jueves, 25 de enero de 2007

EFRAÍM MEDINA REYES: CRUZANDO CAMINOS (A propósito de la lectura de su libro “Cinema Árbol (extended version))

“Disfruto ordenando mis recuerdos”

En algún momento de la historia personal del autor que nos ocupa en este instante, sucedió una ruptura. El camino que el escritor había escogido, imbuido de latinoamericanismo acérrimo: Cortázar, Rulfo, Borges, Onetti,…y que lo había llevado a ganar una serie de innumerables concursos, fue abandonado. El escritor, en todo su vital derecho, quería explorar nuevas formas, otras sendas, originales trucos. Fue así como dejó de ganar premios a lo largo y ancho del territorio nacional; el escritor ya no imitaba, había decidido aventurarse a hallar su voz propia –quizá lo más difícil por lograr como escriba auténtico-. El capítulo final de esta primera etapa -¿prehistórica?- fue, irónicamente, el primer puesto en un importante concurso de Literatura a nivel nacional con un libro de cuentos llamado “Cinema Árbol”.

El segundo capítulo de esta historia, cuando el escritor se arriesga a mostrar la manera en que corre furiosamente para hallar su propia voz, es la que se conoce como Mainstream: “Érase una vez el amor pero tuve que matarlo” (Proyecto Editorial, 2001), “Técnicas de masturbación entre Batman y Robin” (Planeta, 2002), “Sexualidad de La Pantera Rosa” (Seix Barral, 2004) y “Pistoleros/Putas y Dementes” (Planeta, 2005); múltiples ventas, enfáticas y variopintas traducciones, algunos intentos por definir lo que provocaban dichas lecturas, malentendidos por parte de los no lectores, confusiones dilatadas y sobrealimentadas y una serie de axiomas que mostraban cómo de la espesura guarra del trópico bestial y caribeño, alguien puede construir algo enfermamente hermoso, con aquel ímpetu desgarrador, producto de un dynamo que habita sólo dentro de esa persona.

El autor, Efraím Medina Reyes, una vez convertido en una estrella de las letras, decide, mediante una suerte de viaje en el tiempo, traer su mayor muestra de aquel denominado pre-primer período, y unirlo, coserlo, pegarlo, a su actualidad literaria. Los resultados, para los lectores atentos de este vital espécimen de las adorables letras colombianas, son apoteósicos.

Aquel escritor que puso en uno de sus cuentos, “Round Midnight”, “No tengo entereza ni pasión…Mi talento es más flaco que yo. Me rompo la espalda escribiendo porque no tengo otra salida, no hay aventura en mí ni nada que me importe. Nada”, es el mismo que publicó la constante “Sexualidad de La Pantera Rosa”, y es el mismo que se atrevió a descubrir “Seis Informes” (WGC, 1988), y entre los dos tiempos, el puente de luz que los une, aunque no es infinito, si lo parece. Porque los diferentes Medina Reyes que aún viven, por medio de su escritura, en cada uno de los momentos, es un vector voraz e independiente, furioso y edípico, filosófico y de un tipo de humor demasiado personal, cada vez más alejado de cualquier centro que lo pretenda colonizar.

No hay conmiseración por nadie, porque todos estamos involucrados en esta obra, atados por el tiempo.

Una portentosa mole que, con cada nuevo título, no para de crecer.

Porque sí el libro original (Colcultura, 1996) contaba 87 páginas, las 257 de (Seix Barral, 2006) lo confirman, vitalmente hablando.

Cinema Árbol era, fue, es, será un libro de culto. (No quiero ni imaginar como los fanáticos de M.R., créanlo, un poco más radicales que él, (capaces de desnudarse en las presentaciones de sus obras, por ejemplo) sostendrán entre sus manos las obras ocultas del cartagenero.) Un libro de estas características no tiene límites de velocidad ni señales de pare. Un libro como este va directamente a algún lugar de fuego sagrado, indefinible, por medio de una autopista de ceremonias, gratitud, recuerdos, ansias, recuperación por los golpes de la misma vida, postales familiares, visitas informales, reuniones ocultas, palabras-palabras-palabras, y corazón. Un lugar desconocido dentro de cada uno de los lectores atentos que han seguido la obra (y su evolución natural) del writer-star bolivarense.

El cruce de caminos que es “Cinema Árbol (extended version)”, no es un peldaño más en la patética y lenta evolución de la Literatura Colombiana.

Esto es un salto bárbaro hacia un solo lado, por lo que difícilmente se puede hablar de explosión.

El humo, de hecho, es a causa de su trilogía narrativa anterior.

La distancia que recorre, por sí solo, Medina Reyes, con este tomo bajo el brazo tentacúlico, sólo se mide en leguas, en eones.

¿Difícil alcanzarlo? Mejor, un delicioso riesgo tratar de perseguirlo.

El cielo blanco y las estrellas negras, he ahí la señal.

Detrás del escándalo, e la caza de peleas-muchas de ellas innecesarias-, de lo grotesco, sexual y escatológico, siempre se ha advertido la presencia de un hombre-¿niño?- tímido y sensible hasta sus últimos átomos.

Nunca imaginé que Medina Reyes fuera capaz de unir la fuerza lograda por medio de su indolencia transgresora, a sus más confesionales y ocultos temores, expuestos sin un ápice de terribles pretensiones intelectuales.

Esto es pulsión pura.

Esto es literatura activa.

Esto es un aviso de peligro.

Esta obra a puesto a este escritor, quiéranlo o no, en un puesto que muchos de sus contemporáneos ya hubiesen querido medianamente, rozar, al menos, mirar.

Siempre soñé con despertar y encontrar que El dinosaurio ya se había ido.

He despertado y ahora encuentro a un tipo de un metro noventa, jugando con sus propias alas.

Todo gracias a una implosión.

Y una vez más, como hace 40 años, el grito provino del norte de este país.

“Si los muertos no se matan a tiempo después es imposible”, dice en El Crimen.

“Mata a todos y serás Dios”, decía alguien alguna vez.

“Cinema Árbol (extended version)” simula un incendio forestal natural.

La Literatura Colombiana necesitaba purificarse.

La naturaleza es sabia.

La literatura, a veces, también.

Nos hemos de preparar, monjes lectores, para ver crecer el futuro bosque de nuestras letras.

El árbol que crece torcido es aquel que el talador no corta.

La sombra del árbol cada vez más frondoso, proviene de aquel llamado Efraím, especie sugestiva, totalmente nativa.

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