, cada una con su pequeña y justa hoja de vida bajo el brazo, con una serie de oficios, direcciones, procedencias y puntos de fuga que coinciden en que cada una de ellas lleva a cabo una travesía por el tiempo con su vida, con cada pálpito, cada emoción, cada palabra lanzada al ruedo de una misión que finalmente derivará en ese hatajo cultural que nos identificará en un mediano futuro, cuando se requieran pies de página para explicar tal o cual situación traducida en relato.


Sin jugar al héroe, destaco la curiosidad que buscábamos dos o tres años atrás, que aterriza desde la Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional, o las noticias que ofrecen una serie de proyectos editoriales en esas lejanas zonas colombianas que no son la capital. ¿Allá todavía se escribe algo? ¿Allá todavía se produce y se provoca desde la palabra?


Abraza la descentralización, parece decir el prólogo o esa suerte de introducción, curiosamente, lo más políticamente correcto del libro.


Chicas, por favor, mantengan el orden.

Guarden las composturas.

O los perfileros del futuro no las entenderán e incapaces de dar su brazo a torcer, hombres al fin y al cabo, las llamarán “desviroladas” y cosas peores.


¿Será ese artículo de una revista cuyo nombre no me atrevo a decir el eslabón perdido entre las diferencias que vienen de Venus y llegan de Marte?


*


Por citar algunos casos, ese sometimiento a la disciplina o al orden social en los cuentos de Helena Araujo y Consuelo Posada; ese torrente mítico de palabras capaces de hacer viajar en tiempos y espacios de Amalía Lu Posso; el humor negro negrísimo y vivace de Lina María Pérez; los síntomas de una violencia sin fondo desde la inocencia infantil en el de Nora Carbonell; la pasión, el ardor, el furor tras una consulta con el psicoanalista en Paloma Pérez; esa visita tan cálida al cuerpo en Gloria Inés Peláez; la raíz del lenguaje, un eco opaco y el desgarro formal en Carolina Sanín –una vez más lo hace como casi todo lo que ella provoca-; y esa vertiente tan fresca y resquebrajada, tan agrietada y agitada, tan veloz y tan a lo Doris Salcedo de Andrea Rozo.


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En una de sus columnas, Catalinapordios dice que la verdadera revolución se da cuando no importa el color de las personas en los puestos del bus.

Y sin buscar dañar el pastel del paisaje que acabamos de leer, me gusta la sensación de echar en falta que tengo en mis manos un libro sobre la escritura escrita por mujeres, porque lo que siento que leo es literatura, así, como sin género o sexo o color de piel o marcas genéticas que llevan a ocupar varias generaciones en el túnel inapropiado del tiempo y la genealogía.

A veces quisiera entender o saber diferenciar.

Pero siento que éste libro es lo suficientemente atractivo como para adornarlo con otros códigos.

No es pasado, no es futuro. Es lo que somos. Aquello que nos correspondió en suerte.

O cuando esos Lados B de la Historia surgen con el correr de los años, las décadas, los siglos, y ya el miedo ha pasado a un retiro obligado…

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