BOREALIS (Airship II, 2012. 3: 24)
Rocío Cerón
Editorial Piedra Cuervo. Rosarito, Baja California. Noviembre de 2013. 28 pp
Algo va del Borges temeroso a perder por segunda vez la palabra en medio del temporal del infinito al Cadavid que opta por el acto desde el cual se ignora un vasto e inútil abismo en precipicios contantes.
En un poema de Vasko Popa se lee: He enrollado el camino de mi vida
Mi impenetrable mi imposible camino
Ahora, precisamente, intenta encontrarme
¿Frente a un sartal de espejos que se halla cuando se desconoce el sí mismo?
O en medio de la hechumbre, el rasgo pálido de una intuición unívoca que calmadamente se deshace en la forma que pronto irá a sostener.
El eje poético, tan distante como acéfalo, tan mertiolate como cinúrico, tan espero como intraducido; ahora devela cierta manía acompañada en la sombra de la duda que no deja de ser la vida misma aun cuando se le ocurra a la bendita una siguiente oportunidad sobre la faz de la tierra.
¿Y tanta ceguera entonces para qué?
Desde ese sonido delicado que propone la sensual Chefa Alonso; sin necesidad de explicar, si desea preguntar por favor valga el desclase anímico, ya no hay ofendas, contaminación impura, querer el anhelo, desearla en el deseo, Andrea de nuevo, solamente que la tarde no ritma ya con ella ahora que el sol se mece en Bogotá.
Pero claro, el ritmo, la sanguinidad, la sapiencia muda, el ritmo que narra y sugiere adelantar desde la radio, pasar por encima contando lo que hubo arriba, ese silencio de la distancia, aunque la palabra no reviva, Lázaro, "flor el ojo", y cuanta muerte -ah, tiempo, haya osado el lugar del momento. Exacto misterio, es sabido, "la nota roja se deleita" y pierde pronto su turno. La sed devorada. El resto del aura. La misma miseria sin que nadie pueda lograrlo alcanzar. El destino en silencio. La voz en la arena ahora cubierta por el mapa marino.
El reflejo en el espejo, previo a la muerte, indica anonimato, aquél destino fiel
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