sábado, 10 de agosto de 2013

Encantadores de felicidad

The Tryout: Somos vida (Towers of acre, Vegan, G3, Fast Kids Crew, 2013)


Al buscar la forma de regresar, y cuando se agotan las posibilidades para que el repitis se haga de forma natural que no desalmada, y el laberinto deshecho enreda todavía más de lo que la ayuda pueda ofrecer, toca la apelación a la palabra que ha quedado marcada en la pared del encierro -temporal, osea- y antes de que la humedad de los siglos por venir inquietos haga de la suya, parte real parte tan ficti mi hermano, dar un parte de satisfacción -histórico por demás- obliga, exige, complace, une, desrutiniza y sobre ciertas cosas, aúna la memoria como si de cordel de liana fuese, descargando el peso, aliviando la carga, desazonando la sinrazón, ordenando lo generacional. Quizás una cabeza de serie que desatranca, cual maniobra de Heimlich al desquitar la obligada jornada que las previsiones de los otros, de aquellos gérmenes que se sucedieron antiguamente, antes del, previo albur al siglo XX tuvieron que vivir bajo la apariencia obligada que no equitativa del miedo al tantear terrenos territorios ciegos, oscuros en demasía, jamás solitarios, poco explorativos y al acecho del coco que vendrá gesticulante a fiscalizar, nunca olvidar a lo sumo perdonar, el olvido, nunca perdonar, quizás perdonar, y a la vuelta de los años, el olvido, eso siniestro.
Pero no es solamente al influjo idiogramático que me refiero, es a la astucia (ft) compositiva a modo de viraje sin apelar a la carga artística cuando los meros del demás sobran y frente a un espejo -uno quizás grande, uno quizás todavía por descubrirse a sí mismo en él, uno que es tan gigante que necesitará de varias manos para ayudar a ser descubierto en lo que resta de historia- capaz de soportar una frase en español circa 2011 que se oía ♫Y en el fondo, todos somos los mismos, nadie cambia♫, para dos años más tarde -y me alegro mucho porque la insistencia en este punto es vital para lo que bien podría ser llamado el exquisito devenir del movimiento autodenominado contracultural que también tiene la oportunidad de ser vivido en una ciudad del altiplano como Bogotá ni más faltaba al, y he de abrir ese tibio paréntesis, en tan poco tiempo abrir un toldo aparte, como repitiendo historias que ya se habían contado antaño, se es joven una sola vez y después de graduarse de la U le corresponde a cada protagonista de sí mismo saber llevar hasta el final de un corredor a la muerte dicho gesto voraz que no repetitivo, acechante aunque desfalleciente en el anhelo, digno que no comprendido y con un rompimiento total en el quehacer para la sobrevivencia que lo mejor es alistarse desde el cero grado para acudir a la cita que la vida va poniendo como trampas de queso a un vígan desahuciado por el hambre y la billetera seca y el restaurante ya con la etiqueta Monsanto- apenas entrar a tarima y no haber dejado de cruzar el velo “Cierra tus ojos”, plizzzz, para atender el primer aullido que clama por un poco modesto ♫Hay que cambiar, no hay que esperar♫ que conduce directamente a la premisa oída en los 80's de si no lo hace sumercé mismo no espere a que nadie lo haya hecho por usté, señal inequívoca de una madurez con créditos parciales que lo mejor es dejar que insista en seguir con su naturaleza de piel recién descubierta mientras los años dicen pasar no en vano.
Hardcore para personas no para hardcoreros, es el lema que instauraron ya muchos años atrás y lo han sabido elevar como cometa en medio de tantas microcrisis que acompañan al movimiento. Bromas aparte, cuando las vueltas han tenido que reunirse nuevamente todos al uno para mantener a flote la barca, expreso un tibio Si busca algo político en el Hardcore hoy por hoy tiene que inscribirse al doctorado honoris causa de filosofía en la Nacional o a la carrera de Ciencias Políticas en la Javeriana y de ahí a un paso de ser absorbido por la defensa de ideales que sí que valen la pena hay un semestre de distancia, a lo sumo. Quise ambientar este escrito con un soterrada selección de canciones vía Grooveshark de las bandas favoritas en las que, digo, se solían amparar hará un buen par de años y solamente encontré escasamente un férrea biografía de la que mejor no copio nada para no dañar la sorpresa y entendí que el cambio estaba hecho y ni siquiera me había dado cuenta de ello y de que les agradecía por eso, por haber sabido mover las fichas en medio de unos gestos cuánticos que no se cierran al sí mismo y que al abrirse como lo florecería una flor o como alumbraría la luz del sol en días incluso grises aunque motivantes como este, lo repito, desatrancan haciendo, como el título lo indica, un soterrado empujón para que la entrada a la vida misma cueste un poco tanto menos y la tardanza en repetir ciclos no se haga la de rogar, la muy bárbara hijueputa…. 

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