sábado, 26 de enero de 2008

BEGIN THE BEGIN

SINTONIZARSE CON LA EXISTENCIA-Una propuesta para un nuevo comienzo

Osho

Grupo Editorial Norma. Bogotá. Abril de 2007. 360 pp.

Muchas veces, en medio de la semana que va transcurriendo, a medida que se acerca el sábado, me siento muy alejado del título que reseñaré en este sacro espacio. A veces el método es muy fácil de seguir, y desde que tengo el libro en mis manos sé que algo haré con él. Pero en otras ocasiones no. Sencillamente no. La historia es más o menos así: estoy en otra biblioteca, lo que equivale a decir, en otro hemisferio, empecé, entonces, a leer a Chomsky, y en algún momento de la ecuación, me cansé. El libro era una edición cubana sobre las entrevistas que La Jornada, de México, le había hecho al intelectual norteamericano a lo largo de los años, y estaba dividido en varios apartados, como por ejemplo: Estados Unidos, Latinoamérica, Los Balcanes…Y creo que la razón por la que lo dejé a un lado, es por la razón por la cual muchas personas dejan a Bukowski a un costado del camino que se va edificando como lector. Por cansancio de la repetidera. Así que no tuve más opción que hacerle caso a ese llamado que sentí al ver, dentro de esos ardientes cubículos de aquella biblioteca, el libro verde de Osho. Porque, vaya, fue una gran sorpresa, no lo puedo negar. Tremendamente acogedora, es cierto. Como una tabla en medio del desierto, como una botella de agua con un mensaje adentro en medio del mar. Estaba a la par con mi propia existencia para recibir un regalo de esa clase. Así que comencé, inocentemente, a leer el libro.

Mi primer acercamiento a Osho se dio en el Páramo de Berlín, en Santander, en 1993. Alguien que acababa de llegar de algún país del código norte lo había conocido en su estadía normanda, y lo había dejado KO. Lo riesgoso frente a una clase de libros no es introducirse por sus caminos y recovecos, sino resistirse a ellos. Estábamos sentados en una banca frente a un lago en algún atardecer, y esa persona no hacía más que hablarme de la vida. Yo lo oía. Tenía prisa. Empezaba una carrera sin sentido en contra de todo lo absurdamente respetable, aunque yo no lo sabía. Sólo escuchaba.

No voy a hablar aquí de la figura de Osho, porque para ello ya hay suficientes artículos y hasta una muy completa página en la red dividida en casi cualquier idioma existente en el amplio disminuido planeta de arena. Basta con decir que no soy un gran seguidor de él. Lo leo. Lo consulto de vez en cuando. Lo reviso. Pero como suele suceder con esa clase de autores, también caigo en la trampa de disolver cualquier acercamiento con una simple frase que dice más o menos: no a la autoayuda.

Osho, sin embargo, es otra frecuencia.

Y es claramente difícil entenderlo de primera mano.

Porque si alguien ha creado su camino lector con textos de literatura, dura filosofía y demás, esta clase de libros son un despropósito. Así que es mucho más fácil decir: no. Aunque, obvio, menos arriesgado. La literatura, al fin y al cabo, contiene todas las malditas respuestas que se le puedan ocurrir a las preguntas formuladas por la vida.

Así que ahí estaba yo: tumbado en una hamaca, recibiendo alguna clase de brisa marina de corte pacífico, descamisado, en una pantaloneta que me habían regalado y jartando agua como si fuera oxígeno líquido, porque formaba parte de la responsable ecuación para no diluirme en los agrios océanos de la deshidratación.

Y lo primero que me llamó la atención, fueron las sutiles diferencias entre el libro que acababa de dejar, y éste. Chomsky, por ejemplo, ponía el ejemplo histórico de la firma de la constitución de Estados Unidos, y como Johnson, uno de sus principales impulsores, destacaba que debía hacerse como manera de proteger a los personajes más ricos de esa incipiente sociedad de la chusma, del resto, del llamado pueblo…Chomsky seguía hablando en términos más contemporáneos, cuando hablaba del descarado Gingrich, quién impulsó una ley que le quitó los derechos civiles económicos a cualquier persona de clase media y baja, aduciendo el grosero acto de tener que pedir dinero del Estado. Lo curioso es que el republicano lo hacía, para que las compañías a las que él representaba en el congreso pudieran tener esos dineros que le quitaban a los pobres o más necesitados, porque se suponía que lo que ellos hacían era otra clase de mendicidad que no tiene porqué llamarse así, puesto que son ricos, y los ricos no piden limosna. Pues voy por alguna página inicial de libro recopilatorio de Osho, cuando dice lo mismo acerca de las sociedades políticas que se encargan de construirse con el único fin de proteger a los ricos de la chusma y digo, vaya, es cierto que el vuelo de una mariposa en Australia puede causar un huracán en el Caribe, y empiezo a prestarle más atención a los códigos peligrosos que dicta el hindú, pero es hasta mucho más tarde cuando me doy cuenta de que haré una reseña sobre el libro, no sólo como comienzo de un nuevo período de la columna, sino como un comienzo ritual de un nuevo período de la columna.

El nuevo comienzo, al que se refiere el título del libro, es una forma de explicar cómo se empieza, para lo que Osho no duda en aplicar un término físico: el salto cuántico, para expresar la no duda de la acción: muchas veces no es un proceso largo lo que se necesita, sino una repentina aparición de algo nuevo. El trasfondo de ese acto es lo curioso, o bueno, uno de los tantos posibles estados en los que se pueda hallar una persona en algún momento de su vida.

Luego dicta las cualidades del Homo Novus: libertad, respuesta-habilidad, creatividad, jovialidad, inteligencia, madurez, conciencia; da una nueva mirada a cosas eternas: las relaciones sentimentales, la familia, el dinero, el poder, la política, el trabajo, la moralidad; y culmina con los retos para ese futuro que se avecina o que ya se avecinó: la educación, la ciencia, el gobierno, la calidad de vida.

El peligro radica en la manera en que lo expresa: parece no dejar títere con cabeza, pero es una de esas curiosas maneras que tienen los guías de hacer sus cosas. Osho no pretende que lo sigan a él, sino que cada ser despierte y se vuelva aquello que ha de ser por el resto de su vida. De la misma razón que no busca que cada quien se convierta en budista, cristiano, mahometano, sino que cada quién se convierta en Buda o en Cristo. Claro, la diferencia con otros autores, es que esta no es una guía para llegar a serlo, es simplemente un aviso, una manera de anunciar una posibilidad, algo que puede llegar a ser. Y la razón por la que no pude evitar el proponer esto como una entrada de la columna, fue porque algo sentí a medida que pasaba la lectura y lo quise compartir con quienes acceden a ella. Es un riesgo. Es un peligro. Es, como diría Chuck D y Flavor Flav, el enemigo público número uno, que aboga por la futilidad de la clase de educación existente, por la manera en que se desarrollan los gobiernos, por las enfermedades mentales que cundan entre quiénes pretenden alcanzar o detentar el poder, por esa abstracción llamada patria o nación, por el núcleo familiar que ha dejado de ser lo que era, y por esa sociedad que ve hacia cualquier otra dirección menos la más importante que es la del crecimiento. Osho aboga a por la iluminación a partir de la meditación, y eso es lo que me queda después de la lectura: ¿por qué no? ¿por qué no saltar? La literatura es una puta locura, el mundo esta completamente desbancado de cualquier atisbo de racionalidad, así que por qué no cumplir con algo diferente. Y bueno, es mi manera de comenzar este renovado contrato con este espacio. Sin dudas. Con ganas. Con amor. Con deseo. Con pasión. Y con esos códigos ocultos llamados palabras a las que les he de agradecer por ser grandes y gratas y sacras compañías en medio de este tumultuoso camino de vida…………..

2 comentarios:

Horgen M'Intosh dijo...

Dedico este issue a Carmelita "Editor in chief" Cruz, quién sin su Divina Intervención, me habría hecho regresar antes de tiempo de las vacaciones a lugar..........Un saludo dónde quiera que estés.....

Ivett M. dijo...

Llegué aquí por mera casualidad, como suele suceder en esta red bloguera. Interesante tu reflexión sobre Osho y lo esencial del encuentro fortuito. Adelante :-)