TIEMPO MUERTO
Margarita García
Alfaguara. Bogotá. Agosto de 2017. 151 pp
He sido infiel. Por supuesto que sí. Lo conté hace dos, tres entradas. Hago ejercicio. No me he excedido en cosas. Mi corazón como un lulo. No me urge follar diez, quince veces a la semana. Pero ahora sí que lo disfruto más que hace diez, quince, veinte años. Como dicen las muchachas de hoy en día: Me he comido lo que he querido. Pero agrego que he querido a cada una de las personas que he tenido el placer de sentir así de cerquitica. Me han puesto los cachos. Incluso con. No voy a decir amigos porque carezco de eso. Pero sí con gente tan cercana que después es que entendí el por qué de cierta distancia inverosímil. Jaja. Creí hasta no hace mucho en el poder que la mujer ha de tener. Atenta a tantas cosas. Pero si los hombres somos unos hijueputas, las mujeres no lo son menos. Humanos al fin y al cabo. Lo que pasa es que antes de que todo finalice, el man incurre en aspavientos cuando de acostarse con jovencitas se refiere. Cuando la cosa es con mujeres mayores es normi. Y cuando es con gente más adulta, ay, es lo más encantador y el mayor regalo que pueda dar la vida. Ser infiel con una persona mayor. Las mujeres son más discretas. Aunque cuando mi pareja llegaba de y no me decía nada, ese color de la piel, a veces esa sudoración, las ganas de dormir, esa sonrisa coqueta. Cuando era algo muy bien, me buscaba para hacerlo a continuación conmigo. Cuando era bien, se daba una ducha y se ponía a leer en la cama. Cuando el man se venía rápido, llegaba furiosa, tensa, me peleaba, me hacía salir ofuscado de la casa al BBC de la esquina y ella aprovechaba para masturbarse. La confianza lo es todo. Los cachos no es ningún fin. Toda Casi toda aventura deja un atisbo cómodo de una esperanza necesaria en el camino de mentiras de un horizonte sin fecundar
miércoles, 28 de febrero de 2018
¶ Rogelio se fue antes de que saliera el sol y Damaris durmió hasta tarde. Ese día no hizo nada. Como había cocinado ni siquiera tuvo que prepararse la comida. Puso la colchoneta en la sala de la cabaña y se echó a ver televisión. No se duchó y solo se paró para ir al baño, comer y alimentar a los perros cuando se plantaron en la puerta de la cabaña a mirarla con insistencia. Ella comió directamente de las ollas, se masturbó dos veces, una por la mañana y otra al final de la tarde, y se vio todas las telenovelas, noticieros y realities hasta que se hizo de noche, cayó una tempestad horrible, con vientos huracanados y rayos demasiado próximos, se fue la luz y se quedó dormida
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