jueves, 21 de abril de 2011

LA ÚNICA LUZ

ROBERT CAPA: OBRA FOTOGRÁFICA

Phaidon. New York. 2007. 571 pp.

Entre 1990 y 1992 Cornell Capa y Richard Whelan revisaron los cerca de 70000 negativos que Robert Capa tomó en vida. Seleccionarían 937 para formar un libro que abarcara la vida fotográfica del rumano.

Considerado el mejor fotógrafo de guerra y poseedor del récord absoluto de la mejor fotografía en combate jamás tomada -Muerte de un miliciano, en Cerro Muriano, el cinco de septiembre de 1936, en la Guerra Civil Española- tener la posibilidad de testificar una parte fundamental del siglo XX es delirante, doloroso, gratificante y, contradictoriamente, esperanzador.

Siglo XX: el más violento de la historia de la humanidad.

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Ahora que se cumplen cincuenta años del juicio de Eichmann, recuerdo al personaje de Zeller en "La parte de Archimboldi" de "2666", y como tuvo que ejecutar esas órdenes burocráticas para desfacerse de un regimiento de judíos que, equivocadamente, llegaron a su pueblo en lugar de Auschwitz.

Alberto Bejarano ahora disfrazado de Fate acomete su destino, deshilvanando las entrelíneas de la novela que marcó una era que todavía no alcanzamos a comprender absolutamente.

Archimboldi, desde la segunda guerra mundial, descubrió el refugio de Boris Ansky y supo su destino leyendo sus cuadernos.

La novela que nos define y yace incompleta.

Los fragmentos vivos y lacerados que atravesamos justo ahora a la espera de un mayor rompimiento.

La decadencia de la certidumbre.

Pelear por razón, mientras el planeta nos consume a su gana, fuerza y semejanza.

Archivos comprimidos que somos, nada más.

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Capa fue elegido para tomar fotos por azar, ante la necesidad de buscar trabajo tras la quiebra de la sastrería de sus padres. Desde entonces, como si de un elemento mágico fuera, pisaba el territorio en guerra, llamándolo, llamándose mutuamente: España, Francia, Alemania, Hungría, Checoslovaquia, China, México, Indochina...

Justo en el momento, justo a la distancia adecuada, él y su camarita lograron transmitir esa extraña emoción, ese derrumbe de oportunidades, esa crasidad, esa delirante cópula del orgullo con la pasión la demencia y la sed de poder.

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Tanto desde el movimiento hasta la niñez, y sobre el territorio del conflicto a las ruinas -incluyendo los cuerpos- no es solamente la imagen dulce del blanco y negro, el aturdimiento, el desconsuelo y el vértigo, sino una cómplice inocencia, alguna desembocadura, las sombras y un incierto pero al fin y al cabo devenir que, con las trampas del tiempo, entendemos ahora.

Capa avanzaba, y eso es lo que uno capta al repasar su libro. La imposibilidad de la estaticidad. Ese consuelo por gravitar al tiempo en que un planeta se hace para deshacerse. Quizás desde una calma más infinita, por no decir universal, la reconstrucción del laberinto para perdernos sin cerrar los ojos.

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a)

"Por fin hemos encontrado el frente, cerca de un pueblo llamado Santa Eulalia, como tantos otros en España. El enemigo quedaba fuera de vista tras un barranco. Los defensores del pueblo, soldados, campesinos, jóvenes profesionales y alguna que otra mujer, yacían en los maizales sin protección; el arte de construir trincheras era desconocido en este país sin tradición militar...Las balas pasaban silbando, pero el enemigo sigue oculto. La línea republicana avanza hacia un emplazamiento mejor.

(Tomado de "Muerte en potencia")

b)

"Cuando los fascistas tomaron la ciudad sureña de Málaga, el 8 de febrero de 1937, decenas de miles de habitantes de la ciudad huyeron por la carretera de la costa hacia Almería, a 240 kilómetros al este. Muchos murieron alcanzados por los bombardeos o la artillería naval fascista; otros sucumbieron debido al hambre y al cansancio. En un ataque final los aviones fascistas bombardearon la ciudad la noche del 12 de febrero, cuando las calles de Almería estaban llenas de refugiados dormidos.

c)

"Mientras los japoneses avanzaban sobre Zhengzhou -el cruce de las dos mayores líneas ferroviarias del norte y este de China, y la puerta de entrada a la zona de Hankou-, Chiang Kai Chek ordenó volar los diques del río Amarillo, cerca de Zhengzhou. La devastadora inundación, que detuvo a los japoneses sólo temporalmente, inundó once ciudades y cuatro mil pueblos, destruyó las cosechas de cuatro provincias e hizo huir de sus hogares a dos millones de personas."

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No en pocas ocasiones o se tiraba en paracaídas, o entraba a los pueblos o desembarcaba con las primeras brigadas militares, lo que llevó a ser considerado como uno de los suyos.

La prueba más hermosa de todas, obviamente, es el desembarco a Normandía, en el día D. Sus manos temblaban tanto, que la revista Life bautizó el que sería su libro de memorias de la guerra: Ligeramente desenfocado.

Spielberg se inspiró en sus once fotos rescatadas -las quemaron por la emoción en la sala de revelado- para esa magnífica toma inicial de Saving Private Ryan.

En 1954, en Indochina, piso una mina cuando acompañaba al grupo de reconocimiento del terreno que le serviría, además, para las fotografías del día siguiente.

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Whelan, en su introducción bastante biográfica, termina con un dejo de esperanza que, hoy en día, no es más que un anhelo del medioevo por el miedo a lo desconocido.

La tierra tiembla y se hunde en el mar, y seguramente a ningún corresponsal de guerra le falta(rá) el trabajo.

Lo hecho por ese acercamiento es tan desbordante, que uno siente esa emoción en la serie de la liberación de Francia, y el terror cuando aparecen francotiradores que momentáneamente se tiran el gozo.

Y uno no más puede repetir: estar ahí. De pie. Incorrupto para el momento.

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Despidiéndome de esta impresión con Bolaño, pero esta vez desde "Los detectives salvajes", recomiendo repasar de ese medio, el apartado 25. protagonizado por el corresponsal de guerra Jacobo Urenda, y cómo desde África, la voraz, se despide Arturo Belano, en uno de los capítulos más hermosos que brindó el chileno.

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"En torno a las 2: 30 de la tarde del 25 de mayo de 1945, el fuerte de Doaithan había sido evacuado e iba a ser volado en cuanto el convoy francés estuviera a una distancia segura. Pero el convoy fue detenido a tan solo un kilómetro después de Doaithan. Capa avanzó por la carretera y fotografió a un pelotón que avanzaba por la alta hierba, precedido por hombres con detectores de minas. Al empezar a ascender por la hierba de una cuesta, Capa pisó una mina antipersonal del Viet-minh y murió."

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Había nacido el 22 de octubre de 1913.

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