lunes, 30 de mayo de 2011

( = I = )

LOS ESCRITOS APÓCRIFOS DEL SEÑOR PLÁTANO
Los pergaminos encontrados en el Mar Tuerto

René Segura

Editorial 10000 metros de altura. Estado de Orland. Septiembre de 2010. 218 pp.

Quisiera creer que se debe a la época, a que uno escribe porque Dios calla demasiado que dice Carolina Sanín, a esa vía que de la indignación conduce a la impotencia o de la intriga a la insalvabilidad siempre bajo la señal oscura y densa demasiado densa de la incertidumbre. Quisiera creerle a la primera versión de Adorno de que todo sucedió en Auschwitz. Y quisiera entender el silencio abigarrado de la iglesia católica frente al malversado celibato de sus gestores espirituales.

Recordando sin mucho esfuerzo, traigo a la memoria el sinuoso prólogo de Enrique Serrano a su "De parte de Dios" y esa opuesta necesidad a ocupar un vacío que habita en cada especie de nosotros.
Es que de vacío y de la no necesidad de desenrrollarlo -¡y mucho más!- trata el libro de René Segura, parapetado o víctima o esfumación fugaz o protoinsano o cápsula de El Señor Plátano, aguda y sentida continuación de "Los diálogos con el Señor Plátano" (Editorial Perfect, 2009) cuyo eco final del cuerpo siendo devorado por la lava nos permitía la sagrada probabilidad de la duda y de la gana, de la aplacación y de la reverencia, de la apertura y del saciamiento.

¿Habrá sido todo para ello?

Sin duda alguna, y ya lo habíamos tratado de explicar en un post antiguo, llegar a comprender que esas bizarradas que se oían en vivo eran el abrebocas o etapa larvaria de esto que ahora podemos leer entre manos, no deja a la inquietud y a la piel erizada a un lado. La lógica, ergo, hace de las suyas, aunque sólo en parte, sólo en una mínima y pequeñita parte.

Más allá de las charlas o encuentros con personas de tantos tiempos y espacios, de situaciones disfraces y encantamientos, de la noimportacicleta, de ese feroz absurdo que invoca lo irreal para presenciar mejor a partir de los ojos, el golpe que se siente al leer es lo suficientemente fuerte como para crear esa maravillosa burbuja que produce aquello que va más allá de lo escrito.

Aquí hay una apuesta, y como tal, una voz, y por ende, de la respuesta sale una suerte de núcleo capacitado para subvertir los diferentes órdenes que uno como persona se ha ido creando a una imagen y semejanza social de la que mejor será no hablar mucho...Ese más allá del nihilismo es soberbio...Ese más acá de lo sagrado y de lo comunal y de lo eminentemente comunal, contradictoriamente, libera ipso facto.
Lo verdadero, cuando todo gira en medio de la misma hoguera creída única de la acumulación, parece ser lo marginal, y si bien no lo silente ni lo invisible ni lo callado, cierta crudeza virginal y soterrada -desde vómitos hasta fetos de perros- valen para edificar un escalón más -no sólo a la trilogía prometida por el autor- al escape permanente y de vida que, callando, profundiza en cada zona cerebral todavía no exigida al mínimo.
¿Hablamos de la no narratividad?
¿Hablamos del bárbaro desamparo de no tener guía?
¿Hablamos del Maestro que se pone bravo porque uno le está aprendiendo?
¿Hablamos del Zen en su más hardcoriana expresión?

Razón tenía el joven autor al decir que no era ni un libro para leer de corrido ni para leer una sola vez.

Sedientos de una respuesta, en medio de esta barca de Noé decapitado y adicto al dick, sobre un océano sobrepobaldo y a punto de extinguirse, estos escritos hallados en un óghabe cerca al mar tuerto, son un aviso, un placer, una realidad verdadera, un bocado exquisito para el vicio lector, una práctica que bien puede hacer un camino o su sinónimo.

Nuestro país ya ha dado a la fuga a toda una nación de cerebros, y anticipándome algunos años, ¿alguien sabe qué fue de Rafael Gutiérrez Girardot o de Nicolás Gómez Dávila?

Cierro y río...Río y creo...Creo y vivo...

Gracias René por esa hermosa apuesta....Leerlo -y recorrerlo- es caminar sobre un campo de árboles artificiales que tienen como frutos inocentes bombas atómicas capaces de dar un abrazo a la primera de cambio...

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