sábado, 30 de junio de 2007

APRECIACIONES EN TORNO A UNA CIENCIA NOVEDOSA PARA TODAS LAS PARTES INVOLUCRADAS

REVISTA LA TADEO # 72: ROCK-VOZ URBANA, LENGUAJE UNIVERSAL

VV.AA.

Universidad Jorge Tadeo Lozano. Bogotá. 2006. 239 pp.

Sí existe una ausencia de edificación del rock colombiano, ¿qué puede hacer una publicación –por más respetuosa que sea- endeble, incapaz, insuficiente y poco arriesgada para llegar a aclarar algunas someras dudas?

Parodiando el llamado que José Plata hace en su artículo: “De la mano del rock, por la vía del padre estado, la madre medios y el espíritu gratuito”, es mejor leerlo que no leerlo. Pero, ¿algo puede sacarse de las 239 páginas escritas de maneras diversas, variadas, cuidadas, perfumadas y todo eso que va en contravía de ciertas partículas dubitativas que conforman el Rock?

Seguramente si, y quizás, sólo si se quiere, muchas cosas valiosas, apuntes, datos, estadísticas y, lo más importante, material o fuentes para futuros artículos que rodearán dicha temática.

¿Es necesario hablar de rock?

Cambio la pregunta: ¿es necesario teorizar sobre el rock?

Respondo: depende del paciente.

Y por lo que podemos leer en este número 72, es que es necesario para aquellas personas que, sin estar involucradas dentro del género como tal, sí sienten una cierta curiosidad por llenar espacios vacíos que les brincan, fantasmalmente, dentro de sus académicas mentes.

Ya lo he dicho en muchas ocasiones, en diversos ambientes y frente a curiosos auditorios: nadie que se precie de estar en sus cabales preferirá seguir el mundillo del rock en Colombia que a caminar por las cementadas sendas que La Academia le brindará.

Es por eso que los resultados de esta publicación están, casi todos, estructurados desde la ¿obligatoria? protección de la barrera; los Toros, pues, corren y pastan, luchan y mueren, en la arena…solitarios y exóticos, allá a lo lejos.

¿Lo rescatable?

La presentación de Salomón Kalmanovitz, Decano de la Facultad de Ciencias Económico-Administrativas y, quizás, la persona emblema de su generación en cuanto a seguimiento de la música moderna con datos fidedignos y de respetuoso corte personal y pasional al respecto.

La atractiva puesta en escena de un idealizado combate de Lucha Libre entre Bob Dylan y Leonard Cohen, por Galia Ospina.

El simulacro de Tour por las principales ciudades, europeas, norteamericanas y caribeñas, cuna de ciertos puntos claves para la historia del rock, por Eduardo Arias.

La visión del folclor mundial dentro del género, por José Cepeda.

Y: las dos partes en que han dividido la historia del rock colombiano, firmado por los ya nombrados: Arias & Plata.

El resto: tibios lugares comunes y lo más sorprendente, visiones desde las más incapaces ciencias para amordazar al menos una de las cuatro letras que le da título a la publicación: economía, política, estudios culturales, teología, psicología, ética y otro largo etcétera que por respeto, no voy a nombrar aquí.

Pero, lo repito, es necesario, así nos duela a quienes vivimos el género de una manera menos indirecta.

Por ejemplo, en algunos años será vista, esta publicación, como un elemento combativo y necesario para aquellos seres que, curiosos, buscan e indagan los elementos formadores de la contracultura que tienen corriendo entre sus venas y necesitan dar(se) a entender.

Entonces podría aventurarme a concluir que es una publicación para no-iniciados y que, posiblemente, servirá de tal, ya que con la fervorosa y disciplinada biografía que cunde (casi) cada uno de los artículos, los futuros intelectuales de las élites roqueras, tendrán para llenar sus bases de artículos y frases y palabras que más tarde, no les servirá para nada, porque lo más grandioso de este movimiento es vivirlo a tope y no quedarse a un lado, engarzado entre las páginas de una dudosa publicación, sosteniendo debates anaeróbicos que no llevarán a ninguna parte, o quizás sí: a la edificación de, en algunos lustros, otra publicación que explique por qué no se puede desarrollar rock en Colombia, con sesudos artículos firmados por algunos de los que ya han firmado en esta ocasión, cuyo sensible imaginario centra al cada vez más endeble festival Rock Al Parque como el centro de todas sus novedosas (?) posturas mentales.

Entonces, sólo me resta esperar a que en aquella futura edición, alguna persona de aquellas que se sienta a pensar con detenimiento en el Rock En Colombia, tenga la suficiente fuerza de voluntad para cruzar la puerta batiente del Gran Movimiento Subterráneo Colombiano que, vaya, esta plagado de escenas diversas, comunicativas entre sí, luchadoras, vívidas, brillantes, talentosas, paradigmáticas y ejemplarizantes, y lleve las noticias de ese macrofondo vital a las secas llanuras de las emisoras que se precian de ser las baluartes de esta música divina, pero que jamás llegan a retornar al lugar que alguna vez las vio nacer.

Será, en esa oportunidad, la ocasión perfecta para agradecer que alguien se interesa en untarse las botas gruesas de protección de esa viscosa sustancia, tan adictiva, tan fosforescente, tan densa y tan poco intelectual, de que esta lleno el piso en el subsuelo, verdadera cuna de cualquier movimiento roquero que se precie de serlo.

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