sábado, 20 de diciembre de 2008

ESENCIA

EL OJO DE VIDRIO DE MI ABUELO
Bartolomeu Campos de Queirós
Babel Libros. Bogotá. Abril de 2007. 38 pp.


A veces, la nostalgia, como suele ocurrir. Ese tenue y transparente golpe que llega desde una sombra invisible u olvidada. Y ese eco que permanece sobre la piel, sobre el alma. Ola de ruido callado.

En otros momentos, es el dolor. La ausencia. O los ausentes. La mirada vacía hacia un infinito que sólo existe para nosotros. Callado. O mudo. O quizás simplemente no necesitado de comunión. A veces compartir un dolor es sólo pretender tejer con más dolor el mundo.

A veces una luz. Una fugacidad de la memoria. Esquiva como tantas otras. Una puerta mágica que se abre de repente y ya nunca se cierra. Aunque haya estado quieta por tanto tiempo.

Y a veces el pálpito. Lo que queda. Lo que no se puede ausentar por más que se pretenda huir de eso. La víctima siempre es uno mismo. Bajo un manto personal. Que nadie más ve. Que no se puede compartir.

Esos ecos, esos secretos, esas sombras, esas figuras que se visitaron durante la infancia, que golpearon muy adentro con dudas, que ayudaron a formar el coágulo de nuestra imaginación, que fueron fundamentales para la constitución de nuestro propio universo, que navegaron ese silencio que se comparte sin saber exactamente cómo.

Y después, sencillamente el tiempo que todo lo devora a su paso. Insumiso. Sin pelear siquiera. Cada paso o cada día. Noche o luna. Orilla o patio. Casa o memoria.

Eso es lo que queda. Eso que miramos una sola vez. Eso que oímos en un sueño. Lo que construimos y después el viento lo tumbó.

Ecos que delinean nuestro mapa hecho de fragmentos y que sirven únicamente para hallarnos cuando nos perdamos de nosotros mismos pero que ya no sabremos leer cuando los necesitemos.

Palabras que son fortalezas que muy pronto se vuelven inexpugnables, incluso para quienes las construyen. La no frontera. La dualidad. La fortuna de no ser. El delirio de empezar a desaparecer sin dejar rastro. La posibilidad de cambio. O de ausencia. O de silencio. O de transparencia. Que viene a ser (casi) lo mismo.

“Este álbum esta dedicado a: (en orden de desaparición) (…)”
“(Sin nombres, ustedes saben quiénes son)”

1 comentario:

Horgen M'Intosh dijo...

Publicado originalmente en "El Cotidiano", en la columna "Lector Ritual"