martes, 1 de enero de 2013

Discipline Through Punishment

MEMORIA POR CORRESPONDENCIA

Emma Reyes

Laguna Libros + Fundación Arte Vivo Otero Herrera. Bogotá. Abril de 2012. 189 pp

han cambiado mucho las cosas. Se han ido, y algunas se han ido tanto tanto tanto, que vuelven enmascaradas bajo otra forma, a lo sumo, más exacta, menos redundante, cerquitica y de una peligrosa afectividad de la que lo mejor es dejarse abrazar.

¿Crisis literatural?
¡Vaya y venga!
¿Crisis editorial?
¡Pero cuándo no!

Ante un barbarismo hiperreal, con tantos niños chavelos ultra consentidos por cuanto crédito dé a las cuentas bancarias, lo último que podríamos esperar era a que a) los muertos siguieran vivos y b) lo más exquisito de lo leído últimamente viniera de una artista plástica en forma de cartas.

Si sumercé ha leído cualquier artículo de medio pelo que hable de los mejores libros de 2012 en Colombia, haga caso. Podría parecer una unión oscura bajo sospecha ante la labor de una editorial independiente que se encarga de rescatar obras de autores ya fallecidos y que no pueden defenderse muy bien en los tan patéticos gestos mercachifles que la biocrisis del libro -y hasta justo antes de este título de la misma labor de escritura- obliga.

Llevábamos muchos años diciéndolo y ahora recibimos respuesta.

Cero premios, cero entrevistas, cero Hay Festival, cero charlas con la ocupante de turnoh, cero todo lo que vuelve tan áspero el libro en cuestión, que solamente por sí solo se defiende ante la astucia del tiempo que sigue haciendo de las suyas, mientras la otra opacidad se marchita levemente con el fugaz paso de las reseñas convenidas.

*

Germán Arciniegas alentó a Emma Reyes a que contara su bárbara experiencia infantil y cuando las fisuras del tiempo -y me acuerdo de la inmensa Doris Salcedo- le permitieron jugar, lo escribió: de 1969 hasta 1997, éstas últimas ya como parte mutada del proyecto, sin fechas ni saludos ni anuncios epistolares, solamente la historia a toda velocidad contada y enviada entre década y década hasta que el escape del convento logra abrir los ánimos para una -esa otra- despiadada carrera por recuperar lo poco estrecho de la vida que la vida misma le debía.

No sobra, entonces, tres comparaciones adecuadas a aquello a lo que me refiero:

"Cobra fuerza a medida que avanza", la cita de la Eneida, IV, 175; "Quiero que me vean en mi manera de ser simple, natural y común, sin estudio ni artificio", de "Al lector", y "Y en el más elevado trono del mundo, estamos sentados sobre nuestro trasero" de "La experiencia", capítulo XIII del libro III.

No deja de ser pertinentemente común el parentesco que el mismo Germán, en el anexo : De Flora Tristán a Emma Reyes (El Tiempo, 9 de agosto de 1993) ofrece con Montaigne.
Ambas son monstruas, verdaderas hipsidas que doblegan voluntades hasta hacer estallar la risa en el llanto de la risa ante tanto embate de tragedia hipersurreal que la misma corriente alterna/corriente directa del dicha Anticrista Demoncora eleva cada nivel de condición de vida hasta ese grado en el que las preguntas dejan de ser racionales para fluir por el torrente sanguíneo hasta volverse uno con ese relato que muerde y mastica mientras procesa y escupe la baba que lo deja todo blanditico a uno como lector.

Basta ese final de la primera carta en el que deben mutilar al muñeco de barro que han hecho porque el peso les impide enterrarlo como los cánones mandan: "Partimos cada pierna en tres pedazos, los brazos igualmente. El Cojo dijo que la cabeza había que enterrarla entera (..) quedaba solo el tronco, lo partimos en muchos pedacitos y nos pusimos a hacer muchas bolitas de barro"

Un ejemplo de la sociedad que nos conforma: "Rosario, por otra parte, era una chica normal que las monjas humillaban mucho porque su mamá tenía un puesto de verduras en la plaza de mercado y, como las otras, tampoco tenía papá."

Y uno de la belleza natural que se siente oler en el aire de cada palabra fija(da): "La Nueva (..) era la niña más triste que he visto en mi vida: tendría unos diez años, muy flaquita, de una palidez de cera, con una cabeza muy grande que parecía desproporcionada con su cuerpo raquítico (..) sus ojos eran inmensos (..) Negros, enormes, con pestañas larguísimas, pero sus ojos daban la impresión de ver más allá, más hondo, más profundo que los ojos de las otras. Caminaba como en el aire, como si no pusiera los pies en la tierra y toda su tristeza se reflejaba en la boca. No sé...
No te lo puedo explicar, era una boca que pedía ayuda, que tenía siempre el mismo gesto de un profundo dolor. Yo la había examinado mucho, porque en la capilla la habían puesto junto a mí para que Sor Teresa le enseñara a comportarse en la capilla y, a pesar de que era mayor que yo, de cuerpo era casi de mi estatura."

Y lo pedagógico que tanto nos sigue costando: "No es que con ella aprendiera más que con Sor Evangelina, no; pero como me hablaba más simplemente y además sentía que me quería, pues me parecía más fácil y más claro." como en una especie de refugio humano emocional del que tanto asco en eco se hace hoy por hoy desde que se tenga lo básico medianamente solucionado.

Tanta oscuridad, ignorancia y hurgación al rencor, se escapan por la puerta donde llega la leche.

Las preguntas que quedan son demasiadas.... ¿qué pasó con la hermana? ¿qué pasó con...? ¿qué sucedió con...? que me imagino una futura edición con pies de página por montones para aclarar la situación bárbara que uno hace real y lo deja con un alto grado de preocupación, como si uno conociera a esas personas o el golpe fuese de tal magnitud que un incierto grado de familiaridad surgiera.

"Salí muy despacito, con el miedo como si me fuera a caer en un hueco y, cuando cerré detrás de mí la puerta gruesa, gruesa, respiré un aire que no olía al convento y el viento frío me dio la impresión que había salido de detrás de la puerta para asustarme pero ya era tarde para todo. La calle era larga y en lomita; en el fondo vi un pedacito de la torre de una iglesia. Antes de ponerme en marcha hacia el mundo me di cuenta que ya hacía mucho tiempo que yo ya no era una niña. En la calle no había nadie, solo dos perros flacos y uno le estaba oliendo el culo al otro"



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Lo literario hallándose por fuera de la literatura

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