sábado, 16 de mayo de 2015

Snow-Sand

DE LO QUE NO SE PUEDE HABLAR
El arte político de Doris Salcedo

Mieke Bal
Universidad Nacional de Colombia. Medellín. Mayo de 2014. 303 pp


"¿No ves el crimen
que es perpetuar la vida, el dolor, el horror?"

F Vallejo

Salcedo considera el duelo la forma más humana posible de ser humano hasta donde se limita lo humano.
El umbral del dolor es otra cosa. Así como la necesidad de actuar violencia.
Aquello que (también) nos (profundiza en una sombra inigualable e imposible de medir) humaniza.
Al desmotivar la narración, la obra empieza a dictar ese pesado silencio que hunde en no pocas ocasiones hasta el llanto.
El revisar desde el extranjero cada una de las osadías, acariciar la ruina, hundir la nariz en el hueso, pretender recordar a quien ya no está o quizás nunca estuvo, pretender ir tras un horizonte desrutinizado que accede a ya no permitir lo pulcro.
Porque así como GGM encanta afuera contando el diario vivir de su país, cada título de Doris no es más que un camino de calle normal en un país que funde su lucha en el conteo de muertos para beneplácito y orgullo y tranquilidad de quienes viven en alguna vivienda sumida en la confianza que otorga una seguridad bendecida por el fascismo de la escogencia... de la opinión.
Supongo que es el plan o la razón por la que decidió no hacer una exposición jamás en su país.
"Plegaria muda" estuvo en Flora. 
Cunde ese silencio.
Pero tanta tierra que oculta ese sinsabor sinnombre, esa susceptibilidad para con el cada vez más reducido recuerdo de cada falso positivo, esa coartada desde los periódicos de provincia que, decían, escandalizan al mostrar la sombra del cuerpo que murió sin intento, tan la proclama que se canta desde algún rincón de vida sin entender que cubre tanta muerte fallecida.
"No se puede revertir el funeral"
"La paralizada fijeza de la melancolía"
Ante tal paisaje, eso que queda, repetido hasta la siguiente y siguiente y siguiente generación, aquella ruina bendecida, innombrada aunque constitucionalmente tan presente, congelada en el dicho asediante de un vigor derrumbado que rompe el límite de la misma conquista y así alcanzar la caricia para la cual el silencio se hunde en su propia ruina, así mismo, así.
"Los frutos de la muerte", que se hallan en Romanos.
La indeterminación desde la causa más heredada de una sociedad adicta a lo político, a la marcada violencia.
La esencia de romper aquello otro, lo común.
La desgracia de necesitar de alguien más. No de otro. Aquel tierno individualismo. La pantalla en cada noticiero de TV.
Sin a veces son once, en otro motivos suelen apretarse veintiocho. 
Porque a nadie le interesa.
Esa traducción es la incapacidad para la justicia al verse frente al espejo de ninguna cara.
Esa ceguera portátil, tan acreditada. Esa lejanía que reza ante cualquier eslabón que predice sin diálogo.
Ese cubrimiento. Ese conteo.
Cada silla que baja.
Ese horario.
Cada número de cédula multiplicado por el muerto que la precede y hasta allá se alcanzará a hablar de paz, sometimiento al duelo, quizás. Esa hambruna emocional que crea el vacío que dejaría la no guerra, el sembrar sin pisar quiebrapatas, sin tropezar el cuello con los colgandejos que estallan, las bombas que no conocen algo acerca del silencio, la probabilidad de aburrimiento en Colombia.
"...sino que lo que no quiero eso hago..."
No importa contar, es el no narrar.
Caer.
La tumba sentada, tan callada que merece ser habitada por otro espectro.
Esa víctima.
Nadie.
Duele.
Pero no puede doler.
Más.
Y así.
Hasta tanto doler(se).
No

(Sonó, mientras tanto: https://discordianrecords.bandcamp.com/album/violencia-1962 )

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