jueves, 5 de diciembre de 2013

DISTANCE

UN ASPECTO DESESPERANZADO DE LA LITERATURA: Sófocles, Hölderlin, Mutis
Gastón Alzate
Colcultura. Santafé de Bogotá. 1993. 101 pp

En una letra de A//narcolepsia me encuentro un mensaje a los marxistas de los que poco o nada logro intentar saber. La letra, hablaba de una ligera esperanza por un cambio, una suerte de destino a lo sumo mejor bajo la testificación de una nueva forma de vida prometida.

Había pretendido encontrar una clase de respuesta al leer el TL de un amigo que, revoluciones mediante, anhela arder en un mundo vasto diferente; ¿y lo mío?, me decía… ¿y lo mío, qué? ¿a qué apunta?, me decía con cierta presión de soledad para dar con una orilla repentina, momentánea, sagaz, quizás actual o que no se venciera con las primeras de cambio.

¿Era esa invisible esperanza la sostuvida entre el clamor de letras bien sean escritas, bien sean leídas… ¡bien sean oídas!?

¿Y por qué tanto debate de altura al acercarse el período votacional y nuevamente una voz en el blanco de la irracionalidad?

Era cierto, no lograba articular oír a naides…  porque naides lograba traducir aquello que deseaba escuchar, presentidamente, afásico ante la organización de penumbra de turno aparte, de fuego o cruz invertida, de cera o saliva burocrática divina.
¡Por qué no lograba creer en el destino!

Entonces empecé a recordar las ofensas a los elefantes y "Todo se descomponía en fragmentos que se fragmentaban a su vez" y mientras tardaba en imaginar la manera más reducida para recogernos en pedacitos que podían como no tener todavía un propósito de vida para la vida, entendía el sutil miedo que podría provocar el certozo vacío ante una mediana nada capaz de cubrirlo todo hasta el mismo núcleo emblemático del sí mismo.
Razón había en proferir algún vestigio de esperanza sinónimo a alguna salida posible, alguna cualquiera para que la oscuridad, oh profeta de profetas por siempre jamás, no ocupiese en el atroz sinsentido que no deja forma de retomar la ruta tras algún accidente crónico cerebrovascular.

Existía un présente, era verdad. Lo que quedaba era actuar en una imaginaria consecuencia, porque al no existir ya tablet de salvación virtual, afrontar el hechizo digno de lo real, de beber la madera líquida, de revisar las huellas de los restos de los mamíferos que no sean de granja, de alcanzar a (re)producir muchísimas intuiciones para que al final alguien nos dijera desde la academia: Es que así fue que ganó el mal.

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