SIN TÍTULO (1977)
Margarita Posada.
Alfaguara. Bogotá. Octubre de 2008. 200 pp.
La primera imagen que viene a mi cabeza, es Margarita en uno de los tantos “Elogio a la lectura”, sucedidos con motivo de la denominación de Bogotá como capital mundial del libro en 2007. Allí, la escritora –lo siento, el tema de aquella velada se ha fundido a negro- señalaba a Antonio Ungar –también invitado para tal charla- y lo nombraba como “genio” por el resultado de la voz de niño en su novela “Las orejas del lobo” (Ediciones B, 2006). Por algún motivo generacional y como suele corresponder a ciertos artistas de exactas épocas –y vaya a saberse por qué- un grupo nutrido de escritores colombianos nacidos en la cada vez más añeja década de los setenta se dedicó a repasar momentos claves de infancias transcurridas hasta ciertos niveles de profundidad de los años ochenta. Y Margarita, claro, no era la excepción. Si mal no recuerdo, sumado al “genio” que le colgaba a un Ungar un tanto escéptico, le recriminaba el que hubiese tenido que corregir la voz de niña de la novela que adelantaba por aquél tiempo. La autora se refería a lo que iría a conocerse como su segunda novela, después de la autodidacta “De esta agua no beberé” (Ediciones B, 2005), de la que poco o nada se sabía por entonces.
La segunda imagen, es una entrevista que le hacen justo cuando publica “Sin título (1977)”, en dónde dice que si hubiese escrito una novela erótica –la autora fue la más famosa columnista de sexo de toda la primera década del siglo XXI en la prensa colombiana- todo se volcaría en la inocencia de lo predecible. Y claro, excepto por la pareja, el padre o la madre, y el editor, ¿quién osa meterse en la temática que desarrollará una autora?
La tercera imagen es su nombre junto al de otros escritores como panelista de una charla acerca de la nueva figura del escritor como vedette. Aquel ser incapaz de escapar de la ronda infantil de las luces, entrevistas, congresos, conferencias y premios literarios; interesante manera de señalar el presente para cuando algo pase la cuenta de cobro a todas las generaciones juntas que se desenvuelven con estos pasos casi ciegos.
La cuarta imagen surge en la página 8 de la revista Cartel Urbano # 27, en la que encabeza el listado de “Implicados en esta edición”. Allí se declara no ninfómana, sino sinfómana, por su suerte –muy a lo Medina Reyes- con los músicos “incomprendidos”.
La quinta imagen es ella como espectadora de Rock Al Parque en la zona VIP.
La sexta imagen es esta reseña:
Magdalena es una artista de 35 años que debe velar por su padre con Alzheimer. Su madre ha fallecido varios años atrás, y su único hermano vive fuera del país. El cúmulo de responsabilidades que asume la protagonista es un camino ligero para enloquecer, pero su tenacidad la mantiene siempre al filo de la constancia, en contra de las peleas y las furias que su papá le saca.
La novela, pues, es una memorabilia de sus días como hija –preferida-, como adolescente, como estudiante, como artista, como amante, como madre y como hija –adulta, desde ese presente eterno-.
Pero tras los “Datos prescindibles de la vida de la artista”, parece que todo se vuelve justo en eso: en la prescindibilidad de un personaje, de una historia.
La pregunta, muy común en estos días, que formulo es: ¿Cuántas veces tuvo que escribir, Margarita, su novela? ¿Qué tanto le afectó el leer la novela de su compatriota Antonio Ungar? ¿La novela inicial estaba planteada como una plataforma de vida? ¿O señalaba con una amplia mayoría a una época específica del personaje protagonista?
¿Vale la pena escribir una/otra novela hoy en día? ¿Realmente es tan prestigioso publicar? ¿Presentar un libro? ¿Jugar a sentirse escritora por un momento?
Margarita, dentro de los límites vividos por su protagonista, emplea diferentes voces vectoras que buscan ampliar el espectro de Magdalena, y mostrar, quizás, que no todo puede resultar inocencia en la infancia.
Tanto padre como madre gustan de los juegos de intercambio de parejas, y su hermano es testigo muchas veces de ello por no decir siempre, curiosamente en los momentos que más recuerdan a ese niño de cinco años crecordado por Ungar, y particularmente en los momentos en que otra novela –m+s intensa e interesante- surge como escapándosele de las manos a la autora.
¿A propósito?
El resto se puede definir como el intento tanto de Magdalena de sobrevivir a la realidad, como al de Margarita de llegar a un punto final.
Y si bien el personaje, en el epílogo, confiesa su amor por ese hombre que le correspondió como padre, la deuda –nuevamente- de la escritora se acrecienta.
Dolor, la enfermedad, las relaciones familiares, los recuerdos de una corta vida que se repasa para avanzar al siguiente nivel, adulterios, dudas, incapacidades, fugas.
Nada se puede hacer contra el ¡plop! que se produce antes de finalizar el apartado Uno, y que se espera se contraiga antes de terminar la –afortunadamente- corta novela.
¿La pretensión de un coro?
¿La negatividad a involucrar el tema sexual?
¿Realmente lo erótico sería muy predecible?
¿La naturaleza de cada escrito?
¿De cada autora?
Después de imaginar lo que podría ser una segunda esperada y anhelada novela de una de las más juiciosas escritoras de su generación –sobresale sin necesidad de desvestirse en algunas crónicas de la revista Soho-, la sensación que me queda es la de alejarme lo más pronto posible de este título para alcanzar a beber de la Fuente Sagrada de la Literatura y así sacarme, antes de que me afecte, el resultado de esta bárbara lectura en la que algo parece no encajar; porque no siempre se puede premiar a alguien por una cara bonita, o un cuerpo semisensacional, o por parecer ser, o por haber estado en, o por lo que sea que se diga de manera extraliterario que parece lo más importante justo hoy en día, mientras el Tiempo ya hace de las suyas, y ojalá involucre a la escritora en la Naturaleza Verdadera, Real, Atrevida, Erótica y Desnuda que le corresponde por Destino.
Y ahí, justo ahí, será otra clase de reseña que no tenga que involucrar a la persona escritora, sino que se desenvuelva únicamente con el contenido de las páginas.
Pero, ¡ah! el porvenir……
1 comentario:
Publicado originalmente en "El Cotidiano", en la columna "Lector Ritual"
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