domingo, 17 de marzo de 2013

King Come

LA IMPORTANCIA DE MORIR A TIEMPO

Mario Mendoza

Planeta. Bogotá. Agosto de 2012. 277 pp

Mi confesor -Evol possessor- me dicta por teléfono el vuelo y poderío que está tomando la figura pública de Mendoza en un festival tan de baja categoría como el Hay Festival en Cartagena, y opto por responderle que alcancé a ver la foto de la tina, en la programación del 2013 y le digo que me alegra por él, que después de tantísima mierda que tanto pseudocrítico -no existe ni unito en Colombia- ha dicho de él -recuerdo el bárbaro ataque del hoy Ex Ministro de Salud por culpa de Buda Blues, novela a la que cruzó sin la debida protección y pretendiendo hallar respuestas que ni los sesudos teórico-técnicos de la época esbozaban ha, dictó medida de aseguramiento contra el libro inmóvil por la incapacidad de respuesta ante la soberbia del de turnoh, para ecos después, dos o tres años a lo sumo, cederle la razón ante el viral impacto que el viraje del mundo sostenido en do menor por culpa de una alianza escrutinal cuya profecía no equívoca decía del cambio de polaridad efecto que ocurrió en verdad ante la debacle europea -sorry!- y gringa -maricas de mierda- y la callandez a la que tuvieron que someterse en medio del maredaje del fugaz olvido mientras todos perdían casas, hijos, padres, novias, amantes, recuerdos, ruinas en medio de la ruina, paciencia, el fuego, el dolor, la capacidad de sentirnos vivos ante la más crasa miseria humana; pero era la orden, si se quería pertenecer a se tenía que asumir una postura, alguna, cualquiera, la que fuese...... avivatos mas doblegados por el peso del rebaño de costumbre al que se somete cualquier embobador, ¿no?-, y jugando o haciéndome el que juega al profeta, pero ya con los resultados en la mano, entro a sentirme permanecer en esa clase de fragmento hipersensible al que ahora estamos dados a pertenecer ante la ausencia de eso que los sabios llamaron concentración, a no ser que el aparato esté en nuestras manos guiñando el ojo para sedarnos a la aventura del soterrado drama real, continuo, atemporal, ausente, indómito, refugiante, insensible, imperecedero, atroz y atómico.

Me excuso, pero me late que simula una guía turística para hacerse el que entiende el paso del final que nos acarició y ni cuenta nos dimos, pero que corre paralelo al maltrecho estado hiperreal en que fallecemos cada segundo un poco más cerca de la meta, así como un menú para ador(n)ar la sagrada resonancia que mantiene en vilo al sistema nercioso central de cuanto ebrio ser humano se ate los cordones pro ahí a la vuelta de la siguiente esquina que desaparecerá en el guiño cuántico que insiste en vociferar.

Incomoda, es cierto, aunque me late que más allá de la novela, la pureza de este dúo de obras -tan tardías pero tan a justo a tiempo- envuelve una santidad difícil de predecir más allá de lo ya profesado, confisca respiraciones, traduce suspiros, ejecuta nostalgia, pervierte melancolías, y defiende cuchillo en mano lo auténtico, lo santo, lo propio.

Por eso dejo este craso encierro con una cita del capítulo "Dimensiones desconocidas":

"Por eso, cuando nos muramos, es preciso que nos cremen, o en caso de entierro, hay que dejar una cláusula en la que exigimos que nos decapiten. Por si acaso."

Y por si acaso, dejo abierto para que la continuación al instante de la verbalidad siga su camino, sea bajo el disfraz al que opte por dejarle la mueca perfecta de una sonrisa frente a frente con su sombra.....

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