sábado, 23 de febrero de 2008

WHERE THE WILD THINGS ARE

HASTA LA VICTORIA, STENCIL!

Guido Indij (Ed)

La Marca Editora. Buenos Aires. Julio de 2004. 240 pp.

“Se comprobó lo que se suponía: en momentos críticos, la producción artística se incrementa de manera directamente proporcional. ¡Y la crisis fue grande!”, dice Belén Dezzi + Guido Indij en el texto introductorio que le da el título al libro. Lo que me lleva a formular una pregunta: ¿el impresionante (ab)uso del esténcil en casi todas partes del mundo es un fiel reflejo de que no caminamos por las doradas épocas que algunos pretenden buscar cargándose a cuánto anónimo disidente se les cruce por el camino? Debo aclarar algo, la pregunta inicial era del tipo ¿en qué momento el esténcil dejó de ser un grito contracultural y pasó a formar parte de la decadente cotidianidad que vivimos día a día? Es decir, ¿tiene hoy en día un esténcil algo interesante que decir?

Sí, puede ser la respuesta. Desde esas potentes manos guarecidas en el tiempo dentro de una cueva argentina las cosas no han cambiado mucho para el esténcil. O quizás sí. “Ya nada es lo que fue”, la impresión de un mensaje, hoy en día, puede ser la última acción ejecutada antes de cruzar la frontera. El peligro no está en el supuesto acto vandálico en sí, está en aquello contra lo que se expresa. Grandes compañías corporativas obliterando el método. Campañas políticas. ¿La policía representando? Aunque el esténcil aún puede (y debe) decir mucho, tres años y medio después de lanzado el libro que nos convoca el día de hoy, algo ha cambiado. Precisaría de un agudo estudio sociológico para pretender alcanzar una respuesta que me satisfaga, pero ni siquiera tengo unas leves bases en esa materia. De hecho habría una incierta clase de peligro en esta reseña si ese es el objetivo. No lo es, así como tampoco lo es por parte del libro. Lo que expone el texto es lo que veo, y de ahí, surge el trabajo. Es así de sencillo. Lo político está en la intervención, en el acto, en la idea, en el mensaje y en el resultado. La convocatoria latinoamericana surge del ingrediente social, diario que se vive, atosigador, inmiscuidor, atemorizador. Las muestras que se vieron en Colombia no dejaron de lado ese estado, temporal al fin & al cabo; pronto todo devengó en el arte, en la técnica, en el riesgo, en la firma…el esténcil había sido aceptado socialmente y tenía las puertas abiertas a la comunidad artística. Nada de malo hay en ello. Sólo pronuncio una breve reseña histórica para ordenar en mi mente –página en blanco- lo que encontré en las páginas argentinas.

“El esténcil es un medio donde el arte, el diseño, la política y el humor se mezclan en proporciones que se alteran de acuerdo al paladar del creador y por supuesto, a la lectura que hace el transeúnte”, repasan los editores del libro. Es decir, un diálogo, desde que “el transeúnte” esté de acuerdo con que hay algo que se puede ver más allá de lo que aparentemente se divisa en una primera mirada general. Y parte de la ecuación, por no decir experiencia lúdica, es esa, la de encontrar, rastrear, hallar, ubicar…gozar con esa muestra gratificante de arte, mensaje, desorden, actividad. “Invitación al diálogo y al entendimiento”, dice Doma.

El libro parte de una serie de cuestiones urbanas hechas desde el núcleo de un grupo: lamarcaeditora, en los primeros meses de 2004. Previamente algunos títulos “Cartele” y “Proyecto Cartele” habían aparecido como una muestra de lo que se encontraba en idioma gráfico sin las pretensiones de ser arte sino sólo comunicar.

Aunque la división por capítulos no se usa, sí se tiene una perfecta división temática según los protagonistas, los objetivos, las circunstancias.

El rechazo a la explotación animal, la relación crisis económica-tarro de basura, los consabidos ultrajes a figuras políticas o públicas, inmortales jugadores de fútbol, gorilas, abejas, huellas de zapatos que conducen a lugares insólitos, ataques a la sociedad de consumo, tránsitos libres, proclivación al desacato, todo de un inocultable valor más emocional que cualquier otro hoy en día.

Sí bien lo orígenes del esténcil se remontan a hace 10000 años, los primeros graffiti políticos ya aparecieron en 1789 en Francia. La relación entre estas dos técnicas parece ser indisoluble, aunque las diferencias estriban en la manera en que se lleva a cabo: el esténcil es, necesariamente, una plantilla, mientras que para un graffiti la vía es un poco más libre y directa. Ambos, claro está, pueden ser potencialmente peligrosos. En 1970, la ciudad de Nueva York invirtió 300000 dólares en la limpieza de los ataques coloreados, ocho años después la cifra era de 11000000, cuando en 1972 el MoMA acogía las primeras muestras desde la academia. Aunque no dan noticias sobre los primeros esténciles modernos apropiados por los museos del mundo, y dejando a un lado el ejemplo Bansky, ¿las muestras que recorrimos en este tomo formarán parte de algún conglomerado de coleccionistas? O basta con gritar desde la invisibilidad y permanecer quietos para la foto para el libro de turno.

“Hasta la victoria, Stencil!” no deja de ser un bello ejemplo de cuanto la comunicación y su necesidad llegan a ser. Si las bocas son calladas, las manos empiezan a hablar. Así sea partiendo de un código inicialmente propuesto para iniciados. El mismo tiempo desde la rutina de las intervenciones ayuda a que el mensaje se transmita y llegue a dónde debe llegar. Aquí parece no haber descanso. Los caminos que surgen a partir de la publicación de este libro, no los puedo precisar; intuir quizás, apoyado en el ejemplo de colectivos colombianos como Excusado que de paredes hechas a pulso esténcil, han dado lugar a unas manifestaciones de corte más artístico y graffitero. Pero lo pequeño, lo inicial, lo esencial ha quedado atrás, supongo que para bien y para mal. Es, en definitiva, un corte transversal de una época que, desde Argentina puede servir de fractal para el resto de América Latina.

A propósito, ¿cuántos libros referentes a este tema visual se han publicado en los últimos 5 años en este territorio?

Tras lo que creo es un auge de esta técnica, precisamente desde 2004, lo que significa un esténcil hoy en día no es lo que llegó a ser en su momento. Pero eso no parece ser problema para él. Está aquí para quedarse. Sobreutilizado, no permite que las imágenes dejen ver el mensaje, alguien en alguna parte y bajo algún influjo lo seguirá usando, sin abusar de él, y quién quita, hasta podamos tener la posibilidad de volver a creer en ello, y al caminar por una calle, de cualquier ciudad, volvamos a sentir una necesidad básica, así como el esténcil, de expresar una sonrisa de complicidad para con el anónimo, o el mensaje, o lo que sea que quiera decir en esa ocasión aquello que grita desde el silencio de la quietud mortal de una pared intervenida.

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