lunes, 11 de abril de 2011

REFUGIO SILENTE ENTRE LAS PALABRAS

ESTE REALMENTE NO ES EL MOMENTO

Nicolás Suescún

Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. Agosto de 2009. 532 pp.

¿Cuál es, después de todo, la fuente de tibieza en la obra de Nicolás Suescún?

Prestarle atención a sus avisos -soledad, grisedad, inmovilidad, desgaste, enlodamiento- no sería más que atender a las señales para un suicidio por depresión grado 4 sobre 5.

Desde esa delicadeza de "El retorno a casa" su lentísima obra no ha hecho más que llamar la atención de una herida que todos sabemos llevar muy bien, ubicamos en el lugar exacto que nos haga más daño o nos atosigue, para después merecer esa pesada cruz que cargamos desde la conquista.

Cuentista, traductor y novelista, la certeza de su poesía cruza décadas y ahora, inesperadamente y justo antes del premio Vida & Obra del Instituto Distrital, la casi siempre atenta UN publica la reunión de unos cuantos títulos que habitan el delicado espectro del brillo del mensaje que no se atiende precisamente porque nos recuerda el delirante dolor//horror de vivir.

¡Pero quién nos manda a pretender entender esto!

Escuchar recitar poesía por sobre la décima, justo como la dejaron los contratistas y el alcalde es imaginarse ir caminando hasta la luna.
Y sin embargo, en cada esquina, a tempranas horas de la mañana, y cuando la ciudad no termina de ofrecer su primer aullido, y la hecatombe inmediatamente anterior huele aún, los primeros rayos de un sol que se niega a mantenerse joven y fuerte toca, palpitando, los murales de las paredes de las casas de las viviendas de las habitaciones coaguladas por una mente hechicera.

Desde "La vida es" de 1986 hasta los "Poemas Noh" de 2009, Nicolás se impide mentir y por lo tanto, evitarse la fatiga de alejarse de su senda, propicia para el manifiesto.

Desde el diario vivir, aderezado con lecturas y otra clase de idiomas, mira poderosamente de frente al núcleo filosofal que todos llevamos dentro al descubrirnos vivos, y le hunde la chancleta a lo metafísico como saciador de la sed impura que aqueja a según qué espíritus, lo suficientemente aguerridos para atender los requerimientos en determinadas zonas temporales de cada vida.

"Por eso, digo yo, canto estos blues".

A profundidad, y a largo plazo, la poesía -y ahí agrego su novela y sus cuentos- de Nicolás suena a Reencarnación, la banda mítica de la ciudad de Medellín, que desde talleres de vehículos y estudios de grabación de música de carrilera supieron ayudar a fundar los peligrosos vericuetos del Black Metal escandinavo.
Sólo basta esperar para que todo explote, y mejor adentro que afuera, puesto que allá las adictivas ruinas son la voz del diario paseo.

Del vasto tomo, destacaré "Empezar en cero", suerte de poema épico místico que, ecos del sonido instrumental del "Visiones terrenales", forja una astucia que susurra en el oído, calladamente, pero siempre presente.

Es así que invocamos a este extraño autor, alejado acertadamente de los núcleos falsos lumínicos y fosforescentes de superficie de un mapa metaliterario, y atendemos su pose efigial, marcadamente acertada y lacerante -tal como nos gusta dilapidar la piel- para la construcción de la memoria que tanta falta hace, y que calla de la manera maligna, para que olvidemos con gusto que vamos camino a un círculo todavía más profundo, del que quizás, nunca volveremos a salir recordando lo vivido hoy.

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