sábado, 21 de julio de 2007

COCTEL DE POESÍA

LECTOR DE POESÍA Y OTROS ENSAYOS INÉDITOS

Fernando Charry Lara

Bogotá. Debate. Diciembre de 2005. 323 pp.

Charry Lara, hablando del mexicano Xavier Villaurrutia, anotaba su pequeña bibliografía poética correspondiente: “Reflejos” (1926); “Nostalgia de la muerte” (1938); “Décima muerte” (1941) y “Canto a la primavera y otros poemas” (1948), para declarar “ los valores literarios no se miden por la amplitud sino por la intensidad de su mensaje”. Tal definición, perfectamente, puede atribuirse al mismo poeta bogotano, cuya obra poética se signa a tres títulos distanciados en el tiempo, pero unidos por una esencia que aún, hoy en día, se siente tan fresca como una mañana capitalina junto al Cerro de Guadalupe.

Charry aumentaba su acercamiento al poeta mexicano con esta frase: “La crítica de la poesía constituye en él un ejercicio poético y es desde el punto de vista de su fervor por la poesía como puede interpretarse el conjunto de su obra”, lo que lo acerca más a sí mismo en un supuesto perfil introductorio para con uno de los más impactantes poetas colombianos del siglo XX.

La obra poética de Charry Lara no puede desprenderse de su labor como ensayista y como en el caso de Villaurrutia, ambas caras son el mismo lado de una moneda. Inseparables y complementarias.

Con dos títulos, publicados curiosamente en el mismo 1985: “José Asunción Silva, vida y creación” y “Poesía y poetas colombianos”, amén de una certera colaboración con revistas de la importancia de Mito y Eco, resulta “Lector de poesía” en su primera versión, 1975, su mayor obra dentro de ese mal llamado género menor.

Entonces, la mejor palabra para definirlo, como ensayista, es Taxónomo. Su labor clasificatoria y emancipadora en cuanto a descripción detallada de cuantos frentes poéticos atacan a un determinado individuo digno de recordar en la Historia de este género literario, es infinitamente necesaria y esclarecedora de una multitud de dudas para quien pretenda sumergirse en los laberintos estéricos de dicho océano. Romanticismo, Simbolismo, Modernismo, se conjugan en un coctel para detallar, posteriormente, cuál es la clasificación que se debe entregar, a veces como un premio, a cierto escritor.

Es esa la razón por la que Charry Lara debe considerarse un faro dentro del mundillo intelectual cotidiano colombiano, ya sí se quiere rebatir alguna idea o introducir un cambio de apreciación dentro de otra, la mesa de batalla esta dispuesta a recibir los aportes correspondientes.

¿Habrá alguien dispuesto a hacerlo?

Es posible que desde las oscuras montañas enredadas de la academia, alguien, niño o niña, pretenda escribir la Nueva Historia Para La Poesía Colombiana y, entonces, nos permita descubrir algunos nuevos taxones que hacen que esos grupos de organismos vivos llamados poetas, sean incluidos dentro de unas nuevas designaciones.

Ya lo había dicho, de manera vehemente, (Don) Álvaro Mutis: “…una generación de bobitos, que traga todo entero, todo lo que nuestros mayores nos han dado como alimento cultural, sin que nosotros investiguemos, aún cuando los resultados sean similares.”

En el ensayo titulado “Aleixandre y el surrealismo” invoca a un anónimo poeta japonés que dijo: “No pretendo seguir los pasos de los hombres de antaño; busco lo mismo que ellos buscaron”, invocando, así mismo, ese carácter natural que época tras época, permite que cada tema inmortal que acompaña a cada generación: el amor, la soledad, la muerte, el afán por lo desconocido, sea tratado de acuerdo a dicho tiempo.

E introduciendo, en este momento, aquella nostálgica teoría que indica que toda la obra esta escrita por un mismo ente espiritual que se apodera de los cuerpos de todos los que se dignan a llamarse escritores, ¿existe el corredor colombiano que haya tomado el Testigo que Charry Lara cedió segundos antes de morir?

Introducirse a “Lector de poesía”, cualquiera de sus dos versiones, exige un compromiso grande por parte del lector.

La fecundidad de Charry es de tal magnitud, que probablemente, como sucede con Aurelio Arturo, la percepción del visitante, cambie.

Es difícil leer el libro completo de un solo empuje.

El texto es bastante delicado y cargado de las suficientes auras para considerar (casi) cualquier ensayo, como suficiente para la semana.

(De hecho su clásico texto de 1959, “La crisis del verso en Colombia” pide un capítulo aparte)

Para inicialistas de la labor poética, es recomendable para que sepan a que atenerse y cuál es el destino que han dado por escoger.

Y aunque en este corto apunte la intención no es vislumbrar el camino que indique y/o señale el significado de Poeta, a través del texto, y tal como lo había pedido Eliot, Charry se da a la tarea, natural en su caso, de describir parcialmente lo que se necesita para ser uno de esos seres que escriben por una necesidad inidentificable a lo largo de una existencia, corta o larga, dependiendo del mensaje que el Destino ha signado a su escogido.

“El poeta pretende ser el autor de una realidad distinta de la que lo rodea y oponer al universo visible de los hombres su propio universo invisible….”

“La rebeldía es el gesto más auténtico del poeta…”

“La función de la poesía es manifestar lo inefable…”

“La poesía es aproximación hacia la existencia verdadera y vertiginosa de lo desconocido…”

“La poesía es una grave y profunda respuesta a los interrogantes del ser, a los problemas propios del destino y de la situación de todos los hombres…”

“La poesía es una experiencia física de la palabra, hasta llegar con ella a sustituir la mezquina realidad cotidiana…”

Rafael Gutiérrez Girardot, desde el preliminar, anuncia el movimiento que traza Charry Lara, antes que teorizar.

La claridad, la limpieza, la calma y la confianza que imprime en sus escritos, permite confiar, y esa, quizás, sea la clave por la que ahuyenta a quien se atreva a hablar de poesía, hoy en día, signado por un presente que no existe, puesto que el deber del crítico, como del poeta, es inventarlo a partir del diario respirar por sobre los ecos de la época que camina, vive y siente.

La vocación del ensayista es la luz que ilumina este oscuro túnel por el que pasa la Lit. Col. Alumbrada, como está, por esos terroríficos bombillos de alto calibre que obstaculizan cualquier luz natural, por pequeña o profunda que sea, confundiendo, extrañando, engañando.

No es este lugar para la queja o el lamento por una perdida tan significativa para las letras colombianas.

Es un aviso y una señal, porque desde el romanticismo de la radicalidad, el simbolismo de la independencia y la terrible soledad silenciosa del modernismo, el deber es nuestro, y el compromiso, entonces, se torna mayúsculo y serio, al mismo tiempo que lúdico y vertiginoso.

Sin más palabras, despido este escrito con un saludo para el Maestro que, espero, poder alguna vez encontrarme en algún lugar misterioso dónde el tiempo no se detiene, puesto que su transcurso, no existe.

Sólo reímos.

Y quizás, a lo sumo, demos un paseo nocturno por las calles de una ciudad ambientada en el frío, lejos aún de cualquier atisbo de miedo o terror que obstaculice los planes a seguir.

El camino empieza cuando lo falso se descubre.

Y lo falso no es más que un aviso publicitario envuelto en la ropa transparente de una mujer voluptuosa en alguna previsible portada de revista.

La voz será, entonces, Lateral.

Ese es nuestro deber.

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