domingo, 7 de abril de 2013

"...... EL OLOR....... "

RAYUELA

Julio Cortázar

Cátedra. Madrid. 1994. 746 pp

Buscaba hacer las paces, casi sin darme cuenta, casi sin importarme que cumplía 60 años ya la novela, que en un año se realizarán festejos seguramente por sus 100 años de nacer, por sus 30 de muerte, como todo tan redondo como todo tan sospechoso en personas que son capaces de cambiar para siempre el cauce de una incierta ya ruina desazonada cultural, (cf John Cage en 2012 cumpliendo 100 años y 20 al mismo tiempo y todo el universo humano volcado a él y a todo lo que hizo para ser capaz de recibir semejante reconocimiento)

Pero quizás, la llamada de la hamaca, que también me recuerda a Gómez Jattin, al maestro Manuel Hernández, al mismo Iván Benavides, me condujo a meter los pies en el pocito, nuevamente, a tantos años ya de aquel hecho, de la UV a comienzos de 1996 y esos principios de intento de solidificar algo en el aire mismo, Atenas, Editorial La Oveja Negra colección verde con todo roto por el rededor, profesor Agredo y mi menda sin dar pie con bola en la lenta suspensión del atender ya el llamado social, digno, de la respetable responsabilidad respetada para acuñar una oficinita en el piso del edecán de turnoh y empezar el serio proceso de lamer culos a los desvencijados, muchos de ellos quizás no todos Jefes de Sección del momento y seguir engordando o llevando al hijo a juegos los sábados en la tarde o acostándome con alumnas cada vez más mayor yo aunque ellas en la misma edad idílica, imaginariamente vírgenes, de tetas cortesanas y culos edípicos en cvcos macilentos mordidos por amantes de diversas eras venidos a pie para aplicar la santiguación del misionero mistérico, ¿en gíglico?

Ya había renunciado sin siquiera participar, exposiciones mudas cuando la palabra se suponía que valía algo todavía, y escucharlas a ellas, que no el Club De La Serpiente, viniéndose en ringlera al expresar el amor bendito por el anómalo carnicero de la necrorealidad a modo aguja infecta introducida por el poro del glande de la llamada literatura experimental de más avanzada estirpe o acogimiento del momento

¿Y quién sin hablar podía decir que no?

La relectura, no obstante, la realicé en 1999, editorial Cátedra, comprada en alguna librería de la sexta para yá embebido por la marcación de A Amorós sobre los protagonistas del jazz de principios del XX que respetadísimo, hace todavía llorar de la risa ante una propuesta que comprenda a genios del PostFree ya sin el articulado de un grupúsculo de amiguetes mojados y sí en la merita soledad de la rutina escritorial de una pantalla de computador que brilla con los ojos cerrados y la boca muy abierta mientras la doble penetración anal dilata lo máximo posible una zona fronteriza entre el deseo y el perdón.

Relectura, que diría la profesora Lina, es para empezar todo desde cero porque la edad mental para leer una obra del carácter de Rayuela, por más que insista en detestar "del lado de acá" sea la misma de la rererepetición de "¡Qué viva la música!" o más allá aún, la inverosímil sensación de sentir que "la vorágine" estaba tan adecuada a los tiempos que fui incapaz de eliminar de mi lista de lecturas aquel tomo comprado en 1988 de forma exabrupta y/o pirata. ¿Pero cómo negarse al encanto de la desmilitarización de la consejería para caminar por el borde recto de las leguleyadas mientras sueño con acostarme nuevamente con la mujer de mi prójimo que me requiso anoche a la entrada del bar?

*

Por más Alfred Jarry que exponga, desde la cada vez más distinguida patafísica y la premonición del ad absurdum en que ahora gozamos viviendo en un mundo sostenido por un tablón de extremo a extremo, aborrezco, y repito esa palabra aborrezco la forma poco sutil de llevar a cabo un dejo de la locura de un protagonista que, insisto, peca de agrio metabolismo para la fecha contemporánea sin posibilidad de reestructurar siquiera el nicho abominal de Lector Hembra, y sin que medie un gránulo de orgullo inverso para repetir el "¿Encontraría a la Maga?" y dejarle hacer lo que quisiera de la misma forma que debe dejarse desarrollar sus asuntos con el otro sexo o puesto. (El mismo Cortázar explicó en alguna entrevista que  la novela fue escrita desde el macho latinoamericano que él era en ese momento)

En cambio, y para no alargar más esta sesuda reseña, un par de puntos destaco de la obra, ahora, leída casi a una edad lo suficientemente alterada: Morelli, casi todo él, aunque más por el suspenso del ninguna parte y el mosaico de fragmentos de aquí de allá de todas partes y por todos lados, ruina de semilla que ya le hemos detectado a los esos otros fragmentos que Jorge Carrión exhibe con tanta desvergüenza y a una serie insólita de obras que para destacar haré un resumen de tres: Sandra Lorenzano, Cristina Rivera Garza, Alba Lucía Ángel y Gabriela Bejerman; lo que no hizo sino acrecentar mi deuda para con el Fanzine, esa sala de exposición perpetua o, como dirían el maestro Hernández: después de 1892, cada persona nacida debería hacer su propio "Libro de los pasajes".

¿Hizo más como escritor que como sandinista? No me siento en capacidad de responder a ello ni de quererme salir de la fina línea que separa la vida de una obra que rompió en 155 partes todo aquello que debería ser digno del porvenir, y que así como dan ganas de repasar a Chaparro Madiedo y se entiende el por qué de Caicedo Estela y al buscar un poco más el mismo Bolaño confiesa que sin él no habría habido "Detectives salvajes", lo bien cierto es que nada aparece escrito como para sobrevivir a su propio final, y ya moralmente inaceptable, la deuda se configura con lo que los tiempos actuales anuncian, como la debilidad expuesta dizque por las mujeres causales ellas de la fantasía fantasmal al quedarme con algún suicidio ¿pero en esa época cuál hombre era bien visto llorando a no ser oculto en las gotas de lluvia de los aguaceros impecables cuando (aqu)ellos existían?

Divertida, como rompecabezas, absurda y demasiado lejana para mi estilo de humor, un tanto desapercibida ya, si de vanguardias à la Pitol hablamos, pero irremplazable, no fácil, más misteriosa que cualquiera de los otros tres cabrones también machitos que le sobrevivieron pero a cuenta de qué o a qué, y en palabras de medicina o consultorio allanado: ectópica.


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