lunes, 5 de abril de 2010

UMBRAL DE ARENA

CORRESPONDENCIA

Paul Celan + Nelly Sachs

Editorial Trotta. Madrid. 2007. 139 pp.


Después me pregunté por los motivos que llevaron a Celan a arrojarse al Sena, mientras no dejaba de pensar en la angustia de Sachs que murió justo el día del entierro del suicida después de más de diez días de búsqueda por el río y otras vertientes menos acuáticas.

Durante dieciséis años, la correspondencia entre los dos exiliados fluyó interrumpida por sus respectivas inclusiones en centros psiquiátricos tanto en Francia como en Suecia.

Los dos, sobrevivientes del nazismo, fueron incapaces de superar la culpa por haber seguido viviendo a costa de la infinitud de muertos que cargaban sobre su alma.

Si Sachs fue Premio Nobel en 1966, ¿Celan en qué año lo llegaría a ser?

El uno refugiado en la selva negra de la palabra; la otra oculta detrás de una paranoia sangrienta.

Voces de lado y lado, dándose ánimos en una antelación a la barbarie nihilista que crecería como espuma a partir de sus partidas.

-La poesía de Celan es inverosímil, fría aunque tan cercana, espeluznante y pesada, aunque pequeña y casi invisible; es un mineral poco conocido sobre la corteza terrestre-

El desamparo es evidente.

El clima, poco importa, porque la bruma nunca dejó ver más allá de la piel.

Siguen cayendo piedras, aunque los puertos a los que se asoman han dejado de existir muchos años atrás.

Pretender la paz de la verdad es inútil.

Tiempo o respiración congelada.

La ayuda, como suele suceder, siempre llega tarde, sí es que alcanza a rozar la orilla prometida.

Asomarse a estas intrépidas cartas –sin conocer las historias detrás de los protagonistas, y una vez editadas, es difícil sentir el golpe aumentado milimétricamente sostenido- no deja de ser un acto fatal.

Se tambalea uno sosteniendo el libro en la mano, y tratando de ubicarlo en el estante asignado.

No todo, claro, es dolor. Pero se le acerca.

El heredero de ambos, Eric, el segundo hijo de Paul –el primer hijo falleció a los pocos días de nacido- acometería la exigente misión de completar la vaporisidad epistolar.

Heridos, no queda más que agradecérselo.

Es cierto, cada hijo trae su pan debajo del brazo, así como cada poema escoge las palabras que lo identificarán y en algunos casos, los más especiales, hallarán a sus traductores indicados para darlos a la vida.

El velo de la intimidad descorrido para atender otros llamados. Otras esperas. Ausencias. Encantos.

La sala de espera de la casa que sigue llena, y algunos invitados que no quieren irse.

Porque no toca.

El agua fría nunca luce tan atractiva como la sangre espesa.

Buenas noches a todas.

2 comentarios:

Horgen M'Intosh dijo...

LA ESCLUSA

Sobre todo este duelo
tuyo: ningún
otro cielo.
..............
Ante una boca,
para la que era una palabra entre mil,
perdí-
perdí una palabra,
que me había quedado:
hermana.

Ante
múltiples dioses
perdí una palabra que me buscaba:
Cadish.

A través de
la esclusa tuve que pasar
para salvar la palabra de vuelta,
hacia fuera y más allá de la corriente salada:
Yiskor.

Horgen M'Intosh dijo...

"Paul Celan se encontró en el camino de la vida con grandes obstáculos, muy grandes obstáculos, algunos casi insuperables, y uno, el último, insuperable de verdad. Fue en aquel penoso periodo donde tuvo lugar nuestro encuentro, donde nos conocimos...sin conocernos. Hablamos mucho con el fin de no tener que hablar. En él, lo que era grave era demasiado grave. No hubiera consentido que alguien se entrometiera. Para detenerte, utilizaba con frecuencia una sonrisa, una sonrisa que había pasado por mil naufragios.
Hacíamos como que nuestros problemas tenían que ver sobre todo con el verbo.
En un lecho de nieve, en su "Schneebett", desolado, desesperado, admirablemente duro, reposa el poeta y hará que reposen para siempre de una manera extraña y singular quienes sienten malestar de cualquier forma de reposo.
La cura que la escritura le proporcionaba no era suficiente, no ha sido suficiente. Saltos en balde. Siempre en la sala de los gritos, apretujado en los instrumentos de tortura. Cada vez, un cielo de tinta. Cada día trae finalmente su golpe.
Se nos ha ido. Claro que podía esocger. El fin no será tan largo. A flor de agua, el cadáver tranquilo."


Henri Michaux