sábado, 31 de enero de 2009

TRAVELING WITHOUT MOVING

PASAJERA EN TRÁNSITO

Yolanda Reyes

Alfaguara. Bogotá. Noviembre de 2006. 326 pp.

A veces no importa cuando empezar a Iniciar.

Colombia como una nación adolescente, permite diferentes tácticas para buscar, quizás, lo mismo.

Y dentro de esas oleadas, puede existir, por ejemplo, la visión que dicta un niño que crece a finales de los años 70 o principios de los 80 (“En orden de estatura”, de Ricardo Silva o “Todo pasa pronto”, de Juan David Correa). O la visión profesada por una estudiante de intercambio en España de 20 años.

Años que ocupan el período presidencial del tenebroso Doctor Turbay, y que de alguna u otra forma se ven reflejados, como brumas, en dichas novelas.

A veces evadir el compromiso ético o político no hace más que tomarlo por otro lado.

El recuerdo o el dolor no son para nada esquivos. Y cualquier cascarita obliga al autor a asumir verdades.

Aunque Yolanda Reyes se prende a una historia de amor entre la colombiana y un investigador argentino, tras el presente se sucede la correspondencia que mantiene viva la llama de esa pasión que, desde un tenue ocultamiento, va caminando hasta estar plenamente dispuesta a enfrentar la luz.

Nadie puede tener la última palabra en cuestiones metafóricas relacionadas con el amor.

Menos cuando ambas partes sienten que dan sus primeros pasos por tal camino.

Después, España, Portugal, Francia, Inglaterra, la distancia empieza a enfriar el asunto de una manera que podría llamarse inmediata.

Como a casi todo artefacto inmigrante, el tiempo de volver a casa empieza a ocupar un espacio poco neutro, y una vez instalados –ambos- en sus correspondientes casillas sudamericanas, la verdad empieza a salir a flote sostenida por un cajón de confusión.

Si el Amor no tiene las respuestas, ¿entonces quién nos va a defender?

Y pasa la vida, y las palabras escritas conforman el único vestigio de algo que todavía mantiene viva una pequeñísima llama, aunque ya no la de la pasión. Tal vez la de la claridad. Y una vez obtenida esa fugaz respuesta, la sensación de alivio permite que cada paso se vuelva a dar con la costumbre de no llevar un peso exagerado y viejo sobre la espalda del alma.

Las palabras no se borran ni se olvidan, simplemente se transforman, aunque ardan divinamente en llamas.

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