LA SIEMPREVIVA
Miguel Torres
Tragaluz. Medellín. Junio de 2014. 145 pp
La toma del Palacio de Justicia también dio para la literatura y puede decirse que su obra más representativa es ésta
La obra recorre un espacio de tiempo más amplio, antes y después, del suceso del seis y siete de noviembre. Lo que permite expandir el efecto de lo que alcanza a inferirse que sucedió
Ahora hay una época que ya ha quedado allá atrás, la del radio como objeto de compañía y respuesta, de la radio como forma de saber lo que estaba pasando en ese tiempo directo
Las canciones de salsa que van definiendo una vida normal en un inquilinato con sus deudas, celos, borracheras, machismo, inseguridades, oportunidades, amoríos, planes siempre por salir adelante en un futuro que suele ser casi de forma automática más amplio y libre del constructo social de ese presente que asfixia y engulle y discrimina agarrándolo todo para que nada pueda cambiar, cambiando todo siempre
Julieta que se va a graduar de derecho y encuentra un trabajo en la cafetería de Palacio durante un mes
Doña Lucía la mamá de Julieta enloquece
Doña Lucía no soporta la idea de firmar la demanda contra el Estado porque en su ser quiere saber que su hija vive en algún lugar en alguna parte
Julieta eventualmente aparece en escena sin lograr definirse como fantasma en su hambre de ilegitimidad humana
Sergio es la voz que recoge esa intuición general que se dio en esa noche cuando no hay quién presida el país y la barbaridad de los militares enmudecen y choquean a la nación completa
El doctor Espitia es una voz que busca equilibrar esa situación al culpabilizar al M-19 por la idiotez de la misión
El Locutor es la excusa para ir dando los informes que se irían sucediendo hasta llegar a esa impunidad que quería caer en un olvido en mayúscula a modo de orden de alto mando
Quizás la puesta en escena puede simbolizar ese entramado laberinto que sin culpa fue quedando como mapa de ceniza e incógnita
Quizás lo que queda más allá de la pérdida y la muerte y la calcinación no es más que un silencio que se torna confuso a medida que más y más veces oímos los clamores para detener el fuego y que es el silencio de la desatención por cobardía lo que queda diciéndose en una espiral de ese tiempo que nos excede como personas testigas
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